¿Se ha convertido la sociedad civil, inmersa en su burocracia interna, en procesos lentos y en la rendición de cuentas a sus donantes, en una parte más de un sistema mundial que perpetúa la injusticia y la desigualdad?. ¿Cómo pueden las organizaciones de la sociedad civil (OSC) construir un movimiento amplio que atraiga, represente y movilice a la ciudadanía, y cómo pueden realizar una transformación fundamental y sistémica, en lugar del cambio incremental?
Este tipo de reflexión introspectiva ha sido la base del proceso de participación de OSC de todo el mundo que se han reunido en Johannesburgo del 19 al 21 de este mes para la conferencia «Hacia un movimiento ciudadano mundial: aprender de las bases».
La conferencia reunió a 200 participantes y fue organizada por DEEEP, un proyecto dentro de la confederación europea de OSC Concord, que fomenta la capacitación de las organizaciones y el trabajo activista en torno a la ciudadanía mundial.
Entre sus principales socios se encuentran Civicus, la Alianza Mundial para la Participación Ciudadana, una de las mayores redes de la sociedad civil del mundo, y el Llamamiento Mundial a la Acción contra la Pobreza (GCAP, en inglés).
La reunión de tres días formó parte de una serie de conferencias y actividades que se organizaron para coincidir durante la Semana Internacional de la Sociedad Civil de 2014, organizada por Civicus, que concluyó el lunes 24.
La ciudadanía mundial es un concepto que gana adeptos dentro del sistema de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), para el deleite de personas como Rilli Lappalainen, secretario general de Kehys, la plataforma finesa de organizaciones no gubernamentales dedicadas al desarrollo.
El quid de este concepto es el empoderamiento de las personas, explica Lappalainen. «Es importante que la gente entienda las interrelaciones a nivel mundial,... que son parte del sistema y que pueden actuar, en función de sus derechos, para influir... con el fin de lograr un cambio y mejorar la vida. No se trata de que alguien más decida las cosas en nombre de los ciudadanos», dijo.
El proceso comenzó en 2013 en la primera Conferencia Mundial, que también se celebró en Johannesburgo. Entonces se destacó la necesidad de hallar formas nuevas de pensar y de trabajar, de procesos de aprendizaje, intercambio y cuestionamiento mutuos.
Este nuevo espíritu de investigación y compromiso, muy evidente en el formato creativo e interactivo de la conferencia de este año, se concentra en un aforismo presentado por Bayo Akomolafe, de Nigeria: «El momento es muy urgente, vayamos despacio».
El discurso de Akomolafe exploró la necesidad de un cambio en el proceso. «Nos damos cuenta de que nuestras teorías sobre el cambio tienen que variar. Debemos reducir la velocidad hoy porque correr más rápido en un laberinto oscuro no nos ayudará a encontrar la salida», señaló.
«Debemos reducir la velocidad porque si tenemos que viajar lejos, tenemos que encontrar consuelo en los demás, en la gloriosa ambigüedad que nos brinda estar en comunidad... Debemos reducir la velocidad porque esa es la única manera en que veremos... los contornos de las nuevas posibilidades», añadió.
El segundo día, un panel sobre «El desafío de las visiones del mundo» ofreció una oportunidad para el aprendizaje y el cuestionamiento mutuo.
El profesor Rob O'Donoghue, del Centro de Investigación sobre el Aprendizaje Ambiental de la sudafricana Universidad de Rhodes, exploró la filosofía de ubuntu. El activista brasileño y organizador comunitario Eduardo Rombauer habló sobre los principios de organización horizontal, mientras que Hiro Sakurai, representante de la red budista Soka Gakkai Internacional ante la ONU, analizó la soka o creación de valor, la filosofía central de la organización.
Una activista de Bután que debía integrar el panel no pudo obtener el visado para acceder a la conferencia, algo que mereció una observación de Danny Sriskandarajah, director de Civicus, acerca de las formas en que se reducen los espacios de trabajo de las OSC en todo el mundo.
La ausencia de mujeres en el panel se señaló como problemática. Uno de los participantes se preguntaba si era posible cuestionar de manera eficaz un sistema mundial, profundamente patriarcal, sin las voces de las mujeres. Esto llevó a la inclusión espontánea de una mujer del público presente.
A los panelistas se les pidió que plantearan las preguntas que, en su opinión, deberíamos hacernos. ¿Cómo entendemos el poder y accedemos a él? ¿Cómo fomentamos la participación de la gente y trascendemos nuestros propios intereses para participar en una forma de pensar basada en el sistema? ¿Cómo pueden las múltiples visiones del mundo reunirse y compartir una brújula moral?
La filosofía ubuntu, explicó O'Donoghue, se define por la afirmación «una persona es una persona a través de los demás».
Esta perspectiva implica que las respuestas a los problemas que afectan a la gente en los márgenes no se pueden definir previamente desde el exterior, sino que deben resolverse mediante la solidaridad y en un proceso de lucha. Uno no puede aportar respuestas, sino compartir los problemas en la compañía de los demás, para que las soluciones comiencen a surgir de los márgenes.
La perspectiva central de la filosofía soka es que cada persona tiene la capacidad innata para generar valor y crear un cambio positivo, en cualquier circunstancia. Millones de personas, según Sakurai, demuestran la validez de esta idea en sus propios contextos.
Un punto similar mencionó Graca Machel, esposa del fallecido Nelson Mandela, la noche siguiente en una recepción de Civicus en la que habló de los profundos desafíos que enfrenta la sociedad civil, a medida que la pobreza y la desigualdad se profundizan y los líderes mundiales parecen cada vez más ajenos a las voces del pueblo.