El ex primer ministro Boiko Borisov, líder del partido conservador populista GERB, ganaba las elecciones en Bulgaria hace tres semanas con un 33,6% de los votos, más del doble de lo que lograban sus más inmediatos rivales. Borisov, quien dimitió en febrero de 2013 en medio de una ola de protestas sociales, volvía a ganar unos comicios en el considerado como el país más pobre de la Unión Europea. Detrás de él quedaron el partido socialista PSB, con el 16,5% por ciento, y el partido de la minoría turca MDL, con el 14,1% de los votos, en unos comicios donde apenas votó la mitad de los ciudadanos llamados a las urnas, el 48%.
Esta pasada semana quedó constituido por fin el nuevo Parlamento de Bulgaria que ya cuenta en su haber con varias peculiaridades. Por un lado, los diputados han sido elegidos por solo el 48% de los votantes, pero sin embargo lo hacen en representación del 90% de los que acudieron a las urnas, así como ocho grupos parlamentarios e idéntico número de vicepresidentes. Pero ahí no acaba la cosa, la inestabilidad parece ser la nota predominante en estos nuevos tiempos políticos para Bulgaria y en solo unas semanas desde las elecciones ya se han sucedido hasta tres protestas.
Una contra el Movimiento de Derechos y Libertades, partido de la minoría turca, por la presencia de un diputado que ha logrado su escaño debido a la extraña repartición de votos del extranjero, en concreto de Turquía donde le adjudicaron escasos 800 votos en dos ciudades sin población musulmana.
Otra protagonizada por el partido Bulgaria sin Censura que cuestionaba un escaño, logrado por el voto preferencial. En este sentido, quedó desbancado el número dos en la lista y, pese a la presión de la junta directiva, la elegida no ha renunciado a su presencia en el Parlamento, declarándose independiente.
Y, en tercer lugar, los afectados por la insolvencia del Banco Corporativo Comercial. Miles de búlgaros tienen sus cuentas congeladas desde el pasado junio. Anteriormente una de las entidades más solventes del país, sufre ahora un agujero que supera los 2.000 millones de euros y que también afecta a instituciones nacionales como ministerios, ayuntamientos y hospitales, y a parte del sistema bancario.
En la primera sesión en el nuevo Parlamento búlgaro tampoco faltó el desplante del líder del ultranacionalista partido Ataka, Volen Siderov que decidió hablar por el móvil en medio del discurso del presidente y dijo, refiriéndose a la bandera de la UE, que era «un azul ilegítimo».
Y es que, tres semanas después de ser elegido presidente de Bulgaria y tras intensas reuniones, Borisov sigue sin encontrar los apoyos que necesita para presentar un proyecto de gobierno. El mismo Borisov ha presentado tres posibilidades: un mandato a corto plazo para celebrar en el segundo semestre del próximo año nuevas elecciones parlamentarias, coincidiendo con las municipales, una legislatura de dos años y que las nuevas elecciones coincidan con las presidenciales o una tercera posibilidad, un gobierno a largo plazo.
La mala situación de Bulgaria
En medio de esta inestabilidad política que vive el nuevo gobierno de Bulgaria, las reformas económicas y sociales se hacen urgentes en un país cuyas perspectivas económicas son de las peores de la UE, pese a mantener unas buenas tasas de empleo. Bulgaria, que ya recibió cerca de 20.000 millones de euros en 2010 de manos de la Troika, 10.000 millones del Fondo Monetario Internacional, 5.000 millones de la Comisión Europea y 1.500 millones del Banco Central Europeo, tiene una tasa de pobreza in crescendo del 20%,
Los ingresos de los búlgaros son tan bajos que para llegar a los de los portugueses por ejemplo, considerados entre los de menos ingresos de la zona euro, deberían esperar hasta 2040. Por otro lado, los costes de la energía, en manos de operadores extranjeros, son excesivamente altos, las tasas de corrupción son de las más altas de Europa y los salarios de los más bajos entorno a los 400 euros al mes y con pensiones, en algunos casos, de apenas 100.
Bulgaria, con una deuda de más de 8.000 millones de euros, tiene su Producto Interior Bruto (PIB) estancado, sin apenas crecimiento desde hace ya medio lustro y el nivel paralizado aún más como consecuencia de la crisis económica. Cerca de 2 millones de búlgaros han dejado el país en los últimos quince años.