Los 17 ODS contribuirán a concretar la Agenda de Desarrollo Posterior a 2015 concentrando la atención en las oportunidades que permitirán lograr un futuro sostenible. Una de las prioridades de la agenda es reducir a la mitad el desperdicio de alimentos por habitante para 2030, según la meta 3 del objetivo 12, el que establece «Garantizar las pautas de consumo y de producción sostenibles».
Si se logra, la ambiciosa meta no solo servirá para mejorar la seguridad alimentaria, sino también el sustento, así como reducir los gases de efecto invernadero y ahorrar tierra y agua. En definitiva, reducir el desperdicio de alimentos es un objetivo en sí mismo y un medio para lograr otros ODS.
En el mundo se gastan 750.000 millones de dólares al año debido a los alimentos perdidos o desperdiciados en toda la cadena de suministro de alimentos. Reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos podrá ayudar a recuperar el gasto económico y reducir la carga financiera sobre las poblaciones más vulnerables del mundo.
En África subsahariana, una de las regiones más pobres y con mayor inseguridad alimentaria del mundo, el Banco Mundial estima que reduciendo tan solo el uno por ciento de las pérdidas de producción tras la cosecha ya se podrían ahorrar 40 millones de dólares al año. Y de ese monto, la mayoría de los beneficios iría directamente a manos de los pequeños agricultores que cultivan alimentos.
Desde un punto de vista ambiental, la pérdida y el desperdicio de alimentos representa un uso extremadamente ineficiente de los recursos. En términos comparativos, si el despilfarro fuera un país, sería el tercer mayor emisor de gases contaminantes, solo superado por China y Estados Unidos.
Según un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la pérdida y el desperdicio de alimentos liberan a la atmósfera unas 3,3 gigatoneladas de emisiones de gases invernadero.
Además, se destinan grandes cantidades de agua y fertilizantes a la producción de alimentos que nunca llegarán a la mesa. Eso es un enorme coste ambiental a pagar por alimentos a los que los humanos les dan poco a ningún uso.
Desde el punto de vista de la seguridad alimentaria, reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos es una gran oportunidad para cerrar la brecha de calorías entre el lugar en el que actualmente se encuentra el mundo y a donde necesita llegar para alimentar al planeta de forma sostenible.
El mundo actualmente está frente una brecha de alrededor del 70 por ciento entre las calorías de los cultivos producidos y las que se necesitarán para alimentar a una población mundial que se estima rondará los más de 9.500 millones de habitantes para 2050.
Recuperar parte del despilfarro puede ayudar a cerrar la brecha a la vez que consolidar el sustento y mejorar la seguridad alimentaria, sin necesidad de costes ambientales adicionales.
Cómo reducir la pérdida y el desperdicio de alimentos
La buena noticia es que el despilfarro de alimentos, un asunto con frecuencia ignorado, comienza a concentrar la atención que se merece, tanto del público como del sector privado. La tercera semana de septiembre, la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos y el Departamento de Agricultura anunciaron un objetivo ambicioso en concordancia con los ODS de reducir en un 50 por ciento el desperdicio de alimentos en ese país para 2030.
En solo cinco años, Gran Bretaña redujo el despilfarro de alimentos un 21 por ciento, y Dinamarca logró la impresionante disminución del 25 por ciento en el mismo lapso. Por parte empresarial, el Foro de Bienes de Consumo (CGF, en inglés), que representa a más de 400 empresas en 70 países, adoptó una resolución para reducir a la mitad el desperdicio de alimentos entre sus miembros para 2025.
En el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, en inglés) trabajamos para reducir el despilfarro mediante el Protocolo de Pérdida y Desperdicio de Alimentos (FLW, en inglés), junto con nuestros socios CGF, FAO, Fusions, PNUMA, WBCSD y WRAP.
Sobre la base de que «lo que se mide se gestiona», el Protocolo FLW es un esfuerzo de múltiples actores para crear un estándar de rendición de cuentas e información que permita cuantificar la pérdida y el desperdicio de alimentos. El Estándar FLW del protocolo permitirá que los países y las empresas cuantifiquen su despilfarro de forma creíble y consistente e identifiquen dónde y cuántos alimentos se pierden.
Luego, podrán utilizar esa información para identificar las estrategias apropiadas para hacer los recortes del caso. Eso generará réditos económicos, aumentará la seguridad alimentaria y reducirá el impacto ambiental.
El Estándar FLW estará disponible a partir de principios del año próximo, a tiempo para que los países y las compañías fijen sus bases y comiencen a medir sus avances en el marco de la meta 12.3 de los ODS.
Ese parámetro, junto con los esfuerzos para reducir el despilfarro desde la granja hasta la mesa, ayudará a llevar al mundo hacia un futuro con una alimentación más sostenible y con menos desperdicios.