En el vestíbulo del edificio Justus Lipsius de Bruselas, sede del Consejo de la UE, se puede pisar durante todo el semestre de presidencia húngara una alfombra de 200 metros decorada con motivos históricos y culturales del país. O no.
Supuestamente ése era el único objetivo de la artista textil Lívia Pápai, al concebir su obra. Sin embargo, algunas de las representaciones de la alfombra han vuelto a llevar a Hungría a una controversia entre socios de la UE. En concreto, aparece un mapa de 1848 que representa a la Gran Hungría e incluye territorios de lo que hoy son Eslovaquia, Rumania y otros países.
La eurodiputada austriaca Ulrika Lunacek, afirma que eso responde a la iniciativa del primer ministro húngaro, Viktor Orban, y que «va en dirección contraria al futuro europeo común». Otros parlamentarios y funcionarios europeos se han quejado también del tinte nacionalista que se ha querido dar a la alfombra cultural. Un portavoz del gobierno húngaro ha desmentido cualquier intención política de la decoración y afirma que «es una línea del tiempo con símbolos e imágenes de Hungría».
La polémica se ha visto reforzada después de que a comienzo de mes Hungría haya introducido una nueva ley, por la que se otorga la nacionalidad a los ciudadanos de ascendencia húngara que viven en el extranjero, cuestión que también ha levantado suspicacias, cuando no protestas, en los países vecinos con importantes minorías de origen húngaro.
El punto artístico de las presidencias semestrales de la UE suele ser una demostración simplemente cultural. España tuvo la vídeo-instalación de Canogar, Bélgica aportó maniquíes y Suecia, sillas y mesas de madera. Anteriormente, la República Checa provocó a todos con un mapa de los 27 en el que, por ejemplo, Italia era un campo de fútbol con jugadores que se masturbaban con balones o Francia aparecía tapada por un cartel con la palabra huelga.