Un estudio publicado este mes por el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, en inglés) analizó las contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional (INDC, en inglés) de los 10 principales emisores de gases de efecto invernadero, para establecer qué tanto limpiarán su matriz energética en 15 años más.
En conjunto, ocho de estas economías –Brasil, China, Estados Unidos, India, Indonesia, Japón, México y la Unión Europea (UE)– duplicarán su oferta renovable para 2030. El incremento equivale prácticamente a la demanda energética actual de India, el segundo país más poblado del mundo.
«Analizamos la energía renovable porque es uno de los principales indicadores sobre la transición global hacia una economía baja en carbono. No llegaremos a lograr grandes reducciones en emisiones sin esto», nos explicó el coautor del informe Thomas Damassa, investigador del WRI.
Más de 150 países presentaron sus INDC y en su mayoría asumen acciones entre 2020 y 2030, para ser incorporados en el tratado universal y vinculante que debe aprobarse durante la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), que se realizará en París entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre.
Al ser la producción energética la principal fuente de gases de efecto invernadero (GEI) en el mundo, con cerca de 65 por ciento del total, los esfuerzos para limitar las emisiones en el son cruciales y deben estar en el corazón del nuevo acuerdo, especialmente entre los principales emisores, arguyen los especialistas. De los 10 mayores, Rusia y Canadá no fueron analizados por el WRI, porque sus INDC carecen de objetivos energéticos.
Ahora, una quinta parte de la demanda eléctrica mundial se cubre con fuentes renovables, según un informe de la organización REN21, y su costo desciende rápidamente. La hidroelectricidad supone todavía 61 por ciento del total renovable.
Pero aún los combustibles fósiles dominan tanto la oferta global de energía como la generación eléctrica, con un 78,3 por ciento y 77,2 por ciento respectivamente, según REN21. Diversos estudios señalan que aun en países como India, donde hay serios desafíos en acceso energético, el coste de la producción eólica es ahora tan bajo como el carbón y la fuente solar lo hará en 2019.
«En su conjunto, los INDC envían una importante señal global que las renovables son una prioridad para las próximas dos décadas y una solución viable y pragmática para los desafíos energéticos que los países enfrentan», apuntó Damassa.
Los BRICS, determinantes
Será crucial la coordinación entre países industrializados y emergentes, especialmente el poderoso grupo del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Ello porque las emisiones históricas son responsabilidad de las naciones industrializadas, pero los países del BRICS y otros emergentes dominan ahora las emisiones mundiales.
China es actualmente el líder mundial en emisión de GEI y en consumo energético, pero también en generación de fuentes renovables, con 32 por ciento de la producción eólica del planeta y 27 por ciento de la producción hidroeléctrica, seguido en este caso de Brasil, con 8,5 por ciento.
El gigante asiático plantea incrementar la participación de fuentes diferentes a los combustibles fósiles en 20 por ciento para 2030. Actualmente, China utiliza carbón para el 65 por ciento de su matriz energética, mientras que las grandes represas apenas representan un 15 por ciento.
En la primera reunión de los ministros de Energía del Grupo de los 20 (países ricos y emergentes), celebrada el 5 de octubre en Estambul, las autoridades reconocieron la «importancia de las renovables y su potencial en el largo plazo» y se comprometieron a mantener la inversión e investigación en energía limpia.
De los 127 INDC presentados hasta el cierre de octubre (la UE presentó los compromisos de sus 28 países en bloque), el 80 por ciento incluyó la energía limpia como una prioridad. «Estos esfuerzos ayudan, pero claramente los países deben ir más lejos y más rápido –también en sectores fuera del campo energético– para bajar las emisiones a los niveles a donde es requerido», apuntó Damassa.
Este esfuerzo conjunto limitaría el calentamiento global en un máximo de 2,7 grados centígrados, según la CMNUCC, aunque otros análisis lo sitúan en un más pesimista 3,5 grados. Para evitar un efecto irreversible en el planeta, el calentamiento no puede superar los dos grados centígrados con respecto a la era preindustrial, aunque incluso con ese nivel se sentirían efectos graves sobre diferentes ecosistemas.
Por esto será clave reevaluar los compromisos de cada país durante las negociaciones climáticas de París y, además, establecer un mecanismo sólido para hacer una revisión continua de las acciones de cada país.
«Veo las contribuciones del BASIC (el grupo para las negociaciones climáticas integrado por Brasil, Sudáfrica, India y China) como 'ofertas preliminares' que tendrán que ser reevaluadas cuando el acuerdo de París esté listo», apuntó a IPS la brasileña Natalie Unterstell, quien fue negociadora en la CNUMCC de su país.
La especialista, ahora investigadora asociada en la Escuela de Gobierno John F. Kennedy de la estadounidense Universidad de Harvard, señala diferencias claves entre estos cuatro países y Rusia, el otro miembro del BRICS. Además, explica, si bien estos cuatro países se comprometieron a bajar la participación de los combustibles fósiles en sus matrices energéticas, existen diferencias en cómo plantean hacerlo.
Sudáfrica presentó su INDC con un fuerte componente en adaptación, una señal de que esta economía basada en el carbón tiene clara la importancia de un futuro resiliente. India apuesta fuertemente por la energía solar y Brasil se comprometió a elevar al 45 por ciento las fuentes renovables en su matriz energética para el 2030. La propuesta brasileña está fundamentada en parte sobre grandes represas hidroeléctricas, algunas de ellas ubicadas en áreas muy sensibles social y ambientalmente, como la Amazonia.
Finalmente, las acciones chinas podrán, por sí mismas, facilitar o complicar el avance de las negociaciones. Según Untersell, el gigante asiático «tiene una ventaja comparativa pues se ha comprometido consigo mismo a desarrollar tecnología renovable y está cumpliendo esa promesa».
Los vínculos entre estos países emergentes y las potencias industrializadas se reforzaron el último año con una serie de acuerdos bilaterales que empezaron en noviembre del 2014, con el anuncio de que China y Estados Unidos habían acordado acciones conjuntas en materia climática y energética.
«Estos acuerdos son buenas señales para que la economía haga la transición (hacia un modelo más limpio). Sin embargo, el sector privado necesita más que objetivos 'aspiracionales' sobre los cuales basar sus operaciones», señaló la especialista brasileña.
Pero consideró positivo que el acuerdo chino-estadounidense se base en acciones internas, puesto que muestra cambios concretos en las políticas energéticas de cada país.
Aparte del acuerdo con Washington, China firmó otro con Francia, Brasil lo hizo con Alemania e India hizo lo propio con Estados Unidos, en un esfuerzo de los países para acelerar las transiciones internas antes de la crucial COP21.