Después de 13 días de debates, la COP 20 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) ha dejado sin resolver asuntos medulares como la fiscalización de los compromisos de la reducción de emisiones de cada país, el reconocimiento de daños y pérdidas causados por las alteraciones climáticas y los planes inmediatos, según denuncian los representantes de organizaciones observadoras.
El documento aprobado, el tercero que se debatió y denominado «Llamamiento de Lima para la Acción Climática», establece que los países presentarán antes de octubre sus compromisos nacionales de reducción de las emisiones de gases que provocan el recalentamiento global.
También «urge» a los países industrializados a «prever y movilizar soporte financiero para acciones ambiciosas de mitigación y adaptación» para las naciones afectadas por el cambio climático, «invita» a que fijen ese financiación junto con los compromisos de reducción. Una exhortación que atiende apenas los requerimientos de los países más vulnerables al aumento de las temperaturas y evita un neto naufragio.
Pero los observadores lamentan que en el Llamamiento de Lima se haga poco por atender a las poblaciones más vulnerables como agricultores, comunidades costeras, indígenas, mujeres y sectores más desposeídos de las sociedades.
«Ha habido una serie de intercambios entre países desarrollados y en desarrollo y el resto del texto se ha vuelto significativamente más débil en cuanto a las reglas para el próximo año y cómo lograr acción y ambición climática», nos dice el coordinador de Cambio Climático de Care International, Sven Harmeling. «Ha sido realmente una pena», sentencia. Esto afectará las negociaciones de 2015, pues «están echando más presión sobre París. Los grandes temas se han postergado y no se han decidido aquí», dice Harmeling.
El activista destaca que haya habido acuerdo, pese a ser insuficiente. «Tenemos algo, pero hace falta saber cómo será de vinculante», asegura Harmeling. Si realmente hay «un espíritu de Lima» y no consensos por cansancio, se comenzará a saber en febrero en Ginebra, donde se hará el próximo encuentro climático, pronostica.
Las naciones del Sur dieron su voto a favor del texto, cerca de la 1:30 local de la madrugada de este domingo 14, pero organizaciones como Oxfam, la Red de Acción Climática y Amigos de la Tierra Internacional son muy críticos sobre el resultado. Las negociaciones de Lima «no han hecho nada para detener la catástrofe climática», asegura la última de estas organizaciones.
Entre el 1 y el 13 de diciembre, más de 3.000 delegados han buscado en el complejo proceso de la CMNUCC un fin último: evitar el calentamiento del planeta a niveles que atenten contra la vida en la Tierra.
El ministro peruano de Medio Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal, presidente de la COP 20, ha prolongado el proceso para limar asperezas entre países industrializados, los grandes emisores de carbono, que querían menos presión financiera, y aquellos en desarrollo que buscaban menos fiscalización para sus propias reducciones.
«Aun cuando parezca que estamos en bandos opuestos, estamos de hecho en el mismo -porque solo hay un planeta-: el bando del planeta», dijo Pulgar-Vidal al concluir la COP.
El mandato específico para Lima era establecer el borrador de un nuevo tratado climático vinculante, que debe madurar durante 2015 hasta su firma en París. Discusiones metodológicas y grandes debates sobre financiación, plazos y daños y pérdidas han impedido un consenso más ambicioso.
«Los países necesitan ahora financiación climática y acciones urgentes que hay que tomar ahora, porque nuestras emisiones deben llegar a un máximo antes de 2020 y luego empezar a reducirse si queremos mantenernos en un camino seguro», nos dice la coordinadora climática del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Tasneem Essop.
La activista hace hincapié en que «necesitamos proteger los derechos de las comunidades impactadas por el cambio climático». Es precisamente este desamparo de los sectores más vulnerables del planeta lo que hace aún más urgente el tomar acciones. Sin embargo, el acuerdo de Lima tiene muy escasas referencias a los mecanismos que usarán los países para reducir emisiones entre 2015 y 2020, cuando debe comenzar a regir el nuevo tratado, en sustitución del Protocolo de Kyoto.
Esas acciones tienen que comenzar ya, dice Essop, porque si no las medidas posteriores pueden ser inútiles. «Lo que los gobiernos parecen estar pensando es que pueden hacer todo en el futuro, después del 2020, cuando la ciencia ha sido clara que necesitamos llegar a un tope antes de eso», asegura.
De no hacerlo, cada año el clima extremo, la sequía y la baja producción agrícola será más dura para esas comunidades, las menos responsables del cambio climático. Essop considera que los gobiernos apuestan por negociar en París, cuando había decisiones que urgía que se adoptasen en Lima.
Entre los cabos sueltos que deberán atarse en la capital francesa entre el 30 de noviembre y el 11 de diciembre de 2015, está cómo será el balance entre mitigación y adaptación en el nuevo acuerdo climático mundial y de dónde saldrá el dinero. «Si no hubiéramos llegado a esta decisión (del Llamamiento de Lima), las cosas serían mucho más difíciles en París, pero todavía sabemos que hay muchos temas que deberán ser resueltos entre ahora y diciembre de 2015», dijo en la plenaria final Laurent Fabius, ministro de Asuntos Exteriores de Francia.
Este acuerdo pretende que para 2100 la elevación de la temperatura no supere los dos grados centígrados, para poder preservar la estabilidad del planeta. En esto es fundamental reducir el uso de combustibles fósiles. Mitigación, adaptación, daños y pérdidas se han fijado como pilares del nuevo tratado. Los dos últimos son vitales para países y poblaciones impactadas desproporcionadamente por el fenómeno, pero esta parte ha perdido fuerza en Lima.
«Es desastroso y no cumple nuestras expectativas para nada. Queríamos ver un plan claro emergiendo de Lima, que nos permitiera tener un tratado más ambicioso», dijo Harjeet Singh, director internacional de Cambio Climático y Resiliencia de la organización ActionAid. «Lo que vemos es un continuo rechazo de los países desarrollados a temas que tengan que ver con adaptación y daños y pérdidas», plantea.
Se trata de temas espinosos porque cumplirlos requiere compromisos financieros de los países ricos. El principal espacio de recepción de dinero, el Fondo Verde para el Clima, ha llegado apenas a 10.200 millones este mes, una décima parte de lo que las naciones industrializadas se comprometieron a aportar.
Pero el Llamamiento de Lima sí determinó cómo serán las «contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional» (INDC, en inglés), el formato en que se presentarán los compromisos de cada país sobre cómo reducir sus emisiones.
Sin embargo, este acuerdo ha quedado debilitado al eliminar el mecanismo para analizar la pertinencia e idoneidad de cada compromiso, presente en borradores previos.
Para los negociadores, la suma de estas contribuciones nacionales sería suficiente para controlar el calentamiento global, pero a los observadores les preocupa que la escasa fiscalización impida un control adecuado de si se avanza en la reducción de emisiones, de la manera que el planeta requiere.