Los números son particularmente altos en los países del sureste de Europa, precisamente los más afectados por la crisis. Así, en España y Grecia más de uno de cada cuatro jóvenes era ni-ni (ni estudiaba ni trabajaba) en 2013. De todos ellos, más de veinte millones habrían tirado ya la toalla, al no estar matriculados en escuela ni búsqueda de empleo alguna. Las cifras estimadas para 2014, todavía pendientes de publicar, apenas mostrarían «una pequeña mejora», según reconoce la propia OCDE.
«Estas cifras representan no sólo una desgracias para esas personas sino también una inversión malgastada, debido a que las competencias adquiridas durante la educación no son empleadas de forma productiva, por lo que representan también una carga potencial a sus países», advierte el informe 'Perspectivas de las competencias en la OCDE 2015. La juventud, las competencias y su empleo'.
El llamado 'club de los países ricos' se pregunta los motivos de este «inaceptable desperdicio de potencial humano». Y enumera una serie de explicaciones, entre las que destacan una comprensión lectora pobre (que afecta al 10 por ciento de los recién graduados), habilidades matemáticas insuficientes (14 por ciento). Según el Programa para la Evaluación Internacional de las Competencias de los Adultos (PIAAC, por sus siglas en inglés) el porcentaje entre quienes dejan los estudios sin terminar se eleva hasta el 40 por ciento.
Pero «incluso los jóvenes con competencias sólidas tienen problemas para encontrar trabajo», admite la OCDE a lo largo de su análisis, de 160 páginas y con una versión resumida en castellano: «Muchas empresas hallan muy costoso contratar personas sin experiencia laboral. De hecho, los jóvenes tienen el doble de probabilidades de ser desempleados como adultos jóvenes que son».
Medidas abstractas y reconocimiento al PP
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ha analizado en esta ocasión 22 países, entre ellos la mayoría de los miembros de la UE y otros como Australia, Japón, Estados Unidos y Canadá. Para este conjunto de Estados y en particular para los europeos prevé una «baja tasa de crecimiento» y es a partir de esa previsión que se pregunta qué hacer mientras tanto.
De una forma bastante abstracta, la serie de propuestas que pone encima de la mesa el informe es la siguiente: asegurar que todos los jóvenes salgan de la escuela con una gama de competencias importantes, ayudar a quienes no completen sus estudios a ingresar en el mercado laboral, desmantelar las barreras institucionales al empleo juvenil, identificar y ayudar a la reintegración de aquellos ni-nis que se encuentren actualmente fuera del sistema, y facilitar una mejor compatibilidad entre las competencias de este sector de población y los empleos.
La OCDE deja claro que se trata de un problema moral pero, repite en varias ocasiones, también económico, de rentabilidad. Así lo ha asegurado sin ir más lejos su secretario general, Ángel Gurría, durante la presentación del informe en Berlín: «Hacer frente a este tema no es sólo un imperativo moral sino también una necesidad económica».
Recientemente renovado en el cargo, Gurría ha aprovechado la ocasión para elogiar las reformas que en España ha implantado el Ejecutivo de Mariano Rajoy y que, según él, han permitido que se comience a crear empleo a partir de un crecimiento del 1 por ciento, frente a lo que sucedía antes, que se partía de una actividad mayor.