La resolución elaborada por Francia habilita la creación de una fuerza de 10.000 militares y 1.800 policías que tendrán la misión de restaurar el orden e impedir el resurgimiento de la violencia sectaria, que ha dejado miles de muertos y desplazado a casi un cuarto de la población.
El Consejo había mandatado a una fuerza conjunta de la Unión Africana y Francia que hasta ahora se ha demostrado incapaz de detener los ataques a las comunidades musulmanas, particularmente a las que se encuentran fuera de la capital, Bangui.
La sesión del Consejo estuvo precedida por informes de ataques de las milicias cristianas antibalaka (antimachete) en la central localidad de Dekoa, 300 kilómetros al norte de Bangui, que dejaron unos 13 muertos.
Pero organizaciones de derechos humanos señalan que pasarán seis meses antes de que la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en la República Centroafricana (Minusca), comience a funcionar.
«Hay decenas de miles de centroafricanos vulnerables que necesitan protección y asistencia ahora mismo», dijo Mark Yarnell, de la organización Refugees International. «Una operación de paz de la ONU, una vez que esté plenamente desplegada, puede contribuir a la paz y a la estabilidad a largo plazo. Pero no podrá hacer frente a las atrocidades, el desplazamiento y las graves necesidades humanitarias que hay en el terreno hoy», añade.
La transferencia de muchos de los 5.000 soldados de la Unión Africana se realizará el 15 de septiembre, fecha oficial del inicio de las operaciones de paz de la Minusca. Todavía no está claro, debido a la falta de efectivos, cuándo llegará a su plena capacidad.
«Ni para septiembre se conseguirán 10.000 soldados, por la gran escasez mundial», dice Yarnell «No hay garantía de que lleguen para esa fecha».
Un portavoz de la ONU nos explicó las dificultades logísticas de la República Centroafricana, que no tiene salida al mar y carece de infraestructura que facilite el movimiento de fuerzas de paz. «Podemos enviar ingenieros para que brinden asistencia y enviar equipamiento a Camerún, donde se encuentra el puerto más cercano», dijo.
«Las carreteras y puentes deben ser reparados, así como toda la infraestructura de transporte. En Bangui hay solo dos hoteles. Necesitamos construir nuestras bases, comenzando con las instalaciones sanitarias y las oficinas», añade.
Los esfuerzos de paz llegan casi dos años después de que Séléka, una coalición informal de rebeldes musulmanes del marginado noroeste centroafricano y de Chad, se alzara en armas contra el gobierno del presidente François Bozizé.
En marzo de 2013, los rebeldes tomaron el control de Bangui y durante casi un año retuvieron el poder en medio del caos, despojando al Estado de la poca infraestructura que le quedaba y atacando a los cristianos con impunidad.
La reacción de la mayoría cristiana fue crear las milicias de autodefensa antibalaka, que mantienen vínculos con el antiguo gobierno. Tras la llegada de las tropas francesas y africanas en diciembre, las milicias comenzaron a ganar la partida.
En enero, bajo presión internacional, Michel Yotodia, exlíder de Séléka, renunció a la Presidencia y los rebeldes comenzaron a retirarse de la capital, creando un vacío de poder y dejando a las comunidades musulmanas bajo la amenaza de represalias de la mayoría cristiana.
Las fuerzas de paz estuvieron torpes a la hora de reconocer que la nueva y mayor amenaza era las milicias cristianas, aun cuando estas perpetraron repetidamente masacres en enclaves musulmanes, que derivaron, según la ONU, en una campaña de «limpieza étnico-religiosa» en el oeste del país.
En un informe publicado este mes, la organización humanitaria Amnistía Internacional califica el éxodo de musulmanes centroafricanos de «tragedia de proporciones históricas». «El actual patrón de limpieza étnica no solo causa un enorme daño a la propia República Centroafricana, sino que también establece un terrible precedente para otros países de la región, muchos de los cuales ya tienen sus propios conflictos sectarios y étnicos», señala el estudio.
En respuesta a una petición del gobierno centroafricano, la resolución del Consejo da a la Minusca la capacidad de emergencia para apoyar la magra fuerza policial estatal, autorizando a los cascos azules a realizar arrestos y cumplir funciones básicas de mantenimiento del orden.
El primer contingente de unos 1.000 cascos azules de la Unión Europea (UE) llegó esta semana, aliviando así a las fuerzas francesas que vigilan un campamento para desplazados en el aeropuerto de Bangui.
Hasta que la Minusca entre en funciones plenamente, los cascos azules de la UE asistirán a las autoridades locales para reconstruir el sistema judicial y penal. Varios líderes antibalaka detenidos en los últimos días lograron huir o recuperaron su libertad horas después de su arresto.
El Consejo de Seguridad tuvo la oportunidad de enviar una misión de paz en noviembre, pero decidió dar tiempo a la Unión Africana para demostrar su capacidad de contener la violencia.
Los observadores han elogiado la actuación de los soldados de Ruanda y Burundi, pero los cascos azules de Chad han estado implicados en atrocidades, como la muerte de más de 30 civiles en un mercado el 29 de marzo.
Los uniformados chadianos intentaban evacuar a los residentes de uno de los pocos enclaves musulmanes que quedan en Bangui, cuando comenzaron a disparar. Tras ese incidente, Chad retiró a su batallón de la misión de la Unión Africana, obligando al bloque a reunir otros 870 efectivos.
La votación en el Consejo sobre la República Centroafricana se produce cuando Ruanda rememora los 100 días del genocidio que sufrió hace 20 años.