Desde su despacho en el Paseo de la Castellana, Samper hace balance de los 65 años de historia de la Unión y reconoce que todavía siguen teniendo que lidiar con viejas dificultades. Tiene claro que los «peores enemigos de la Unión Europea» siguen siendo los Gobiernos que están «constantemente martirizando» a Bruselas; «los que dicen vámonos de aquí, esto es malo, devuélvanme mi cheque...». «Los Estados miembros nos tienen que ayudar» asegura, y critica la actitud de algunos Gobiernos que cuando las cosas vienen mal dadas se disculpan diciendo «lo ha hecho Bruselas» y sin embargo, venden los éxitos como algo propio. «Es nuestro gran problema endémico», lamenta.
Para las instituciones europeas no pasa desapercibido ese aumento del euroescepticismo en parte impulsado por las dificultades económicas de los últimos años. De hecho, son ya varios los partidos que se sientan en Estrasburgo pese a cuestionar la pertenencia de su país a la Unión Europea. «Tenerlos en el Parlamento Europeo es soportable pero imagínate un Consejo con siete u ocho gobiernos eurófobos o euroescépticos», advierte Samper. Y pone como ejemplo el caso de Croacia, un país recién llegado a la Unión donde la participación en las elecciones europeas apenas supera el 28%. «Si tienes un ministro que constantemente está machacando a las instituciones europeas, cuando después de cuatro años pide a la gente que vaya a votar, ¿cómo le van a hacer caso?».
Referéndum en el Reino Unido
Durante semanas Europa ha mirado con preocupación al Reino Unido, donde los euroescépticos son desde hace tiempo una amenaza para la estabilidad de la Unión. «Afortunadamente ha ganado un Gobierno europeísta», explica Samper, que reconoce estar sólo «medianamente tranquilo», ante el referéndum que ya ha anunciado David Cameron y en el que los británicos se pronunciarán acerca de su continuidad en la Unión. No obstante, el director de la Oficina del Parlamento Europeo en España está convencido de que la city se siente «a gusto» siendo europea, algo que cree que podría servir para frenar las ansias secesionistas.
Y ahora que los resultados electorales británicos ya han quedado atrás, otros comicios que podrían suponer un cambio en Europa son las próximas elecciones generales españolas, previstas para el mes de noviembre. Samper invita a los agoreros a «no jugar a la bola de cristal». «Vamos a esperar a ver qué pasa», insiste frente a los que ya hablan de escenarios catastróficos y cuasi apocalípticos.
«En España no hay ningún gobierno que no haya sido europeo», recuerda Samper, que sin embargo cree que se trata de un europeísmo más visceral que pragmático. «Es necesario más debate para que el mensaje de Europa cale en los ciudadanos». Samper lo compara con la democracia, «que si no velas por ella todos los días corres el riesgo de que se vaya a pique» e invita a no dar alas a los mensajes anti europeístas. «El riesgo es que poco a poco termine por calar en la opinión pública que la Unión Europea no sirve para tanto y que es mejor marcharse», advierte.
Más pedagogía
Para Samper la clave está en lograr que los ciudadanos tengan un mayor conocimiento acerca de la importancia que tiene la Unión Europea en su vida cotidiana. «El roaming, los permisos de las mujeres, la euroorden... son temas muy positivos para la sociedad», insiste. «La pedagogía es fundamental», considera, pero recuerda, que en este aspecto la pelota vuelve a estar en el tejado de los Estados Miembros. Las instituciones europeas únicamente pueden limitarse a campañas institucionales dirigidas a los jóvenes, pero fomentar desde la educación el sentimiento europeo es competencia de los ministerios de Cultura o Educación de cada país.
Lamenta que 65 años después la opinión pública siga pensando que la Unión Europea «está hecha por Bruselas; eso que parece un mundo de cristal». Pide además una mayor implicación de los medios de comunicación, que a su juicio son reticentes a ofrecer noticias «divertidas y positivas» sobre Europa. «Los medios públicos deberían tener esa obligación», añade.
Dice el refrán que siempre se quiere aquello que no se tiene, y con la identidad europea ocurre algo parecido: nos damos cuenta de lo que es, ser europeo cuando salimos de Europa. «Es algo que aprecias cuando vas fuera y que ahora les está pasando a muchos jóvenes». Samper recuerda las colas para pasar las aduanas, los tediosos cambios de moneda o los beneficios actuales de la seguridad social para los residentes en la Unión. «¿Eso no te hace ser un poquito más europeo?».
Samper advierte además de que la única forma de salir de la crisis es remar todos juntos. «Si la legislatura pasada era economía, economía y otra vez economía, ahora tenemos tres retos fundamentales; la inmigración, el terrorismo y la energía», nos explica. Y es que resulta inviable que un solo país pueda resolver el problema de la inmigración en el Mediterráneo o luchar en solitario contra el terrorismo islámico.
«Yo quiero ser europeo porque los problemas que tenga Polonia con la energía también me afectan a mí como español; pero también quiero que un problema mío, español, afecte de forma solidaria a un polaco o a un finlandés», concluye.