La cumbre oficialmente no ha comenzado hasta bien entrada la noche porque las reuniones previas con el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, o los confesionarios bilaterales se han demorado más de la cuenta a la hora de fijar las líneas rojas de cada uno de los 27 o, lo que lo es lo mismo, hasta donde está cada uno dispuesto a ceder.
La propuesta suavizada de Van Rompuy sobre la original de la Comisión Europea, que reduce gastos en fondos regionales y agrícolas, no convence ni a unos ni a otros, pero eso también puede dar una señal de posible consenso. De momento, todos juegan la baza de amenazar con vetar los presupuestos como arma.
El más firme, el primer ministro británico, David Cameron, que exige su «cheque» para compensar las ayudas agrícolas que reciben los del Sur y pide un recorte más profundo. Pero ¿por qué solo un cheque británico? Dinamarca quiere también el suyo y otros comoHolanda, Finlandia, Suecia y Austria, con Alemania a la cabeza, no están dispuestos a aceptar la tímida subida del presupuesto que propone Bruselas. «Se destinan demasiados recursos a lo que Europa era, pero no a lo que Europa debería llegar a ser», asegura el primer ministro sueco, Fredrik Reinfeldt.
Parece evidente que la canciller alemana, Angela Merkel, marca el paso en esta cumbre, pero lo está haciendo desde la sombra. Sus declaraciones, pocas horas antes de comenzar el Consejo, no eran belicosas: «En tiempos de consolidación fiscal en Europa, tenemos que ocuparnos de que los gastos no sean muy grandes», ha dicho.
El francés François Hollande, a caballo entre los ricos y los que los no quieren perder ayudas agrícolas, mantiene una posición intermedia con el eslogan del crecimiento y argumenta que «la política agrícola no es una política francesa, es una política europea que permite a Europa alimentarse y exportar».
Una visión de la jugada que viene muy bien a otros países del Sur, como Italia. Su primer ministro, Mario Monti, cree que el país ha estado tradicionalmente «penalizado» en los presupuestos europeos y esta vez quiere jugar fuerte.
El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, ha confesado que está en Bruselas para «dar la batalla», pero «con espíritu constructivo. Con la actual propuesta, España perdería 20.000 millones de euros en ayudas, los que salvarían muchos programas de ayudas que los recortes nacionales están eliminando.
Sin embargo, Rajoy parece poco confiado en llegar a un consenso en esta cumbre y resta importancia al desacuerdo. «A mí me gustaría que hubiera un acuerdo pero en caso de no haberlo, tampoco sería un drama», ha dicho el presidente recordando que se trata de unos presupuestos para que la UE funcione a partir de 2014.
Si lo trascendido hasta ahora no es un farol de los líderes europeos y van en serio en sus posiciones de partida, todo hace pensar que seguirán las negociaciones para volver a intentarlo en un próximo Consejo Europeo que se celebraría en febrero.