Ha recibido «el encargo» de formar nuevo gobierno por parte del venerable presidente de la República, Giorgio Napolitano. En la distribución de papeles de la democracia parlamentaria que es Italia, Renzi será Capo del governo (es decir, Presidente del Consiglio dei Ministri), que los anglosajones traducen como prime minister. Es seguramente una mala traducción porque no estoy seguro de que ambas culturas políticas (la de Londres y la de Roma) se refieran a lo mismo.
Trayectoria y estilo Renzi
En Italia, lo blanco y lo negro terminan siendo lo que son: puntos extremos de una transición grisácea. Ahí surge el electrizante, ambicioso, Renzi. Lo llaman Renzusconi porque –como Silvio Berlusconi- está primero él y luego él mismo. Habla mucho de compromiso personal y le encanta aparecer en los medios. Coquetea con la ideología sin escapar al oportunismo del momento y prepara bien la frase del día para los titulares: «Pronto a dialogare ma col coltello fra i denti» ha sido uno de las más impactantes. Dispuesto a dialogar, pero con el cuchillo entre los dientes. Todo un programa.
Renzi tiene 39 años recién cumplidos (el 11 de enero), ha dejado de ser alcalde de Florencia, puesto al que llegó con la izquierda, y es Secretario General del Partido Democrático (que no lo olvidemos, integra parte de los restos del entrañable Partido Comunista Italiano). No obstante, los orígenes de Renzi son más bien democristianos (en el Partido Popular Italiano, que brotó de la quiebra de la Democracia Cristiana, también histórica). Es católico de misa dominical. Su trayectoria es tan fulgurante que tiene detalles para inquietar a unos y otros.
Ha promovido una cierta rehabilitación de Berlusconi, para pactar una nueva ley electoral con él (y no sabemos qué más), sin dejar de dialogar con Angelino Alfano, creador del Nuevo Centroderecha, que a su vez dejó caer a su amparo político, es decir, al mismo Berlusconi.
Negociar sin ofender
Cuando intento ver la jornada de negociaciones a través de una cámara del sitio digital de La Repubblica, lo que me encuentro es una imagen de directo con un plano sencillo en el que únicamente se ven un par de ujieres, un fotógrafo y una puerta cerrada. Se supone que detrás están Renzi y quienes negocian con él la formación del gobierno. Al lado, leo una nota indicando que con ellos habla también -por streaming- el demagogo incandescente, Beppe Grillo. «Si te he ofendido, lo siento. Nunca, ninguna réplica fue bastante fuerte como para ofenderme en toda mi vida», afirma a media mañana Grillo ante Renzi. Me quedo estupefacto por venir de quien viene.
Un relevo sin más
Seguramente, entre los lobos de la nueva-vieja política, el joven Renzi parece encantado. En pocos días, ha incumplido su promesa (repetida) de firme apoyo al gabinete de Enrico Letta. Para él, tan impaciente, es la hora «de la urgencia», de la staffetta (del relevo alternativo). En su entorno de niño y en su juventud, lo recuerdan como un estudiante leído (más que aplicado), seguidor futbolístico de la Fiorentena, «catocomunista», según lo describe uno de sus profesores en la publicación francesa Rue89, donde se habla de Renzi como «Berlusconi en versión pop contemporánea». Desde luego, algo se ha fabricado entre ambos, pero aún es pronto para saber qué. Una nueva ley electoral para favorecer el bipartidismo; seguramente más asuntos.
Una misión para Renzi
Dicen que Renzi no ha sido mal alcalde de Florencia (desde 2008) y –según los sondeos- ha seguido contando con la simpatía de la mayoría de los florentinos hasta su viaje último a Roma. Sin embargo, algunos de los suyos y quienes lo detestan, quizá también él mismo, se describe como «rompedor» (rottamatore, quien reduce a virutas lo metálico, el que sabe demoler y desmantelar con la cizalla). Un torpedo en la línea de flotación de aguas que parecían apaciguarse con el traicionado Enrico Letta como náufrago momentáneo. Renzi ha saltado –asaltado- una mayoría que había logrado debilitar al berlusconismo. Como observador, ahí me volví a perder un capítulo en algún momento.
Porque reconozco que sobre Italia, siempre soy sólo un espectador aficionado, pero esta vez me voy a atrever a hacer una propuesta, como europeo y como latino. Brota de mi atracción irresistible por los finos elementos de la construcción reticular de la política italiana. Veamos. En Roma, Renzi nada con su cuchillo en la boca como pez en el agua. Y ante el espectáculo, imagino la perplejidad de lo que queda de la vieja militancia del PCI, también de muchos democristianos, que fueron a parar al PD. No tengo datos, pero puedo imaginarlo.
Para despejar todas nuestras dudas sobre el personaje quizá Bruselas debería invitar de inmediato a Renzi a cambiar su destino, deberían decirle que viajara a Ucrania como responsable de una misión ruso-europea. Aquello es urgente de verdad. Allí, lo serio y lo grave no se distinguen. No sabemos, eso sí, si Renzi sería capaz de volver con su cuchillo en la boca. Desde luego, le admiraríamos para siempre si lograra regresar con sus dientes intactos. En Roma, lo serio no impide sonreír a Renzi. En Kiev, todo es y parece grave de verdad.