El propio Schulz, actual presidente del Parlamento Europeo y candidato socialista admitía en un primer debate electoral que «no sé lo que nos distingue» refiriéndose al candidato popular, Jean-Claude Juncker. Esta semana, el expresidente de la eurocámara, José María GilRobles, decía en un acto organizado por el INCIPE, que «aunque no era muy bueno con la bola de cristal», todo apuntaba a que habría una gran coalición de socialistas y populares «que son los que tienen el poder en Europa» y que «seguramente», Juncker sería presidente de la Comisión y Schulz podría tener el cargo de vicepresidente económico o la cartera de exteriores (dos cargos muy deseados), mientras que Verhofstadt podría ser presidente del Parlamento o sustituir a Catherine Ashton.
Es decir que ya lo tienen casi todo repartido. Todo eso cuando hoy se abren las urnas en Reino Unido y Holanda, curiosamente dos países con partidos antieuropeístas muy arraigados. Ir a las urnas se ha convertido en un puro trámite para los dos grandes partidos que se han adueñado de la democracia en Europa. Ambos han buscado el voto del centro, mayoritario en el continente y al final han tenido que combatir por ese espectro electoral y compartir resultados formando gobiernos coaligados, o la alternancia en el poder, el sistema más habitual. El ejemplo más claro es el de la «gran coalición alemana», una práctica que ahora trasladarían a Bruselas, se supone que para salvar a la UE y volver a enderezar la nave, gravemente dañada durante la crisis económica.
Uno se pregunta, porque no la formaron en plena tormenta en el año 2010, cuando era necesario unirse todos para evitar daños mayores, como los rescates de países a la deriva o reducir el naufragio de la Europa social y laboral. Entonces sí se hizo una gran coalición, pero antidemocrática: se creó la troika, (CE, FMI y BCE). Organismos que no son elegidos por los ciudadanos, que solo respondieron ante los mercados poniendo y quitando gobiernos, sin tener en cuenta la soberanía nacional, ni lo que habían elegido los ciudadanos en sus respectivos países.
El lema «Esta vez es diferente» parece más una campaña de marketing que una campaña social y todo hace temer que las urnas en la UE ya no son transparentes y que ir a votar es un puro trámite para repartirse los cargos. Algo que pueden evitar los ciudadanos si acuden masivamente a los colegios electorales, dejando muy clara su opinión.