Era un aspirante a artista que había vivido la persecución y censura hacia su padre y llegó a Nueva York para respirar aires de libertad desde el agobiante régimen chino, tras la muerte de Mao. Allí se convirtió en un miembro activo de la comunidad china de artistas e intelectuales de vanguardia y allí se forjó para ser un artista reconocido mundialmente.
Entre 1983 y 1993, la Gran Manzana fue para él el escaparate de un modo de vida radicalmente distinto a lo que conocía, que quedó grabado en su cámara a través de más de mil fotos. Peleas en Tompkins Square Park, travestís en el Festival de Wigstock o retratos de artistas y amigos chinos y americanos son protagonistas de estas primeras obras de Ai Weiwei que ahora se exponen en Berlín.
«Las fotografías constituyen una instalación artística que reproduce las experiencias personales, los pensamientos y las impresiones del artista», dicen los responsables de la muestra en el Museo Martin-Gropius-Bau, «fotos de él mismo escenificadas de forma muy interesante» y con el «humor sarcástico» propio de su obra.
A comienzos de este año, Ai Weiwei estuvo detenido en China durante casi tres meses sin que se conociera su paradero y provocó una reacción mundial en defensa de los derechos humanos en su país. Después quedó en arresto domiciliario en Pekín hasta hoy, con la prohibición de hablar con la prensa.
No se sabe cómo, pero en la presentación de la muestra berlinesa llegó un videomensaje del artista, escueto pero elocuente: «Hola, soy Ai Weiwei, estoy muy contento de que mi exposición pueda ser mostrada en Berlín. Desearía estar allí, pero no puedo. Espero que todos disfruten de la muestra. Hasta luego».
Esta misma semana, Ai Weiwei ha sido nombrado el hombre más influyente en el mundo del arte por la revista ArtReview.