El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy; el presidente del Parlamento Europeo, Jerzy Bucek; y el de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, asisten hoy en Roma a la ceremonia de beatificación de Juan Pablo II.
Contrasta la presencia de los tres líderes comunitarios con el nivel de representación de los 27 Estados de la UE, distinto en cada país. Asisten los reyes Alberto II y Paola de Grecia, los grandes duques de Luxemburgo y los presidentes de Italia y Polonia. Francia envía a su primer ministro, François Fillon; Alemania, a su ministro de Interior, Hans-Peters Friedrich; y Reino Unido, a los duques de Gloucester. Por España, están los Príncipes de Asturias y el ministro de la Presidencia, Ramón Jaúregui.
El portavoz de la Comisión Europea, Olivier Bailly, preguntado por los periodistas sobre la asistencia de Barroso a los actos del Vaticano, ha comentado que «el presidente y la Comisión quieren rendir homenaje al papel que el Papa ha jugado en la historia europea y en el desarrollo de la democracia y de la libertad a finales del siglo XX en Europa».
La visión del gobierno de la UE es que Juan Pablo II «desempeñó un papel histórico eminente en la apertura de países que estaban bajo el yugo de la Unión Soviética». Por tanto, «sea cual sea el carácter religioso de la ceremonia organizada por las autoridades del Vaticano, quiere aportar su homenaje a dicho papel».
Karol Wojtyla será el décimo papa proclamado beato por la Iglesia católica. Será beatificado por su sucesor, Benedicto XVI, colaborador suyo al frente de la Congregracion de la Doctrina de la Fe. Casi unánimemente se reconoce a Juan Pablo II como uno de los líderes más influyentes del siglo XX y especialmente por su anticomunismo, pero también por haber combatido los movimientos más progresistas del catolicismo, precisamente junto al actual papa, entonces cardenal Joseph Ratzinger.
Dentro de la Iglesia católica promovió una nueva evangelización y difundió un compromiso ético en la defensa de los derechos humanos, pero mantuvo una firme oposición al aborto y la fecundación artificial en defensa de la familia. Sus críticos consideran que el papado de Juan Pablo II supuso un retroceso notable en los avances que había dado el concilio Vaticano II e impuso una línea neoconservadora al catolicismo.