Y esos trofeos los convierten en los admirados de miles de niños y adolescentes que buscan en esas figuras su camino a seguir. En esta línea, supongo que a todo lector le sonará hoy en día, hace dos años sería impensable, el nombre de Carolina Marín, la onubense que se alzó con el título de campeona del mundo de Bádminton el año pasado, y que lo revalidó hace unos días en Jakarta. Sin embargo, ¿le suena también los nombres de otros onubenses como Juan Pérez Mercader, Jonathan Martínez Fábregas o Daniel Martín Vélez? ¿No? Me lo imaginaba...
Nuestros padres se han esmerado desde nuestra infancia en que estudiemos, en que seamos personas de provecho, en que adquiramos un nivel de vida mejor que el que ellos tuvieron. No debemos olvidar que los padres de los que ahora rondamos los 30 y los 40 vivieron el tardofranquismo y la Transición, y los remiendos en su ropa eran para ellos el pan de cada día. No es de extrañar, por tanto, que en nuestra infancia se esforzaran porque nos supiéramos de carrerilla el nombre de científicos o personajes históricos que habían contribuido a que este mundo fuera mejor. Ghandi, Allende, María Teresa de Calcuta, Marie Curie, eran sólo algunos de los nombres que conocíamos desde pequeños, y que representaban ídolos para la sociedad. Personas que habían puesto su granito de arena para que mereciera la pena vivir en este planeta por mucho tiempo.
Mucho ha cambiado este panorama, sin embargo. Preguntenle a un niño de 10 años quiénes son los personajes que antes he citado. ¿Lo saben? Creo que no. En pleno siglo XXI la mayoría de los niños, adolescentes y jóvenes se sabe de carrerilla los nombres de cientos de deportistas, pero de pocos científicos que sí contribuyen a que nuestro nivel de vida y la calidad de nuestra existencia sea mejor. Sin menospreciar el deporte – soy una amante, seguidora, y practicante de muchos deportes, y soy plenamente consciente de los beneficios que tiene su práctica para nuestra salud presente y futura-, creo que los medios también deberían dar cabida a la labor de muchas personas que se dejan la piel en hacer su trabajo, contribuyen a un mejor futuro, y son los grandes ignorados en los medios. O, como a mi me gusta llamarlos, los héroes olvidados. Para ellos va hoy mi pequeño homenaje y mi agradecimiento por esmerarse cada día en hacer de éste un mundo mejor.
Quizás el onubense –de adopción porque nació en Alcalá de Guadaira (Sevilla) pero vivió en Huelva hasta los 18 años- más emblemático de los siglos XX y XXI es Juan Pérez Mercader. Nacido en 1947, y licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Sevilla, obtuvo su Master of Science in Mathematics and Theoretical Physics por Trinity College of Dublín, así como un Master of Philosophy por el City University of New York y su título de Doctor of Philosophy en Física Teórica por el City College of New York convalidado en la Universidad Complutense. Una vez terminados estos estudios, colaboró con el INTA entre 1990 y 1999, iniciando el Laboratorio de Astrofísica Espacial y Física Fundamental (LAEFF). Al año siguiente, fundó el Centro de Astrobiología, asociado a la NASA Astrobiology Institute, siendo su director hasta 2008. Se trata de una institución pionera a nivel mundial, que cuenta con 150 científicos ingenieros de diversas nacionalidades.
Un señor de los pies a la cabeza al que llamé para entrevistarlo cuando comenzaba mis estudios de periodismo en la Universidad de Sevilla, y que me dijo: «Si quieres yo te contesto a tus preguntas, hija, pero yo no soy hombre de contar lo que hago, sino de trabajar...». Un señor del que solo he sabido por revistas especializadas, y nunca a través de los medios de comunicación nacionales, a pesar de ser uno de los pocos españoles que ha trabajado directamente para la NASA...
Que haya un onubense de adopción que ha dedicado gran parte de su vida al estudio del espacio a través de la física parece no interesar a los medios de comunicación nacionales, como tampoco parece importar que algunos de los avances más importantes en la investigación mundial contra el cáncer los esté llevando a cabo un onubense en Dundee (Escocia, Reino Unido). Jonathan Martínez Fábregas, Doctor en Biología por la Universidad de Sevilla, postdoctorado en la Universidad de Dundee (Escocia) e investigador en Biología Celular y Señalización Celular, lleva a cabo su investigación desde 2012 en el Departamento de Señalización Celular e Inmunología en la Facultad de Ciencias de la Vida de la Universidad de Dundee.
