Estos días estamos asistiendo a una verdadera maratón en la escalada de los partidos que tienen algunas posibilidades de alcanzar cotas de poder o de gobierno. Quieren ganarse así la voluntad de los votantes que confían en la buena fe de quienes prometen esos avances. Y nos parece bien. El voto hay que trabajarlo y la mejor manera de ganar la confianza de los electores es demostrándoles que se conocen sus problemas más acuciantes y que se le ofrecen soluciones razonables a los mismos.
Este comentario me lo suscita no el hecho de que los partidos voceen lo bueno que es todo lo que se proponen hacer si ganan las elecciones, cosa, repito, que se hace en todas las democracia del mundo, sino el hecho de que todos apuestan por una revisión del Salario Mínimo Interprofesional, conscientes de que con la cantidad que ahora perciben los trabajadores que ganan 648,6 euros al mes difícilmente se puede hacer frente al mantenimiento de una familia que tenga solamente dos hijos.
La Constitución Española, ese texto providencial que yo ayudé a redactar y que luego firmé, dice en su artículo 35 que «todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, (...) y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia.» Siendo el artículo 131 de la Carta Magna el que señala la obligación del Estado de planificar la actividad económica con el fin de «atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución».
Desgraciadamente tan buenos propósitos no se han cumplido plenamente en nuestra sociedad. Ya sea por la crisis que hemos atravesado, o por la convulsión que ha sufrido la clase política, noqueada por tantos casos de corrupción y sinvergonzonería, cada día son más los pobres de solemnidad que malviven entre nosotros y las familias enteras que subsisten gracias a las ayudas familiares o a las instituciones caritativas. El Comité de Derechos Sociales del Consejo de Europa ha dicho que el Salario Mínimo Interprofesional en España supone «una remuneración suficiente» para que las familias puedan disfrutar de «un nivel de vida decoroso». Lo que, según la Encuesta de Condiciones de vida 2014, ha aumentado el riesgo de caer en la exclusión «de forma considerable» en los últimos años.
Por eso decimos que elecciones cada año, por favor.
El PSOE ha asegurado que de ganar las elecciones subirá el Salario Mínimo Interprofesional de manera paulatina un 5% de media durante una década, lo que supondría que pasará de los 648 euros actuales a 900. IZQUIERDA UNIDA propone una revalorización automática del salario mínimo, de tal forma que en 2019 llegaría a los 1.176 euros mensuales por 14 pagas. PODEMOS propone incrementar significativamente el salario mínimo interprofesional y establecer un salario máximo vinculado a este salario mínimo. El PARTIDO POPULAR antes de que acabe el año deberá fijar una cifra que rompa la congelación del SMI en los 645,30 euros al mes del año pasado, y elevar la cuantía de la retribución mínima para 2015. El Ministerio de Empleo tiene la intención de subir el SMI entre el 0,5% y el 1%. De ser así, los sueldos más bajos de España se elevarían de los 645,30 euros mensuales en 14 pagas hasta un máximo de 651,75 euros. CIUDADANOS tiene claro que ha de trabajar duro para evitar la exclusión social de los ciudadanos más desfavorecidos, pero no he sabido encontrar cual es la propuesta concreta que ofrece a los españoles en la cuantificación del Salario Mínimo Interprofesional.
Disponer de un puesto de trabajo es la mejor garantía para ejercer la defensa de los derechos que nos conciernen. El parado, el excluido socialmente, el que vive en la inseguridad de no saber como afrontar los problemas diarios, es una persona derrotada que puede ser pasto fácil de los demagogos o de los redentores providenciales que casi todos los pueblos padecen de vez en cuando. Posiblemente sea el puesto de trabajo el mejor antídoto contra cualquier clase de populismo sectario. Disponer de un puesto de trabajo es disponer de la independencia indispensable para no tener que claudicar ante los que mandan.
Los gitanos ocupamos el último lugar en el ranking del progreso y el desarrollo
Me remito a los datos del VII Informe sobre Exclusión y Desarrollo Social en España, año 2014, realizado por FOESSA. Las diferencias entre la población gitana y la población total española son enormes: si la mayoría de los gadchés (80,9%) participa en el mercado de trabajo porque tiene un empleo asalariado, en la población gitana ésta es una realidad desesperanzadora: solamente el (43,3%)
Los niveles de pobreza han dejado de ser preocupantes para convertirse en alarmantes. En el año 2013 la pobreza afectaba a un 27,1% de la población española, mientras que a los gitanos nos ahogaba en el pozo del 71,1%. Cuando la pobreza severa de los gadchés se situaba en el el 3,3%, la de la población gitana se colocaba en el 15,2%, es decir, una proporción casi cinco veces más elevada.
Ahora la situación es aún más grave, no tanto en términos generales, sino por el caso específico de la pobreza severa. Podemos observar que, al igual que seis años antes, y pese al incremento de la pobreza como resultado de la crisis, la pobreza extrema sigue afectando solamente a una minoría de la población española no gitana (6,5%). Por el contrario sigue golpeando ferozmente a la gran mayoría de la población gitana (37,8%).
Por eso decimos «Elecciones cada año, por favor» Al menos en estos periodos los partidos prestan mayor atención a las necesidades de los ciudadanos y nos prometen soluciones. ¡Bien, muy bien! Aunque ya sé lo que estarán pensando algunos de nuestros lectores. Los más escarmentados dirán: ¿Y de qué nos sirven tantas promesas si luego no las cumplen? Otros leerán con atención los programas y se inclinarán por darle crédito al partido que les inspire más confianza.
Nosotros, al menos los gitanos de la Unión Romani, tenemos otra regla para decidir nuestro voto: Queremos que esas promesas nos la formule uno de los nuestros. Entiéndaseme bien. Queremos decir que el partido que entienda nuestros problemas, nuestras inquietudes, nuestras ganas de ser ciudadanos de pleno derecho, debe contar con nosotros, debe oírnos, debe discutir y consensuar con nosotros las alternativas, y debe llevar en sus filas, en puestos de salida, a militantes gitanos o gitanas que son los que con mayor garantía van a entender los 750.000 gitanos y gitanas que vivimos en España.
Para esos partidos ésa sería su mejor inversión electoral.