En diciembre de 2012, casi medio millón de sirios habían huido de su país. Pero para los refugiados palestinos, que residen allí desde la guerra con Israel de 1948, irse ha sidp aún más peligroso y difícil.
En abril de 2012, como informó la organización de derechos humanos Human Rights Watch, Jordania alojaba a los refugiados palestinos procedentes de Siria en instalaciones cerca de la frontera. Egipto había dispuesto una política de solo tránsito, y Líbano comenzaba en 2015 a endurecer las medidas que derivaron en la prohibición total de recibir palestinos e incluso, en algunos casos, se tradujo en deportaciones forzadas al territorio sirio.
Por su parte, en Turquía, donde la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (Unrwa) no tenía operaciones, los palestinos quedaban excluidos de los servicios a pesar de que su protección está garantizada en un artículo de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados, de 1951, para casos especiales.
Como subraya la red política palestina Al Shabaka, los estados árabes vecinos justifican desde 1948 su renuencia a recibir palestinos en la necesidad de proteger su derecho de retorno al territorio palestino y de no exonerar a Israel de sus responsabilidades. Pero el hecho ha derivado en políticas profundamente discriminatorias, que han dejado a los palestinos sin patria y en un limbo legal.
El sueño de retornar de los refugiados palestinos
Yusef se enteró de que había familias que regresaban a Gaza y comenzó a planificar el viaje con su esposa y sus tres hijos, su madre y la familia de su hermana. Para ellos no era solo una cuestión de seguridad, sino de retornar a su patria. Los integrantes de la familia se fueron de Siria en distintos momentos, pero la travesía fue la misma para todos. Primero, tomaron un vuelo hasta El Cairo, de donde siguieron en autobús a la ciudad fronteriza de Rafah, en la península del Sinaí, y caminando por los túneles llegaron a Gaza.
Desde 2012, unas 400 familias palestinas, alrededor de 1.800 personas, siguieron el mismo camino. «Caminar por el túnel era como estar atrapado en mi propia tumba», nos confesó Yusef, y sonrió cuando confesaba que esperaba que hubiera gente esperándolo al otro lado para darle la bienvenida como 'retornado' a Gaza.
Pero cuando salió de debajo de la tierra y sus ojos pudieron contemplar la noche, en el territorio idealizado llamado Palestina, que había ocupado sus sueños y que en su ausencia había definido profundamente su identidad, se dio cuenta de que estaba solo.
Solos e invisibles en Gaza
«No existe un plan a largo plazo para atender nuestra situación, nadie puede ofrecernos ayuda de forma regular», nos explica. «En Siria, los refugiados palestinos solían tener el mejor estándar de vida; era funcionario público y ahora tengo que pedir dinero prestado para pagar el alquiler», abundó.
La familia de Yusef sobrevivió al bombardeo de Israel contra la Franja de Gaza en 2014, pero las cosas empezaron a empeorar en enero de este año, cuando las consecuencias de no recibir tratamiento para la tensión alta se hicieron sentir y empezó a perder la vista. «Los médicos me dijeron que no pueden hacer nada. Quizá me puedan atender en el extranjero y tenga posibilidades de recuperar un poco de vista, pero no aquí», relata.
Eso es común aquí, donde la población civil paga las consecuencias del bloqueo israelí y de las disputas entre la Autoridad Nacional Palestina, que gobierna el territorio palestino de Cisjordania, y Hamás (acrónimo árabe de Movimiento de Resistencia Islámica), que gobierna Gaza.
Pero para Yusef, el extranjero está mucho más lejos que lo que ya está para la mayoría de la población gazatí. Los palestinos procedentes de Siria, que entran de forma ilegal sin ser registrados por Israel, ni siquiera pueden solicitar permiso de salida porque, de hecho, no existen. Lo único a lo que puede aspirar es a un carné de identidad emitido por las autoridades locales, pero sin número de registro.
Escasa asistencia humanitaria
La esposa de Yusef, Ibtisam, también padece dolores psicosomáticos en su brazo por el estrés, y su suegra, que sufre asma, también empeora. «Todo el mundo nos dice que pidamos ayuda a una organización no gubernamental (ONG)», explica.
«Antes de llegar aquí, ni siquiera sabía qué era una ONG. El gobierno e Unrwa nos ayudaban en Siria», apunta. «Los niños reciben alguna ayuda a través de Unrwa», añade, «por lo menos van a la escuela, pero para los adultos no hay prácticamente nada».
Unas pocas organizaciones ofrecen asistencia de forma informal, pero los presupuestos suelen estar ajustados a proyectos específicos y a categorías de beneficiarios precisas. Entre las ONG, existe la creencia de que el Unrwa se ocupa de ellos.
Pero la agencia tiene sus propios problemas
«Estamos en medio de la peor crisis económica de nuestra historia», explica Chris Gunness, portavoz de la agencia, y urgen a los donantes a que revisen sus bolsillos porque es siete veces más barato atender a los refugiados en esta región que en Europa o en Occidente.
Gunness entiende que la gente puede estar molesta con Unrwa y sus dificultades para ofrecer servicios esenciales, pero recuerda que hay muchos actores responsables de la situación en el territorio palestino de Gaza. «También es responsabilidad de los israelíes», precisa. «La gente vive una situación terrible en Gaza por el bloqueo», añade.
En el vacío dejado por la falta de soluciones políticas al conflicto palestino-israelí y con un sistema humanitario con serias dificultades para ayudarlos, los refugiados pierden las esperanzas.
Organizarse para reclamar protección
Si bien hay algunos refugiados palestinos de Siria que han conseguido abrir negocios y rehacer sus vidas en Gaza, para la mayoría la situación está lejos de ser el idílico sueño del retornado.
Para denunciar su situación, un grupo de palestinos de Siria crearon la asociación Hakki, cuyo portavoz, Omar Ouda, llegó a Gaza en 2012. «Aun cuando éramos pocos, nos llevó mucho tiempo recibir ayuda», nos cuenta.
«Organizamos un piquete frente al Ministerio de Asuntos Sociales para que se den cuenta de que estamos aquí y de que necesitamos una solución de largo plazo», indica. Pero a pesar de las protestas regulares, la asistencia no se ha materializado. Incluso fue un problema registrar la asociación por falta de documentos.
En cierto momento, Unrwa ayudó a algunas familias a pagar el alquiler, luego aparecieron algunas oportunidades de empleo temporal, pero no ha habido nada regular. Muchos refugiados han perdido las esperanzas de poder quedarse en Gaza, cuanto menos regresar a sus pueblos que se han quedado en territorio israelí.
«Somos abogados, maestros y médicos buscando una oportunidad para quedarnos en Gaza, en Palestina y en nuestra tierra», dice Atef Ammawi. «Nos sentimos traicionados, el derecho de retorno es una promesa vacía», reconoce. «Somos muy pocos y no hay nadie que nos pueda ayudar», se lamenta.
Los que pueden, juntan dinero para salir de forma ilegal, con la esperanza de llegar a Europa, Canadá o Estados Unidos. Ya hay 160 familias, de las 400 retornadas a Gaza en 2012, que han vuelto a irse. IPS