«Europa acaba en los Pirineos», no era sólo una frase, reflejaba el aislamiento que vivía la España de Franco. La llegada de Adolfo Suárez al gobierno español, comenzó a cambiar -lentamente- esa imagen. Suárez fue recibido con cierto recelo por los gobiernos europeos que, en un principio, temían que su pasado en el régimen franquista pudiera frenar la modernización del país y su participación en la vida política europea. Tras las primeras dudas, la Comunidad Económica Europea (CEE), decidió que una manera de apoyar el proceso democrático español era apoyar al gobierno de Suárez.
«La sensación de soledad que teníamos en aquel entonces era verdaderamente terrible», dijo en una ocasión el hombre que dirigió España durante 7 años y tuvo claro desde el primer momento que «con la muerte del General Franco tenía que impulsarse un cambio político que llevara a la democracia». Por eso impulsó la integración de España en la comunidad internacional, de la que había permanecido ausente durante 40 años. La primera institución europea en la que ingresó España fue el Consejo de Europa, en 1977, con el compromiso por parte del Gobierno Suárez de redactar una Constitución democrática.
En 1978 creó el Ministerio de Relaciones con las Comunidades Europeas, un cargo sin cartera que ocupó Leopoldo Calvo Sotelo, que luego le sucedería en la presidencia del gobierno. El segundo y último ministro fue Eduard Punset ya que el departamento se convirtió en secretaría de Estado para las Relaciones con la CEE, integrado en el Ministerio de Asuntos Exteriores, bajo el mandato de Marcelino Oreja.
Tuvieron que pasar dos años para que las distintas instituciones comunitarias decidieran que España era merecedora de pertenecer al club de los «diez» retrasando la primera sesión negociadora hasta febrero de 1977. El 28 de julio de ese mismo año, España inició formalmente el proceso de ingreso en la CEE. Europa exigía al gobierno de Suárez varios requisitos, entre ellos la existencia de un régimen político democrático. Suárez aumentó las relaciones con Europa y en febrero de 1979 se abre las negociaciones de adhesión que llevarían al ingreso de España el 12 de junio de 1985, y se hizo efectivo el 1 de enero de 1986. Casi una década, marcada por los recelos y los continuos golpes de timón por ambas partes.
La CEE estaba atenta a los acontecimientos políticos que tenían lugar en la península Ibérica. La legalización del Partido Comunista (PCE) y la redacción de una Constitución fueron algunos de los pasos que afianzaron la confianza en el gobierno español. Adolfo Suárez reconoció que «legalizar el PCE fue una manera importante de consolidar la democracia en el exterior, de que creyeran en el cambio político de España», pero el intento de golpe de Estado del 23-F de 1981 supuso un parón en unas difíciles negociaciones, con el capítulo agrario y pesquero como gran caballo de batalla. La entrada de un productor del tamaño de España desbarataba las frágiles cuentas de una Europa aún en construcción. Francia se oponía a la competencia directa de los productos españoles, que tuvieron que regular sector por sector. Tras esas árduas negociaciones, en 1985, tres gobiernos después del final de la dictadura, y con el Partido Socialista en el gobierno, España firmaba el tratado de adhesión.
El ingreso de España en la CEE, que se realizó conjuntamente con Portugal, supuso que el club europeo pasaba a tener 329 millones de ciudadanos, y llegaban los 60 primeros eurodiputados españoles. Manuel Marín y Abel Matutes fueron los dos primeros Comisarios en Europa. España rompía definitivamente la frontera de los Pirineos.
Rueda de prensa de Adolfo Suárez en Bruselas el 4 de noviembre de 1977
Fotografías de la visita de Adolfo Suárez a Bruselas y entrevista con Roy Jenkins, presidente de la Comisión Europea en 1977