Al informar al órgano de 15 miembros a su regreso de la conflictiva nación árabe, el miércoles 19, el subsecretario general para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, Stephen O'Brien, insistió en que la población civil se lleva la peor parte del conflicto.
También avisó de que, a menos que las partes beligerantes vayan a la mesa de negociaciones, pronto «no quedará nada por lo que luchar».
Un informe de evaluación divulgado este mes por la oficina en Yemen de la organización no gubernamental internacional Save the Children sobre la situación humanitaria en ese país de 26 millones de habitantes, señala que más de 21 millones de personas requieren alivio urgente bajo la forma de alimentos, combustible, medicinas, saneamiento y refugio.
El sector de la salud está al borde del colapso, y la amenaza de una hambruna se agrava, mientras se estima que 12 millones de personas están en «niveles críticos de inseguridad alimentaria», según la organización.
En una señal de lo que O'Brien denunció como una flagrante «desconsideración por la vida humana» por parte de todos los actores del conflicto, los niños han pagado un alto precio: 400 de ellos han muerto, mientras que 600 de los 22.000 heridos también son menores de edad.
Organizaciones de ayuda dijeron que el ataque perpetrado el lunes 17 por aviones militares saudíes contra el puerto de Hodeidah, en el mar Rojo, controlado por los rebeldes houthis ha empeorado en gran medida la situación, ya que esa terminal servía como principal punto de entrada para los envíos de suministros humanitarios.
En un comunicado publicado poco después de los ataques, Edward Santiago, director de Save the Children para Yemen, dijo: «Todavía desconocemos el alcance total del daño causado en Hodeida, pero no podemos perder ni un solo día. El tiempo se agota para los niños de Yemen, que ya corren riesgo de morir de hambre, enfermedades y abusos».
En estos momentos 5,9 millones de niños padecen hambre, hay 624.000 desplazados y unos 7,3 millones de enfermos y heridos que no reciben atención médica, añadió. Mientras las necesidades de la población civil se multiplican, la respuesta humanitaria continúa siendo lenta.
Agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) dicen que solo han recibido 282 millones de dólares para las acciones de respuesta, apenas un 18 por ciento de la suma requerida. Aunque Arabia Saudita cumpla su compromiso de aportar 274 millones de dólares, solo estará financiando el 33 por ciento del total necesario para atender adecuadamente la crisis.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) señaló el miércoles 19 que su respuesta sigue padeciendo de una severa falta de fondos. De los 182,6 millones de dólares que pidió para Yemen, hasta ahora solo ha obtenido el 16 por ciento.
El grado al que ha llegado el conflicto y su rápida escalada tiene anonadada a buena parte de la comunidad internacional. El presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, Peter Maurer, dijo después de una visita de tres días a Yemen a comienzos de este mes que había quedado «consternado» por la situación de los civiles, que tildó de «catastrófica».
Tras presenciar de primera mano la destrucción, agregó el miércoles 19 en una entrevista con la prensa que «Yemen después de cinco meses parece Siria después de cinco años». O'Brien describió a la sureña ciudad portuaria de Adén como una metrópolis hecha añicos, «donde artefactos sin explotar pueblan las calles y los edificios». En tanto, la ciudad de Sana'a está llena de los cráteres que han dejado los ataques aéreos.
Mientras las organizaciones humanitarias se esfuerzan por proporcionar elementos para salvar vidas, entidades vigilantes de los derechos humanos sostienen que la combinación de ataques desde el aire por parte de la coalición liderada por Arabia Saudita y los enfrentamientos en tierra entre pro y anti houthis en el lugar coloca a la población civil en una situación imposible.
Los houthis, también conocidos como «jóvenes creyentes», son insurgentes chiíes aliados con Irán, el principal rival regional de Arabia Saudita, cuyo régimen suní comanda una alianza con otros países de esa corriente religiosa del Islam, para contener su avance en Yemen y en el área.
Un nuevo informe de Amnistía Internacional que documenta lo que la organización llama «un rastro horripilante y sangriento de muerte y destrucción», sugiere que los ataques ilegales por parte de todos los actores pueden equivaler a crímenes de guerra.