«El gobierno está plagado de funcionarios corruptos y de milicias de clanes aliados que están decididos a usar (a los trabajadores humanitarios) para sus propios intereses», dice el analista Hassan Abukar.
«El secuestro de trabajadores extranjeros se ha convertido en una forma de sacarle dinero a las organizaciones no gubernamentales (ONG). Al-Shabaab desconfía de ellas por temor a perder el control de la gestión de la asistencia y cree que las agencias lo espían», explica.
En ese contexto, la organización internacional Médicos Sin Fronteras (MSF) anunció esta semana que se retiraba de Somalia, donde ofrece asistencia y brinda atención médica desde hace dos décadas.
El asesinato y acoso que sufre el personal ha dificultado el funcionamiento de la organización, declaró Unni Karunakara, presidente internacional de MSF, en una conferencia de prensa realizada en Kenia el miércoles 14.
MSF, uno de los pocos proveedores de atención médica básica en este país del Cuerno de África, siguió ofreciendo asistencia pese a la guerra civil, los combates entre clanes rivales y la piratería, pero cesará todas sus operaciones de inmediato.
La organización trabaja en este país desde 1991 y actualmente atiende a unas 50.000 personas al mes.
«La gota que colmó el vaso fue darnos cuenta de que las autoridades, combatientes armados y líderes comunitarios apoyaban activamente o aprobaban tácitamente los ataques, los secuestros y los asesinatos sufridos por nuestro personal», subraya Karunakara.
En algunos casos, las personas con las que MSF negocia su libre y segura circulación tienen un papel en el abuso de sus empleados. «Por culpa de sus acciones, cientos de miles de somalíes perderán efectivamente la asistencia médica humanitaria», puntualiza.
Han muerto 16 trabajadores de MSF. Pero además de las decenas de ataques personales, desde 1991 se han visto perjudicadas ambulancias e instalaciones médicas.
La partida de MSF ocurre cuando el gobierno federal de transición se esfuerza por cambiar la imagen del país tras años de guerra civil y hambrunas.
Numerosos analistas coinciden en que la salida de la ONG será un duro golpe para los últimos intentos de atraer asistencia extranjera e inversiones al país.
«El retiro de MSF revela la incapacidad del nuevo gobierno para manejar la seguridad local», dijo Jabril Ibrahim Abdulle, director del Centro de Investigación y Diálogo de Mogadiscio, en entrevista con IPS.
«El retiro de MSF coincide con el intento del gobierno somalí de cambiar la imagen del país, de pasar de un gobierno de transición a uno permanente, y en vísperas de una nueva conferencia sobre Somalia que se realizará en Bruselas a mediados de septiembre, cuando los líderes (de países donantes) se comprometerán a destinar millones de dólares a este país», indica.
La decisión de MSF también revela que, aunque la misión de la Unión Africana y la fuerza independiente de Etiopía expulsaron a Al Shabaab de las principales ciudades somalíes, el grupo extremista mantiene la capacidad de perpetrar actos de violencia a gran escala.
Varios analistas han observado un cambio de estrategia de Al Shabaab ahora que ha reanudado sus ofensivas en la capital. Varias instituciones estatales y aeropuertos han sido blanco de ataques o atentados con bomba, y numerosos funcionarios, comisionados y otros empleados civiles asesinados.
El 27 de julio, el grupo atacó la embajada de Turquía en Mogadiscio y mató a tres personas. El 17 de junio, las oficinas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) también sufrieron un atentado que dejó 15 muertos.
Ahmed Soliman, del independiente Chatham House, con sede en Londres, comenta «Cuando el gobierno es incapaz de evitar ataques contra sus instituciones, no sorprende que ocurra lo mismo contra organizaciones humanitarias y sus trabajadores».
«A MSF le gustaría que las autoridades civiles se tomaran más en serio el procesamiento de quienes cometen actos de violencia. El gobierno podría reforzar ese mensaje y trabajar hacia ese fin», añade.
MSF no es la única organización que se va de Somalia.
En las últimas semanas y debido al aumento de episodios de violencia, la mayoría de las ONG internacionales han retirado a todo el personal no esencial de este país.
Si bien es habitual que aumente la conflictividad durante el mes sagrado musulmán de Ramadán y después disminuya, Abukar no cree que la situación vaya a calmarse «por la nueva dinámica de las facciones de Al Shabaab que se pelean entre sí por el control del territorio».
Los combates internos del grupo extremista y el alejamiento del veterano líder jeque Hassan Dahir Aweys, en julio, podrían ser señales de que la violencia va a continuar.
Considerado el estadista del grupo, Aweys tuvo que entregarse a las fuerzas gubernamentales y ceder el poder al líder Ahmed Abdi Godane, entrenado en Afganistán.
Algunos analistas prevén que eso derive en más enfrentamientos, pues es una facción de línea dura y está decidida a instaurar un Estado islámico. También querrá probar que sigue siendo una fuerza considerable a la luz de las deserciones.
Abukar opina que «La emergencia de milicias tribales leales al gobierno federal que se disputan el poder, la gran cantidad de asesinatos políticos que no se procesan y la creciente incapacidad del gobierno de ejercer el control fuera de Mogadiscio» indican que la violencia no cesará, y añade «Como dice el último informe del Grupo de Control de la ONU sobre Somalia, el gobierno de este país no puede controlar su territorio sin apoyo internacional».
Con la violencia rampante y la partida de MSF, a la que le seguirán otras ONG, la mayor preocupación ahora es la situación en la que queda la población civil, que pierde la tan necesaria asistencia médica. «Por desgracia, el pueblo somalí pagará el coste más alto. La mayoría de la gente no conoce el país sin guerra ni hambre», observa Karunakara.
«Ya llegaba menos ayuda de la necesaria, pero ahora mucha gente se quedará sin la asistencia médica indispensable. En muchos lugares, MSF era, de hecho, la única organización que ofrecía atención médica de calidad».