La vertiginosa expansión china impulsó económicamente a las naciones latinoamericanas y a cambio, la región recibió los productos terminados de las industrias del gigante asiático, créditos de su sistema bancario internacional y una fuerte inversión en infraestructura.
Pero ante el freno de ese explosivo crecimiento chino, los países latinoamericanos tienen dos opciones: avanzar hacia una economía de mayor valor agregado o perder relevancia con un modelo económico obsoleto heredado del siglo XX, coincidieron en plantear varios especialistas a los que hemos consultado.
«En los últimos cinco años, la relación entre América Latina y China ha estado dominada por América Latina enviando algunas materias primas a China y China exportando bienes manufacturados hacia América Latina», explica la sinóloga estadounidense Rebecca Ray.
«Pero esto podría estar a punto de cambiar», advirtió la investigadora de la Universidad de Boston y coautora del Boletín Económico China-América Latina de la Iniciativa Mundial de Gestión Económica (GEGI, en inglés).
Según Ray, los gobernantes chinos están virando hacia una estrategia de desarrollo con énfasis en crecimiento lento pero sostenido y que prioriza el consumo interno de sus ciudadanos sobre la producción de sus factorías, lo que abre espacios a importar bienes manufacturados de otros países.
El camino hacia ese futuro fue uno de los ejes de debate del Foro de Cooperación América Latina-Asia del Este, reunido en esta capital costarricense entre el martes 18 y este viernes 21, en que participaron cancilleres y altos funcionarios de 36 países, bajo el concepto de «dos regiones, una visión».
Ante el resfrío de la economía china, deben ser los tomadores de decisiones de la región quienes asuman la iniciativa y planteen alternativas económicas de mayor valor agregado, plantearon de manera uniforme los especialistas consultados.
Hasta ahora, la región ha tardado en dar el salto. Tan solo cinco productos primarios (soja, hierro, petróleo y cobre en bruto y cobre refinado), acaparan el 75 por ciento de las exportaciones a China y la presencia de bienes manufacturados es mínima.
Sin embargo, el otro gran eje económico entre el gigante asiático y América Latina, la inversión en infraestructura, podría paradójicamente beneficiarse de la desaceleración y de la reforma en la dirección de la economía china, adujeron los expertos.
El freno de la locomotora económica global desde 2014, cuando el crecimiento chino fue del 7,4 por ciento, el más bajo en 24 años, «puede afectar las economías que dependen de estas cuantas materias primas. Pero, en contraste, las inversiones chinas en infraestructura pueden ayudar a otras industrias», analizó Ray.
Bien administrados, adujo, los proyectos con capital chino pueden cerrar las históricas brechas de la región en infraestructura y servir de plataforma para el desarrollo de otras industrias que puedan valerse de la inversión en transporte y energía, dos grandes ejes para los asiáticos.
«Ojalá los tomadores de decisiones usen esta oportunidad para potenciar el desarrollo en industrias no tradicionales», reflexionó.
Keiji Inoue y Sebastián Herreros, de la División de Comercio Internacional e Integración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), coincidieron en señalar que la nueva realidad china alimenta esa oportunidad.
«En la medida en que esos proyectos estén alineados con las prioridades de los países de la región, una mayor presencia china podría contribuir a cerrar gradualmente la brecha de infraestructura que caracteriza a América Latina, y de este modo a fortalecer la integración regional y mejorar su competitividad internacional», adujeron en un análisis conjunto elaborado para IPS.
La vocación china por la infraestructura latinoamericana tiene entre sus componentes, recordaron, la búsqueda de sus bancos de colocar superávits en el ahorro de sus economías. Pero el modelo de la creciente relación de la región con China no propicia el optimismo.
Hasta ahora, las exportaciones regionales a la potencia asiática «crean menos empleos, generan más gases de efecto invernadero netos y usan más agua que otras exportaciones de América Latina y el Caribe», destacó el GEGI en un análisis.
Entre tanto, China propicia y financia polémicos megaproyectos en la región, como el Gran Canal de Nicaragua, adjudicado al grupo chino Hong Kong Nicaragua Canal Development (HKDN-Group) por 50.000 millones de dólares y el Ferrocarril Transconinental de 5.000 kilómetros, destinado a conectar Brasil y Perú, aún en fase exploratoria.
Las inversiones chinas han potenciado, además, una relación comercial basada en materias primas. Según la Cepal, entre 2010 y 2013 casi el 90 por ciento de la inversión china en la región se dirigió a actividades extractivas, particularmente minería e hidrocarburos.
«Desde esta perspectiva, efectivamente, la importante demanda de China a nivel global de materias primas ha consolidado y reforzado la especialización en estos procesos, también conocido como de 'reprimarización' económica», nos explica el coordinador del Centro de Estudios China‐México, Enrique Dussel.
Sin embargo, el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México fue enfático en que, ante las señales, los países latinoamericanos deben responder. «La responsabilidad y necesidad de una toma de decisión está del lado de América Latina y el Caribe, no de China», apuntó.
Esta reprimarización regional ocurrió cuando América Latina se dejó seducir por las oleadas de precios altos de las materias primas durante la década pasada y priorizó estas exportaciones sobre otras de mayor valor agregado.
Así, la participación de productos primarios dentro de las exportaciones regionales aumentó de 44 por ciento a inicios de este siglo a más de 60 por ciento, una cifra inédita desde inicios de la década de los 90, según estudios de la Cepal.
Por su parte, los productos manufacturados suman 64 por ciento de las exportaciones chinas hacia la región y comprenden bienes menos sensibles a variables en los precios, como maquinaria y artículos electrónicos.
Entre 2000 y 2014, las importaciones totales desde China pasaron de representar el dos por ciento al 14 por ciento del total regional.
Dussel explicó que el crecimiento chino resaltó los graves problemas de las exportaciones regionales. A su juicio, estos no residen necesariamente en la prevalencia de materias primas, sino en que estas industrias tienen «un mínimo valor agregado y nivel tecnológico».
Para los especialistas Inoue y Herreros, de la Cepal, hay una oportunidad en los cambios de orientación del desarrollo chino. Plantearon que «en términos simples, el rebalanceo (chino) apunta a reducir la importancia relativa de la inversión y de las exportaciones en el crecimiento de su economía, apoyándose en un mayor peso del consumo de los hogares».
«En la medida en que este proceso surta efecto, ello debiera favorecer la diversificación de las exportaciones latinoamericanas a China», indicaron.
Los dos especialistas esperan que sectores como la agroindustria y los alimentos pesados pudieran adquirir protagonismo en la región, aunque advierten que los efectos pueden tardar años en verse y para que cristalicen los tomadores de decisiones deben dar pasos ambiciosos hacia la consolidación de la región como un bloque comercial.
«Se requiere también avanzar más decididamente hacia un mercado regional verdaderamente integrado. Ello aumentaría el atractivo y el poder de negociación de América Latina frente a China, el resto de Asia y los otros grandes actores de la economía mundial», apuntaron Inoue y Herreros.