El mundo pierde con rapidez los últimos bosques vírgenes. La mayor parte de este fenómeno se registra en Canadá, no en Brasil ni en Indonesia, dos países que fueron titulares en los últimos tiempos por la gravedad de la deforestación que estaban experimentando. Un nuevo estudio realizado con tecnología de satélite revela que desde 2000 se han perdido o degradado más de 104 millones de hectáreas de bosque, equivalente a tres veces la superficie de Alemania.
«Cada cuatro segundos se pierde un área del tamaño de una cancha de fútbol», subraya Christoph Thies, de la organización ambientalista Greenpeace Internacional.
La extensión de la vegetación perdida, claramente visible en las imágenes de satélite tomadas en 2000 y 2013, es «absolutamente espantosa»; su impacto es global porque esta desempeña un papel fundamental en la regulación del clima, nos explica Thies.
El actual grado de deforestación pone más dióxido de carbono en la atmósfera que todos los automóviles, camiones, barcos y aviones juntos, remarca.
Dice además, que los «gobiernos deben tomar medidas urgentes» para proteger las selvas intactas creando más áreas protegidas y fortaleciendo los derechos de las poblaciones que viven en ellas, entre otras iniciativas como convencer a las compañías madereras y fabricantes de muebles, entre otras, que se nieguen a usar productos de bosques vírgenes.
Greenpeace es uno de los muchos socios en la iniciativa Intact Forest Landscapes (Paisajes Selváticos Intactos, junto con la Universidad de Maryland, el Instituto de Recursos Mundiales y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Rusia, entre otros, que usan imágenes de satélites para determinar la ubicación y la extensión de las selvas intactas más grandes del mundo.
El nuevo estudio revela que la mitad de la pérdida forestal por deforestación y degradación ocurrió en tres países: Canadá, Rusia y Brasil. Esos estados, además, concentran alrededor del 65 por ciento de las áreas boscosas que quedan en el planeta.
A pesar de la atención mediática que concentra la deforestación en la Amazonia y en Indonesia, Canadá encabeza la pérdida forestal desde 2000, al concentrar el 21 por ciento del total. En cambio, en Indonesia fue del cuatro por ciento.
El aumento masivo de las arenas alquitranadas y el desarrollo del gas de esquisto, así como la tala y la construcción de caminos están entre las principales causas de la pérdida forestal en Canadá, precisó Peter Lee, de la organización independiente canadiense Global Forest Watch Canada.
El gran aumento en los incendios forestales es otra de las razones de la deforestación. El cambio climático ha recalentado rápidamente el norte de Canadá, secado la taiga y la ciénaga, dejándolas vulnerables a los incendios.
En las arenas bituminosas de la norteña provincia canadiense de Alberta, más de 12,5 millones de hectáreas de bosque han quedado surcadas por caminos, tuberías, líneas de alta tensión y otro tipo de infraestructura, nos dice Lee.
El desarrollo de las arenas alquitranadas y del gas de esquisto en Canadá podría duplicarse o hasta triplicarse, según las previsiones, en la próxima década y «hay poco interés en el ámbito político federal o provincial por conservar los bosques intactos», añade Lee.
En los últimos grandes bosques vírgenes viven animales salvajes, aves y plantas, observa Nigel Sizer, director global del programa de selvas del Instituto Mundial de Recursos, en declaraciones a la prensa.
Animales como el tigre siberiano, los orangutanes y el caribú requieren vastas extensiones de terreno para sobrevivir, explica Sizer, quien añade que «la pérdida de estas especies lleva a un declive de todo el ecosistema boscoso con tal sutileza que es difícil de medir».
La vegetación puede volver a crecer, llevará muchas décadas y en los bosques del norte más de 100 años. Pero si una especie se extingue o quedan muy pocos ejemplares, llevará más tiempo recuperar el ecosistema, si es que se logra.
Los árboles, las plantas y todas las criaturas que conforman un ecosistema saludable ofrecen a la humanidad una variedad de servicios vitales, entre ellos almacenar y ofrecer agua limpia, aire puro, absorber dióxido de carbono y producir oxígeno, así como fuentes de alimentos y de madera.
Esos servicios «gratuitos» a menudo son irreemplazables y, por lo general, valen mucho más que la madera o que las pasturas para el ganado, subraya Sizer. Paraguay, en solo 13 años, ha convertido el 78 por ciento de su superficie de selvas en grandes extensiones de plantaciones de soja, concluye el estudio
Las imágenes de satélite y los mapas que aparecen en el sitio de Global Forest Watch ofrecen la posibilidad de ver con nuestros propios ojos cómo desaparece con el paso del tiempo.
Los datos recogidos para el estudio se pueden encontrar en su sitio gracias a varias herramientas.
La información muestra que el 25 por ciento del mayor bosque europeo, 900 kilómetros al norte de Moscú, fue talado para la industria maderera.
En el Congo, donde está la segunda mayor selva del mundo, un 17 por ciento se perdió por la tala, la minería y la construcción de caminos. El sitio de Internet de la organización también ofrece detalles de vastas áreas de ese país africano licitadas para iniciativas madereras.
La deforestación se inicia con la construcción de caminos, a menudo vinculados a las industrias maderera y extractiva, explica Thies. En algunos países, como Brasil y Paraguay, la principal razón es la adopción de la agricultura a gran escala, por lo general para cultivos de exportación.
Los nuevos datos pueden ayudar a las compañías comprometidas con la sostenibilidad a determinar qué áreas evitar cuando extraen productos como madera, aceite de palma, carne y soja. Los esfuerzos del mercado deben concentrar más apoyo dada la fragilidad y la gobernanza en muchas de esas regiones, explica Thies.
También pide al Forest Stwearship Council, un programa de certificación voluntaria que fije estándares para la gestión forestal, y que «desempeñe un papel más firme» y mejore sus parámetros para proteger mejor la naturaleza.
Sin medidas urgentes para detener la deforestación, será difícil que quede una selva o un bosque grande para fines de este siglo, sentencia Sizer.