Pero esto solo se debe al hecho de que en general, el sistema de los medios de comunicación ha dejado de proporcionar puntos de vista alternativos... y algunas personas incluso ignoran que el rescate es un préstamo y por lo tanto aumenta la inmensa deuda del país.
En efecto, la economía productiva de Grecia vio muy poco de ese dinero, ya que los rescates han sido operaciones financieras, donde los ciudadanos griegos no solo no reciben nada, sino que incluso deben pagar un precio brutal.
La verdad detrás de la operación ha sido acertadamente descrita por Mujtaba Rahman, respetado analista jefe para la zona euro del Eurasia Group, con sede en Londres. Señala que «el rescate no es realmente para ejecutar un plan de crecimiento para Grecia, sino un plan para asegurar que se pague al Banco Central Europeo (BCE) y al Fondo Monetario Internacional (FMI) y para que la eurozona no se divida».
El objetivo de este tercer rescate está claro.
De los 86.000 millones de euros, 36.000 millones se destinarán a pagar la deuda con otros gobiernos europeos, en primer lugar con Alemania.
Otros 25.000 millones irán a la recapitalización de los bancos griegos,desangrados por la fuga de capitales que salieron del país rumbo a bancos europeos más seguros. Serán destinados 18.000 millones a pagar los intereses de la deuda que Grecia ha estado acumulando. Por último, 7.000 millones irán a pagar la deuda del Estado con las empresas griegas.
De modo que solo 7.000 millones se destinarán a la economía real y nada para la ciudadanía, que ahora deberá sufrir varias nuevas medidas drásticas de austeridad, que deprimirán aún más su nivel de vida y su poder adquisitivo.
Financieramente, los rescates han sido un éxito. Todas las pérdidas y la mala exposición de las instituciones europeas en Grecia se han cargado a este país.
Antes del primer rescate, los bancos franceses estaban expuestos con los bonos malos de Grecia en 63.000 millones de euros, ahora solo en 1.600 millones sin pérdidas. Los bancos alemanes han pasado de 45.000 a 5.000 millones de euros.
Lo intrigante es que una serie de estudios muestran que hasta el último momento, cuando ya era ampliamente conocido que Grecia estaba en una profunda crisis, los bancos y los inversores europeos continuaron comprando bonos griegos.
¿Estaban seguros de que Grecia pagaría? No, pero sabían que el gobierno helénico sería rescatado y que por tanto, recuperarían sus inversiones, que es exactamente lo que sucedió.
El sistema financiero tiene ahora vida propia, es 40 veces más grande que la economía real, si comparamos las transacciones financieras diarias con las operaciones relacionadas con la producción de bienes y servicios.
El capital es intocable y circula libremente en la Unión Europea (UE), a diferencia de sus ciudadanos. Además, hay numerosos proyectos legislativos que apuntan a reducir los impuestos para el uno por ciento de los más ricos.
Durante las negociaciones, una acusación frecuente dirigida a los griegos era que no lograban que sus ricos armadores pagasen su parte de los impuestos. Por supuesto, los armadores colocan su dinero donde no puede ser alcanzado.
Sin embargo, ¿no es esto una hipocresía cuando se sabe que hay al menos dos billones de euros escondidos en paraísos fiscales y que, solo para dar un ejemplo, nadie ha conseguido que Ryanair, la aerolínea irlandesa de bajo coste, pague realmente sus impuestos?
Por no mencionar el hecho de que cuando era primer ministro de Luxemburgo (1995-2013), el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, concedió desgravaciones fiscales secretas a más de un centenar de empresas internacionales.
Recientemente, la agencia France Presse divulgó un asombroso estudio del Instituto Leibnitiz de Investigación Económica, que revela que Alemania ha ganado 100.0000 millones de euros en ahorros por la baja de los intereses de su propia deuda.
En efecto,la crisis griega y los temores de su propagación impulsaron a numerosos inversores a refugiarse en los más seguros bonos alemanes, que en virtud de esa demanda extraordinaria rebajaron el tipo de interés sobre su deuda, y por lo tanto sobre los préstamos. Mientras tanto, muchos estudios señalan cómo, por tener una balanza comercial positiva con sus socios europeos, Alemania está de hecho absorbiendo capitales de Europa.
Interpretar el tercer rescate y sus condiciones de austeridad como una mera operación económica sería cometer un grave error.
Ningún economista cree que Grecia pueda pagar su deuda. No solo porque siempre haya tenido una economía frágil, con poca industria y con el turismo como su principal fuente de ingresos. La situación se ve agravada por décadas de mala gestión y corrupción de sus partidos tradicionales, esos mismos partidos que los líderes europeos desearían que recuperaran el gobierno de Atenas.
Grecia ya está en recesión y la duplicación del IVA va a comprimir aún más el consumo, a lo que se sumarán nuevas reducciones en las jubilaciones y los sueldos públicos, que ya han sido rebajados en un 20 por ciento. En general se coincide en que la deuda griega pronto llegará al 200 por ciento del producto interior bruto (PIB), en comparación con el 170 por ciento antes del rescate.
¿Cómo podría cualquier economista, o incluso un estudiante de economía, no entender que mediante la reducción del consumo y el aumento de impuestos se está obligando a una economía ya deprimida a deprimirse aún más?
No es por casualidad que una institución conservadora como el FMI se haya negado a unirse a este plan de rescate,y anuncia que no pondrá dinero a menos que los acreedores europeos -lo que es una forma diplomática de decir Alemania-, acepten una reestructuración de la deuda griega hasta hacerla tolerable.
Está claro que el rescate no ha sido una operación técnica, sino política. Muchos líderes de la UE, empezando por el propio Juncker, intervinieron en el referéndum interno griego del 5 de julio, pidiendo a los griegos que votaran contra el izquierdista primer ministro Alexis Tsipras, ahora dimisionario, tras convocar el jueves 20 a nuevas elecciones para el 20 de septiembre, en otro impacto del rescate.
Esos líderes europeos indicaron abiertamente que la revuelta contra la austeridad y la economía neoliberal se debe parar en seco para evitar el contagio político, una campaña similar a la que el conservador Wall Street Journal repite en Estados Unidos.
Por su parte, la canciller alemana, Ángela Merkel, declaró a una televisión de su país que ha llegado a la conclusión de que «Tsipras ha cambiado».
Esta campaña recuerda a la lanzada por la primera ministra británica Margaret Thatcher (1979-1990), para destruir los sindicatos y su famosa consigna «No Hay Alternativa», popularizada por su sigla en inglés TINA (there is no alternative)
¿Realmente no hay ninguna alternativa en Europa?