Jack Levin, profesor de sociología y criminología de la Universidad de Boston apunta a dos razones detrás de los disturbios, los peores en tres décadas.
La primera es la emoción, sin control, de formar parte de ellos. Las personas que se unen a una turba realizan actos que nunca se les pasaría por la cabeza llevar a cabo de manera individual. La gran mayoría de los detenidos tiene menos de 25 años, muchos son adolescentes y para este grupo el ser aceptado por los amigos es lo más importante, copiar lo que otros hacen les convierte en parte de la tribu. Esto explicaría que algunos jóvenes, que en principio solo pasaban por allí, se unieran a los saqueadores.
Pero Levin reconoce que para que los disturbios se desencadenen debe existir un caldo de cultivo. Se ha hablado mucho de desempleo, pobreza y falta de oportunidades. Muchos jóvenes entran a formar parte del mercado laboral cuando el país atraviesa una de las peores crisis económicas de su historia. Existe frustración y rabia en amplios sectores de la población ante la falta de un futuro cierto.
La condena de la oleada de violencia ha procedido de todo el espectro político y social –resulta difícil de entender porque los saqueadores han atacado a la comunidad en la que viven - pero no todos coinciden en las causas de su origen.
Para el primer ministro David Cameron, los cinco muertos y los cuantiosos daños materiales, consecuencia de los desmanes, han proyectado a cámara lenta el colapso moral que sufre el Reino Unido, donde en muchas zonas como Tottenham, donde comenzaron los disturbios, la mayoría de los hogares, dijo, carece de figura paterna. Cameron también ha criticado lo que considera falta de disciplina en las escuelas y comunidades sin control donde las pandillas callejeras solo se rigen por su propia ley. Para el líder de la oposición, el laborista Ed Miliband los recortes sociales del gobierno conservador han jugado su parte en los disturbios.
Sin embargo hay un punto en que gobierno y oposición coinciden. El ejemplo de las clases más influyentes está lejos de ser el ideal. En un análisis que comparten voces procedentes de todo el abanico político, el jefe de las filas laboristas ha asociado el comportamiento de los saqueadores con el reciente escándalo de corrupción en los gastos de los diputados de Westminster y con la avaricia de los banqueros que «pulverizaron los ahorros de mucha gente».
Por lo menos existe un reconocimiento público de que esta sociedad «enferma» es la que ha tenido que pagar la factura y sacar de los números rojos a los bancos británicos, cuyos altos ejecutivos se retiraron con despidos millonarios mientras que el país sufre recortes que afectan de una u otra manera a todos los ciudadanos. Quizá es también un reconocimiento implícito de que en esta sociedad se privatizan las ganancias pero se comparten las pérdidas.