Las ciudades son las principales fuentes de gases de efecto invernadero (GEI), de asentamientos de población y de consumo de energía, los tres factores, sumamente interconectados, que conducen al calentamiento global. Cuanto más se adentre la humanidad en el siglo XXI, su relevancia no hará sino crecer.
Por fortuna, las negociaciones para abordar el cambio climático avanzan más rápidamente en el plano subnacional - local y municipal – que en el internacional, impulsadas por los países, como lo demuestran las alianzas mundiales, tanto dentro como fuera del ámbito de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Sin embargo, esas negociaciones no están en otro planeta y su cartera de soluciones se entrelaza con el destino de la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que comenzó el 30 de noviembre en París y concluye el viernes 11.
«La manera en que se tomen las decisiones como parte del acuerdo, incluida la financiación y la agenda de soluciones, todas estas decisiones se implementarán en ese nivel subnacional por lo que son clave para el éxito», declaró la ministra de Ecología, Energía y Desarrollo Sostenible de Francia, Ségolène Royal.
La ministra habló durante la presentación en la COP21 de un plan quinquenal para elevar la acción de ciudades y regiones que abarcan a los cinco continentes y equivalen a una quinta parte de la población mundial.
El plan se puso en marcha bajo la plataforma Agenda de Acción Lima-París, un mecanismo creado durante la COP20 celebrada en 2014 en la capital peruana, como una forma de incluir a los llamados actores no estatales en la búsqueda de una solución climática.
Su grupo de trabajo incluye actualmente a más de 2.200 localidades urbanas en todo el mundo, desde la capital de Mongolia, Ulan Bator, a los bastiones de la globalización, como Nueva York y Londres, y se suma a esfuerzos anteriores como el del Grupo de Liderazgo Climático, o C40.
El Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Hábitat) señala que las áreas urbanas son responsables de hasta 80 por ciento de la emisiones mundiales de GEI, y se calcula que, para mediados de siglo, alojarán a cerca de 70 por ciento de la población mundial. Tokio, por ejemplo, emite hasta 62 millones de toneladas de GEI por año, lo que equivale a las emisiones de los 37 países menos contaminantes de África.
Su transición a una economía más ecológica también es una necesidad económica.
Si el mundo no altera la marcha de su economía, de alto contenido en carbono, deberá invertir 90 billones de dólares, o un promedio de seis billones de dólares al año, en la infraestructura, la agricultura y la energía de las ciudades en los próximos 15 años, según el informe «Mejor crecimiento, mejor clima», de la organización New Climate Economy.
No obstante, el informe añade que se necesitarían solo 270.000 millones de dólares al año para acelerar la transición mundial a una economía con bajas emisiones de carbono, por medio de energía limpia, ciudades más compactas, mejores sistemas de transporte público y usos de la tierra más inteligentes.
Estas y otras decisiones de reducción de las emisiones de GEI las tomarán los delegados de los países presentes en la conferencia en París, pero el trabajo pesado real lo harán los niveles subnacionales.
En la «COP21 es la primera vez que se reconocerá plenamente las voces de las ciudades en una conferencia mundial de la ONU sobre el cambio climático, y la primera vez que los alcaldes se congregarán en gran número para exigir medidas audaces», aseguró el enviado especial de la ONU para las Ciudades y el Cambio Climático, Michael Bloomberg, durante Ciudades por el Cambio, un evento paralelo en París.
La COP21 tiene lugar en un momento crucial.
Este año, París sufrió una contaminación que envolvió a la Torre Eiffel en una bruma, y esta semana Beijing ha lanzado una advertencia de «alerta roja» por el esmog en la capital china y procedió a suspender sus actividades para proteger a la población, por lo que los alcaldes y planificadores urbanos se apresuran para actuar.
La ciudad belga de Gante ha puesto en marcha proyectos que abordan el cambio climático. En su intervención en un acto paralelo en la COP21 llamado «Pacto mundial de alcaldes. Hacia ciudades sin emisiones de carbono e inclusivas», la alcaldesa Tine Heyset destacó las políticas climáticas emprendidas localmente.
«La política climática debería contribuir a reducir las emisiones. Puede contribuir a tener una ciudad habitable, a la reducción de la pobreza y a mejores viviendas. Las autoridades locales pueden demostrar que la política climática... no solo es buena para el clima, sino que también lo es para los ciudadanos», sostuvo.
Y no solo las ciudades del Norte industrializado aplican medidas audaces en este sentido. La alcaldesa Josefa Errázuris, de la localidad chilena de Providencia, también informó acerca de sus proyectos, como el cambio del alumbrado público a luces con tecnología LED y la meta de reducción de los GEI al 50 por ciento sobre la base del nivel de 2014.
«Con el fin de proteger a nuestra comuna y la sostenibilidad de nuestro territorio, tenemos esfuerzos para incluir el cambio climático como parte de las políticas», destacó Errázuris.
Pero las zonas urbanas también soportan una pesada carga.
Durante su intervención, la ministra francesa Real mencionó el doble carácter de las ciudades como «los lugares con más gases de efecto invernadero, pero también donde se necesita una acción concreta y urgente» para hacer frente a los impactos negativos del cambio climático.
Un estudio de 2013 publicado en la revista científica Nature advertía de que, sin la adopción de mayores defensas o recortes de emisiones, el coste mundial de las inundaciones en las ciudades podría elevarse a un billón de dólares por año en 2050, y los perjuicios podrían propagarse a todos los rincones del planeta.
Como focos donde se concentra la pobreza, las ciudades carecen de la capacidad de resistencia necesaria para soportar el cambio climático y sus consecuencias, que por lo general son peores en las localidades y comunidades más vulnerables.
El informe de la ONU «Perspectivas mundiales de urbanización 2014» reveló que 828 millones de habitantes viven actualmente en barrios marginales, un número al que cada año se le suman seis millones de personas.
Pero no se trata solo de los habitantes más vulnerables. Un artículo publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences afirma que si el calentamiento global continúa a este ritmo, la mitad de las viviendas en 21 ciudades de Estados Unidos estarán bajo el agua para el año 2100.