La noticia de que el Ayuntamiento de Málaga haya decretado el cierre inmediato del parque canino donde los animales hacían sus cacas y sus pipis, es una buena noticia que aplaudimos. Porque rectificar es de sabios. Y porque era impensable que las autoridades municipales malagueñas pudieran mantener un lugar donde los excrementos de los animales se depositaran en el lugar donde estaban las fosas de aquellos a quienes el franquismo asesinó durante la guerra civil española.
Pero esto me ha traído al recuerdo una batalla que los gitanos europeos venimos manteniendo desde hace muchos años contra el gobierno checo reclamando el cambio de lugar de la granja de cerdos establecida en 1973 en la localidad de Lety, en el sur de la Bohemia. Incluso el Parlamento Europeo pidió en el año 2005 que se procediera a la demolición de la granja. Pero a día de hoy la granja sigue en pie.
Fue durante la Segunda Guerra Mundial, en agosto de 1940, cuando se creó en esta localidad un campo de trabajos forzados. Pero en cuanto los nazis se apoderaron del territorio transformaron aquel lugar de condena y sufrimiento en un campo de concentración para los gitanos. Más de 1.300 gitanos, hombres, mujeres y niños fueron internados en el lugar entre el uno de agosto de 1942 y el 8 de agosto de 1943 que fue la fecha en que el campo fue cerrado.
Hemos tenido conocimiento de que, en 1942, según un censo que los nazis tenían del protectorado que ejercían sobre Bohemia y Moravia, vivían en la región 6.500 gitanos. Pero cuando terminó la guerra, según datos oficiales, los malditos nazis habían acabado con la vida del 90 por ciento de la población gitana.
Sabemos que hay un consenso generalizado que insta al gobierno de la República Checa a que desmantele la granja de cerdos de Lety. Hasta la propia vicepresidenta del Senado, Miluše Horská, ha manifestado que ese terreno debería ser un lugar de encuentros y recuerdos, así como de advertencia de lo que fue el Holocausto. Un lugar de reconciliación. El criadero de cerdos, según reconoció Horská, afecta la dignidad del lugar.
Pero los gitanos checos, y con ellos todos nosotros, denunciamos lo que con toda rotundidad dice Miroslav Broz, que es un miembro de la organización gitana 'Konexe' «Nunca hubo la más mínima voluntad política real de comprar y derribar la granja. Las promesas pasadas, en nuestra opinión, sólo sirvieron para tranquilizar a la comunidad internacional de defensa de los derechos humanos».
Nosotros vamos a propiciar, y así lo pediremos oficialmente a la Comisión Europea y a los Diputados del Parlamento Europeo, que revisen los subsidios agrícolas que se reciben en esa región para condicionarlos a que, de una vez por todas, cambien la ubicación de la granja de cerdos y dejen descansar en paz a los centenares de hombres y mujeres, ancianos y niños gitanos que murieron torturados sobre esos mismos terrenos donde se pasean hoy los cerdos.
Así lo exige la justicia y la dignidad de nuestro pueblo.