«En ocasiones, la gente me pregunta si los idiomas importan de verdad en la era de la globalización. Mi respuesta es simple: el día en el que, en Europa, se dejen de hablar todas sus numerosas lenguas será el día en que Europa, como idea y como proyecto, deje de existir». La frase es de la comisaria europea de Multilingüismo, Androulla Vassiliou, con motivo del Día de las Lenguas, que la UE acaba de celebrar. La realidad es muy distinta. Las lenguas minoritarias de Europa luchan por su reconocimiento contra muros sociales, culturales y políticos.
Más allá de las 23 lenguas que la UE reconoce como oficiales, hay 46 millones de europeos, cerca del 10 por ciento, que hablan 60 lenguas consideradas «minoritarias o regionales». Algunas de estas lenguas gozan de un nulo reconocimiento por los propios Estados-nación. Sólo 9 Estados de la Unión consideran cooficial una o más lenguas distintas a la nacional: Italia, España, Finlandia, Bélgica, Reino Unido, Irlanda, Luxemburgo o Malta. Si bien es cierto, en Bélgica más que cooficialidad lo que existe es una división político-lingüística que puede acabar con la división real de Bélgica en dos países.
Francia, Bulgaria, Grecia y Polonia son los Estados más restrictivos con el multilingüismo y no aceptan la oficialidad de ninguna de las lenguas minoritarias que se hablan en sus territorios estatales. La Unesco cifra en 30 las lenguas minoritarias europeas que corren serio peligro de quedar extinguidas en no muchos años. Algunas de ellas ya están en estado vegetativo. Como el romaní, lengua del pueblo gitano que sufre la misma estigmatización que la etnia gitana. Sólo en Finlandia es oficial el habla del pueblo gitano.
Esta misma situación de agonía vive el yidis que hablan las comunidades judías de Centroeuropa. El extermino de los nazis contra los judíos acabó también con la lengua de los judíos centroeuropeos. El lombardo, lengua minoritaria de la región italiana de Lombardía, también agoniza ante la total desprotección del Estado italiano. Además de España, en otros tres Estados de la UE está reconocido el multilingüismo. El inglés comparte oficialidad con el gaélico en Irlanda y con el maltés en Malta; Luxemburgo reconoce tres idiomas oficiales, luxemburgués, francés y alemán; y en Finlandia los finlandeses se pueden dirigir a sus instituciones nacionales en finés, finlandés o sueco.
Lenguas minoritarias no tan minoritarias
Sólo 6 lenguas minoritarias superan el millón de hablantes, siendo la más hablada el catalán. Más de 7 millones de personas se comunican en catalán en España, Francia o en la pequeña ciudad de Alghero situada en la isla italiana de Cerdeña. La UE considera al catalán como «lengua de comunicación» y cualquier ciudadano puede dirigirse y ser respondido en catalán por las instituciones comunitarias, pero no todas las lenguas regionales gozan de la misma fortuna. Cataluña es la única región de la UE que cuenta con una Oficina de Información del Parlamento Europeo que difunde contenidos informativos europarlamentarios exclusivamente en catalán.
El gallego es usado por casi 2,5 millones de europeos. El occitano, lengua de los trovadores medievales, lo practican a diario más de dos millones de personas entre España, Italia o Francia. El gaélico, herramienta de entendimiento de 500.000 europeos es la lengua oficial de Irlanda y Escocia aunque no son lenguas mayoritarias en sus territorios. El sardo, lengua romance autóctona de la región italiana de Cerdeña, lo utilizan más de 1.300.000 de europeos. En Italia también se habla el siciliano, lengua de la isla de Sicilia descendiente del latín vulgar y con influencias del griego, árabe, francés, provenzal, catalán y español. El siciliano no es oficial ni está protegido y su cada vez más reducido uso se concentra en los sicilianos de mayor edad.
Existen lenguas minoritarias con más hablantes que algunas lenguas nacionales y oficiales de la UE. El caso maltés, una de las 23 lenguas oficiales en la UE, es paradigmático al ser sólo hablado por 400.000 personas. El euskera, en España; el galés, en Reino Unido; el bretón, franco-provenzal o el corso, en Francia; el frisón, en Países Bajos; el mirandés, en Portugal; o el albanés, armenio, macedonio, tártaro o ruteno, en Rumanía, son también lenguas europeas que perviven en Europa con mayor o menor protección.
España es un Estado ejemplar para los defensores del multilingüismo, aunque existen lenguas o dialectos en España que no disfrutan de ninguna protección oficial y están en riesgo de desaparición. Como le ocurre al asturiano, aragonés o la fala extremeña, lengua galaico-portuguesa hablada en los pueblos de San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, en el extremo noroeste de Extremadura.
Minorías rusas en las repúblicas bálticas
En los países bálticos las lenguas no sirven para entenderse. El miedo al separatismo es la causa que subyace en una inmisericorde política lingüística que ha sido sancionada por el Consejo de Europa por vulnerar los derechos lingüísticos de la minoría rusa. Ningún país de las repúblicas bálticas –Lituania, Estonia y Estonia-, exrepúblicas de la Unión Soviética, ha firmado aún la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias o Regionales, firmada en 1992 para garantizar la promoción y defensa de las lenguas minoritarias.
El 45 por ciento del conjunto de los habitantes de Estonia, Lituania y Letonia son rusófonos aunque están obligados a dirigirse a sus instituciones estatales en estonio, lituano o letón, respectivamente. La división lingüística en estos territorios es motivo de enfrentamientos entre los hablantes de uno u otro idioma. La política lingüística restrictiva de Estonia o Letonia llega a tal extremo que para conseguir la ciudadanía –derecho a voto- es obligatorio, incluso para los nacidos en territorio estonio o letón, dominar las lenguas nacionales. 250.000 estonios y 525.000 letones rusoparlantes tienen el estatus jurídico de «no ciudadanos» o «inmigrantes ilegales».
Las innumerables llamadas de atención del Parlamento Europeo a la Comisión Europea, consiguió que la UE celebre cada 26 de septiembre, desde el 2001, el Día Europeo de las Lenguas para «sensibilizar, cultivar la diversidad lingüística y cultura y promover el aprendizaje fuera del contexto de la enseñanza». Sin embargo, las entidades de defensa de las lenguas minoritarias alertan a la Comisión de que «sólo con políticas de declaraciones de intenciones» no se protegen los derechos lingüísticos de casi el 10 por ciento de ciudadanos europeos que no ven reconocida su lengua por los Estados que forman parte de la misma UE que se jacta de que los europeos estamos «unidos en la diversidad».
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