La protección a los inmigrantes puede ser mejorada, ya que mientras la política adaptada por la Comisión Europea consiste en distribuir entre 20.000 y 40.000 personas en el curso de este año entre los países europeos, la demanda efectiva es muchas veces superior.
Este sistema de cuotas, aunque tardío, es sin duda un notable avance. Sin embargo, esperemos a ver si esta decisión sobrevivirá a los recortes del Consejo de Ministros del Interior de la UE, en el que están representados los gobiernos y donde las decisiones requieren una mayoría cualificada.
Ya se ha manifestado la oposición de grandes países como Gran Bretaña, que al igual que Dinamarca e Irlanda tienen la llamada cláusula de renuncia (opt-out), de Francia, que tiene un peso muy importante, y de España. Es probable que otros países sigan el mismo camino, en particular Hungría y Polonia.
El mayor temor es que pueda quedar en pie el elemento más cuestionable de toda la estrategia, la llamada «lucha contra los traficantes», es decir los que transportan ilegalmente a los inmigrantes, y que se limite a atacar a las barcazas.
Estoy convencida de que, reducir la intervención a una ofensiva contra las barcazas sin afrontar toda la cadena del tráfico de seres humanos, puede sercontraproducente. Tengo muchas perplejidades debido al cuadro que presenta Libia, de donde parte la mayoría de los inmigrantes. Hoy en día en Libia hay dos gobiernos, dos parlamentos y el Estado ha desaparecido.
El tráfico de seres humanos se lo disputan muchas milicias a sangre y fuego. Es un negocio sumamente lucrativo y las represalias de los traficantes para conservarlo serán de extrema violencia. Por la tanto, no existe una única solución milagrosa y será indispensable actuar en los distintos frentes. Pero es urgente intervenir porque la situación en el Mediterráneo ha empeorado y es sumamente grave.
La nueva política de la UE fue encomendada, con un criterio erróneo, a Frontex, que es la agencia de control de las fronteras exteriores de la UE, que improvisó la misión Tritón.
Tritón ha sido un completo fracaso, como lo demuestra el aumento de víctimas. Actualmente, una misión amplia en el Mediterráneo debería ocuparse sobre todo de búsqueda activa y de salvamento de vidas, como lo hacía Mare Nostrum.
No se trata solo de una cuestión de financiación, aunque conviene recordar que Mare Nostrum costaba casi 10 millones de dólares por mes, mientras que Tritón cuesta 3,2 millones de dólares por mes.
Lo que más cuenta es el mandato y no hay hoy un mandato claro para intervenir en la búsqueda y el socorro de náufragos, aunque la decisión final del Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores y de Defensa dice explícitamente que Frontex debe respetar la ley del mar y los tratados internacionales, lo que implica el rescate e, indirectamente, la búsqueda.
De hecho, la guardia costera italiana continúa la misión Mare Nostrum, porque no puede permanecer indiferente ante la pérdida de vidas humanas. Durante las últimas semanas se han salvado decenas de miles de personas gracias a la guardia costera, las asociaciones de pescadores y las organizaciones no gubernamentales.
El punto central es calmar una histeria difusa, que sirve a la política de muchos, pero no considera los hechos reales. Ante todo, es necesario distinguir entre emigrantes económicos y refugiados de guerra. Hoy en día millones de personas están huyendo de guerras, dictaduras, torturas y amenazas de muerte, no solo en el Mediterráneo. Es un problema estructural de dimensión mundial.
La respuesta debe ser política y establecer como prioridad la salvación de vidas humanas.
Veamos ahora los hechos. Túnez, con 11 millones de habitantes, ha acogido un millón de prófugos libios, Jordania, con cuatro millones de habitantes, ha acogido más de 700.000 prófugos sirios y Líbano, con cuatro millones de habitantes, ha acogido un millón de prófugos sirios.
Es vergonzoso que Europa no sea capaz de dar este tipo de amparo a quienes huyen del horror. Lamentablemente, estos ejemplos son ignorados,al parecer por conveniencia política.