Para los gobiernos de Gibraltar y del Reino Unido la entrada de patrullas en persecución de dichos narcotraficantes el pasado fin de semana en las aguas que bañan el peñón es una violación del derecho marítimo internacional y de la soberanía de la Unión Europea, según afirma el ministro de Estado para la Foreign Office, Hugo Swire. Por ello han anunciado que tratarán este tema por vía de urgencia con el estado español. Para éste, sin embargo, no hay asunto alguno que tratar. Consideran que no hay violación alguna, ya que esas aguas pertenecen a España.
Nos guste o no, Gibraltar pertenece a los británicos. Lo dice el Tratado de Utrecht de 1713. El texto que ponía fin a la Guerra de Sucesión española, que enfrentó a los borbones contra el archiduque Carlos, apoyado por los catalanes, ingleses y holandeses, y que llevó a Felipe V al trono español, decía en su artículo X que «la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas» son propiedad a perpetuidad del Reino Unido en territorio de jurisdicción española. Y sólo si alguna vez dejara de ser una colonia británica, España podría tener opción de recuperarlo. No obstante, y aquí es donde se arma la bronca política, para las autoridades españolas, británico es el peñón de murallas para dentro pero no las aguas que lo bañan, y para las del Reino Unido, tanto de orillas para adentro como para afuera, todo lo que baña el Peñón es anglosajón.
Otro tema es el istmo entre el peñón y otras fortificaciones españolas, que fue ilegalmente ocupado por población británica en 1869 y que, por tanto, es territorio español. De la misma forma, a juicio de las autoridades españolas, las aguas que bañan al peñón, sobre cuya jurisdicción nada dice el tratado que se limita a los territorios comprendidos desde la orilla hacia adentro, son españolas y por tanto es Reino Unido el que está tomando territorios que no son suyos.
Con todo esto por banda, viento en popa y a toda vela (o motor, mejor dicho), mientras las autoridades de ambos países se peleaban sobre si suyas o nuestras, las aguas internacionales que bañan Gibraltar, sin dueño por lo visto, se quedaron sin barrer y los narcotraficantes, los malos, sin detener. Y es precisamente este desenlace el que ha llevado al alcalde de Algeciras, el popular José Ignacio Landaluce, a criticar el hecho de que los narcotraficantes y delincuentes en general griten «casa cuando llegan a Gibraltar» por la falta de cooperación entre las autoridades de ambos estados, lo que permite que las aguas en cuestión se hayan convertido en una especie de ciudad sin ley o patio de recreo, en el que habiendo dos jurisdicciones, la casa se queda por barrer...
Y es precisamente a raíz de este sucesos que ha surgido el debate sobre la necesidad de una cooperación internacional real entre las autoridades gibraltareña y española en la lucha contra el crimen organizado que se desarrolla en las aguas que bañan el Peñón, y que todo los veranos lleva a estos dos estados a una pugna constante sobre quién tiene derecho o no a entrar en estas aguas, sirviendo de salvoconducto a muchos delincuentes que aprovechan la disputa para huir quedando impunes.Cabe al lector preguntarse si no deberían ponerse de acuerdo ambas autoridades –la gibraltareña y la española- para perseguir conjuntamente a los delincuentes en pro de un bien común: la seguridad ciudadana. Pues no. Antes tienen que ponerse de acuerdo sobre de quién es la jurisdicción de las aguas, y ya luego intervienen... Supongo que a los narcotraficantes que se escaparon este fin de semana les habrá venido de perlas la pelea de patio de colegio que tienen cada verano, como dos niños que se llevan a matar pero que veranean en la misma urbanización, las autoridades de ambos países, respaldadas por los legisladores de sus respectivas patrias.
De los huidos nada se sabe, y seguramente no volvamos a hacerlo. Probablemente estarán en las Maldivas ya, brindando a la salud del Tratado de Utrecht y la polémica sobre el Peñón, que les ha salvado el cuello una vez más...