El médico Pedro Henrique Grezele tenía 24 años cuando se alistó en 2010 para prestar el servicio militar en el ejército. Recién graduado, eligió la Amazonia para poner en práctica los conocimientos que había adquirido en la Universidad Nacional del Estado de Río de Janeiro.
Le tocó realizar muchas misiones dentro de la selva, navegando los ríos amazónicos para prestar asistencia básica a cientos de comunidades ribereñas.
«Atendía a los pacientes en el barco con los medicamentos que teníamos en stock. No había ninguna posibilidad de hacer exámenes, hemogramas o radiografías. Atendíamos todo en base a nuestro parecer, con los conocimientos adquiridos en la universidad», relata.
En el primer semestre de 2010, Grezele pasó varias semanas en una misión por el río Ipixuna, en el sudoeste del estado Amazonas, en el extremo noroeste, cerca del estado de Acre. No había médicos municipales, ni del estado y toda la atención procedía de los militares.
«Allí hice mi primer diagnóstico de cáncer, de un habitante de la comunidad Boca do Puca. Pero estábamos en un barco en medio del río Amazonas y, por tanto, no había tratamiento posible», explica.
En Boca do Puca viven unas 130 personas. El enfermo tenía cáncer en el pene. «Por suerte logramos extraerlo, llevando al paciente a instalaciones del ejército en Manaus (a una distancia de casi 1.400 kilómetros). Si hubiera sido por el estado o el municipio, seguro que se habría muerto», asevera.
Enclavado en la selva, Amazonas es el estado más extenso del país y cuenta con 4.000 médicos para atender a los 3,5 millones de habitantes (1,1 cada 1.000 personas). La
Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que la relación mínima aceptable es de 1,4 por 1.000. Vea esta infografía sobre la cantidad de médicos dentro de Brasil y en otros países:
Pero no se necesita ir a los rincones más alejados de Brasil para darse de cara con la precariedad, aunque sobren médicos.
El sudoriental estado de Río de Janeiro tiene más de 58.000 profesionales para atender a sus casi 16,2 millones de habitantes, es decir 3,6 por cada 1.000 personas en uno de los distritos más pequeños.
Allí, el estudiante de medicina Marcelo T. toma clases en el hospital universitario de referencia, donde atestigua falta de insumos a diario.
«Hubo un caso en que debió suspenderse una intervención por una gotera, cuando ya estaban dispuestos el cirujano, el anestesista y el paciente. A veces puede faltar suero u otros materiales básicos», relata este alumno de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
Brasil tiene menos médicos por habitantes que algunos de sus vecinos, pero no está por debajo de los estándares internacionales e, incluso, supera en este punto a varias naciones industrializadas.
Pero las autoridades sostienen que a este país, con una población de 198 millones de personas, le faltan 53.000 médicos.
El 8 de julio, la presidenta Dilma Rousseff anunció el programa Más Médicos, que procura sanar el déficit de atención de salud atrayendo a profesionales extranjeros para desplegarlos en las zonas a las que se resisten a ir sus colegas brasileños, sea por su distancia de los hospitales de referencia o por la ausencia de infraestructura.
«El Ministerio de Salud no quiere traer médicos de otro país para competir por los empleos de los brasileños», dijo el ministro Alexandre Padilha en una conferencia con corresponsales de la prensa internacional.
«Este programa no quitará el trabajo a ningún brasileño; el extranjero tendrá una autorización exclusiva y restringida para actuar en la atención básica de salud en la periferia de las grandes ciudades y en municipios del interior, que son las áreas de mayor carencia profesional», agrega. Según Padilha, el personal disponible es insuficiente para atender la demanda. En los últimos 10 años se crearon 143.000 vacantes médicas, de las cuales se cubrieron solamente 90.000.
En los primeros días de agosto, concluyó la primera etapa para cubrir vacantes. De los 16.530 profesionales con diploma brasileño o revalidado que se habían inscrito en un llamamiento previo del programa del gobierno federal, solo 938 confirmaron su participación, lo que equivale al seis por ciento de los puestos demandados por los municipios que ascienden a 15.460.
Este puñado se desplegará en las regiones con más carencias de 404 municipios. El resto de las vacantes se cubrirán con personal que venga del exterior.
La cartera de Salud asevera que hay una densidad de 1,8 médicos por 1.000 habitantes, superando el mínimo recomendado por la OMS, de 1,4 por 1.000.
Pero de los 26 estados y un distrito federal, 22 están por debajo de la media nacional y cinco en situación «de gran escasez», según definición de la OMS, con menos de un médico por 1.000 habitantes.
«Llegamos a tener 700 municipios que no cuentan con un médico residente. Tenemos pocos y están mal distribuidos», insiste Padilha.
De acuerdo a la información oficial, hay 374.000 médicas y médicos en actividad. La meta es llegar a 2026 con 600.000. Y el recién creado programa busca elevar la tasa al 2,7 por 1.000 para 2017.
Pero la idea de atraer a extranjeros recibe una lluvia de críticas desde el gremio médico, que prefiere poner el acento en las malas condiciones de trabajo y de instalaciones, que ahuyentan a los profesionales de los lugares donde más se les necesita.
«Esa política va al fracaso. La presidenta Dilma fue mal asesorada e hizo un anuncio de cuño electoral. Es falaz decir que faltan médicos», nos dice uno de los miembros del Consejo Federal de Medicina (CFM), Mauro Brito.
De hecho, los números del gobierno difieren de los del CFM, que sostiene que hay dos médicos por cada 1.000 personas.
«Aumentar el número no va a garantizar que toda la población reciba asistencia de calidad. La salud debe irse al interior. A veces las condiciones de atención son pésimas», dice Brito.
De todo el gasto nacional en salud, cerca del 40 por ciento está a cargo del gobierno federal, y el resto se divide entre las autoridades del estado y las municipales y los servicios privados.
El CFM reclama que se destine a la salud un presupuesto equivalente al 10 por ciento del producto interior bruto, en lugar del actual cuatro por ciento.
El presidente de la Asociación Médica Brasileña, Florentino Cardoso, cree que los principales problemas son la escasa financiación, la mala gestión y la corrupción que impide que los recursos lleguen a destino.
«Hay unidades de salud que funcionan en casas alquiladas, sin camillas para examinar al paciente, sin agua para lavarse las manos ni capacidad de hacer un simple hemograma o una radiografía de tórax», describe.
Las condiciones son peores en las periferias urbanas, las comunidades pobres y en las regiones Norte y Nordeste, las menos desarrolladas.
El salario mensual mínimo de un médico equivale a 1.100 dólares.
En un intento de promover a Brasil como destino de los extranjeros, el ministro Padilha sostuvo que la convocatoria es tanto para jóvenes como «para profesionales experimentados que se quieran mudar y reciclar».
«Será posible atraer a jóvenes bien formados y cualificados, a los que interese conocer y estar más cerca de la realidad brasileña», concluye.