Su trabajo ha permitido, en los últimos años, descubrir puntos clave en el proceso de aparición de células tumorales (muerte celular programada), que suele derivar en enfermedades neurodegenerativas o cáncer, entre otras patologías, planteando nuevos terapias para controlar este proceso biológico cuyo desenlace es fatal en muchas ocasiones. Sus descubrimientos constituyen, de esta forma, un importantísimo paso adelante en el sentido en que plantean propuestas concretas sobre cómo luchar contra el cáncer, y aún más, cómo evitar que el proceso de muerte celular programada se produzca. Ha iniciado un camino que puede conducir a la erradicación de una enfermedad que se cobra miles de vidas al año. Una investigación cuyo mérito le fue reconocido con el premio Universidad de Sevilla a Trabajos de Investigación de Especial Relevancia en la Rama de Ciencias en 2014 por su trabajo «Structural and functional analysis of novel human cytochrome c targets in apoptosis» (2014). Mol Cell Proteomics 13: 1439-1456. Además, sus propuestas han sido publicadas en las revistas científicas de investigación en Ciencias de la Vida más importantes del mundo. Tampoco les suena, ¿verdad?...
Probemos con este otro. Daniel Martín Vélez ha sido, y sigue siendo, un joven onubense muy comprometido con los colectivos más vulnerables. Con 22 años, tras ver por televisión como una mujer de su provincia no tenía dinero para comer en octubre de 2012, sintió la necesidad de aportar su granito de arena. Así fue como en febrero de 2013 fundó la Asociación Almacén Solidario, que persigue conseguir comida para ayudar a los más necesitados en la provincia. Además, el colectivo pone en marcha distintas iniciativas a través de las cuales recaudar alimentos, dándoselos posteriormente a los más necesitados. Pero su aportación no es sólo alimenticia, sino que también se esmera en ofrecer apoyo psicológico a aquellas familias que se han quedado sin nada en los últimos años a causa de la crisis, y los ayudan a sobreponerse psicológicamente de este duro revés que les está dando la vida. Tampoco, ¿no?
Si teclean los nombres de estos personajes en un buscador, ninguno de los resultados les llevará a un medio de comunicación de gran difusión...
Supongo que a estas alturas el lector debe estar preguntándose por qué no sabía nada de estos onubenses que también hacen cosas grandes y que han contribuido, y siguen haciéndolo, a cambiar el mundo. Ellos, cierto es, no son campeones del mundo en nada.
Su esfuerzo de muchos y muchos años no es reconocido en los medios, que se afanan constantemente en contarnos la última pelea de Piqué con las autoridades, o las idas y venidas de la Pantoja a prisión, o el modelito que llevaba la reina Letizia en su última visita real a algún país de Latinoamérica, y nulamente en contarnos la contribución de estas personas que se dejan la piel por hacer de nuestro mundo un lugar digno de ser habitado. Y que, en algún caso seguro que así es, se estarán enfadando conmigo por sacarlos de sus anónimos laboratorios o almacenes. Porque ellos son héroes, y lo que más odia un héroe de verdad, es que la gente los saque de sus recónditos hábitats. Ellos son a los que hoy dedico mi recuerdo y expreso mi admiración por lo que hacen.
No quiero decir con esto que dejemos de aplaudir a los deportistas onubenses que, como Carolina Marín, llevan la blanquiazul por todo el mundo. Quiero decir que valoremos a todos por igual. Que si Carolina, a la que animé como la que más el pasado fin de semana mientras disputaba su mundial, merece nuestro aplauso, estos que les he citado más arriba lo merecen de igual forma. Porque ¿qué clase de sociedad conoce más jugadores de fútbol que científicos que contribuyen a salvar sus vidas? ¿Qué clase de sociedad pone el grito en el cielo ante la posibilidad de que el futbol se extinga si no salda cuentas con Hacienda, y no se rebela al ver que nuestra juventud está abocada al fracaso por no contar con medios para seguir estudiando? ¿En qué sociedad los niños ya no quieren ser astronautas, ni médicos, sino futbolistas?
Cuando era pequeña, mi madre me decía: «tienes que estudiar mucho para ser una mujer de provecho». Y cuando tenía cinco años, mi padre me sentaba con él a escuchar a los grandes de la radio. Así conocí a Iñaki Gabilondo. Así comencé a sentir admiración por su espíritu crítico. Y fue ese espíritu el que me llevó a abandonar mi casa con 18 años para comenzar mi carrera como periodista. Hoy, los niños no tienen líderes que aparezcan en televisión a quienes quieran imitar, más allá de deportistas que son presentados como auténticos héroes que vuelven a casa tras una gesta inconmensurable: ganar un partido. Cuando salen científicos, estudiosos, etc., que luchan por un mundo mejor dicen: «qué aburrido». ¡Ojo!, que la sociedad a la que esto lleva es mucho peor que la de ahora, y si los ninis nos parecen un problema hoy en día, ni imaginar quiero lo que serán las generaciones venideras con los mensajes que los medios están lanzando a la opinión pública.
Por todo esto, esta onubense por el mundo que a su manera también intenta hacer de éste un sitio mejor, hoy no firma con su nombre. Porque hoy sólo quiero acordarme de esos héroes olvidados a los que profeso mi admiración y mi respeto, y a los que estoy y estaré eternamente agradecida.