Kissinger, quien dirigió la diplomacia de su país entre 1973 y 1977, ordenó planes de contingencia para «darle una paliza» a Cuba en 1976, por la intervención militar que La Habana había llevado a cabo en Angola, en defensa del gobierno del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), según documenta el libro Back Channel To Cuba (Vía clandestina a Cuba), de los autores Peter Kornbluh y William LeoGrande.
Los autores también revelan que el expresidente estadounidense Jimmy Carter (1977-1981) actuó en 1994 como intermediario secreto durante la crisis de inmigración de los balseros cubanos a Estados Unidos, en el gobierno de su compatriota Bill Clinton (1993-2001).
Kornbluh, de la organización independiente Archivo Nacional de Seguridad, y LeoGrande, de la Universidad Americana de Washington, presentaron su libro este miércoles 1, en el hotel Pierre de Nueva York.
La sede de la presentación del libro «tiene una razón histórica», explicó Kornbluh. «Es el lugar donde se celebraron las primeras conversaciones secretas para normalizar las relaciones con Cuba, durante una reunión de tres horas aquí hace casi 40 años», precisó.
El libro está lleno de ejemplos de las idas y venidas de los intermediarios secretos entre los dos países, incluso en momentos de intensa hostilidad.
A pesar de la apertura del gobierno de Richard Nixon (1969-1974) a China en 1972 y del fin de la Guerra Fría con la disolución de la Unión Soviética en 1991, las relaciones de Washington con La Habana, que sufre un embargo comercial de Estados Unidos desde 1960, se mantuvieron antagónicas.
La mayoría de los cubanos que huyeron a Estados Unidos tras la revolución de 1959 se han opuesto sistemáticamente a los sucesivos intentos de diálogo entre Washington y La Habana que de alguna manera legitimaría, en su opinión, al gobierno comunista de Fidel Castro.
Carter ofició de intermediario entre ambos países durante la crisis de los balseros en 1994, cuando miles de cubanos se echaron al mar en embarcaciones precarias para alcanzar la costa del estado de Florida. El gobierno de Estados Unidos vio aquello como una repetición con intenciones políticas del éxodo del Puerto del Mariel en 1980, que ayudó a que Carter no fuera reelegido.
En una carta a Castro, Carter mencionó su «esperanza de encontrar un terreno común para resolver la crisis, y para preparar una futura resolución de diferencias a largo plazo».
Con su apoyo, los gobiernos de Clinton y Castro acordaron una política de «pies mojados, pies secos» por la cual los cubanos que huían a Estados Unidos obtendrían la residencia si tocaban tierra. A través de la misión cubana en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Carter negoció el número de inmigrantes que podrían permanecer legalmente en territorio estadounidense.
Como presidente, el propio Carter intentó normalizar la relación con Cuba. Durante su administración, los dos países abrieron Secciones de Interés en sus respectivas capitales. Pero las tensiones de la Guerra Fría en la segunda mitad de su mandato, además del creciente peso político de los cubano-estadounidenses contrarios a toda mejora en las relaciones, redujeron considerablemente su margen de maniobra.
Antes que Carter, Kissinger intentó acercarse a La Habana con el envío de los representantes Frank Mankiewicz y Lawrence Eagleburger a una reunión en el aeropuerto neoyorquino de LaGuardia en enero de 1975, para «explorar las posibilidades de una relación más normal entre nuestros dos países» y «comprobar si existe la misma determinación en ambos lados para resolver las diferencias que hay entre nosotros».
Eso permitió la reunión en el hotel Pierre seis meses después, con la presencia de Eagleburger y el Secretario Adjunto para Asuntos Interamericanos, William D. Rogers. Pero las gestiones se frustraron tras la intervención de Cuba en Angola, mientras varias facciones con apoyo extranjero pugnaban por el poder tras la independencia de Portugal en noviembre de 1975.
El nuevo libro sostiene que Kissinger se enfureció con la intervención cubana, que resultó decisiva para la victoria del MPLA frente a grupos rivales que tenían el respaldo de Sudáfrica, Zaire, Estados Unidos y China, además de mercenarios sudafricanos.
Durante una conversación en la Casa Blanca con el expresidente Gerald Ford (1974-1977), Kissinger sostuvo que la intervención de La Habana planteaba la posibilidad de una «guerra racial». «Creo que vamos a tener que aplastar a Castro. Probablemente no podamos hacerlo antes de las elecciones» presidenciales de noviembre de 1976 en Estados Unidos», añadió Kissinger en esa ocasión.
A Kissinger y Ford les preocupaba que Cuba repitiera la acción militar «al estilo angoleño» en otros países de África, en medio de una época de intensa rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el continente, en una versión africana de la «teoría del dominó» que Washington utilizó para justificar su desastrosa intervención en Indochina a partir de finales de los años 50.
«Si entran en Namibia o Rodesia, yo estaría a favor de darles una paliza», dijo Kissinger con respecto a las fuerzas cubanas, según las transcripciones publicadas en el libro. «Eso crearía furor... pero creo que tendríamos que exigir que salgan de África», continuó el exsecretario de Estado.
Tras su victoria en Angola, Kissinger creía que Cuba podría desempeñar un papel similar en África del Sudoeste (la actual Namibia), Rodesia (Zimbabwe) y, en última instancia, la propia Sudáfrica. Pensó que sería «más fácil presionar a Cuba, como socio más cercano y más débil en una estrecha relación, que a la Unión Soviética», que apoyaba tanto a La Habana como al MPLA.
Las discrepancias entre las relaciones públicas y privadas de Cuba y Estados Unidos siempre han caracterizado sus relaciones bilaterales, nos asegura LeoGrande.
Al final de la administración de John F. Kennedy (1961-1963), «hubo iniciativas secretas para entablar un diálogo con Cuba y la esperanza de que, tras «la crisis de los misiles» de octubre de 1962 «los cubanos estarían tan enojados con los soviéticos», por la promesa de que nunca desplegarían armas nucleares en la isla, «que serían atraídos de nuevo a la órbita de Estados Unidos», señala.
La iniciativa de reentablar las relaciones se presentó a través del representante de Cuba en la ONU», continúa.
«Si se leen al mismo tiempo, algunos de los discursos del presidente Kennedy sobre Cuba, se ve que son del estilo más duro de la Guerra Fría. Solo el presidente y un puñado de personas sabían acerca» de la iniciativa secreta, «por lo que esta no se reflejaba en el diálogo público», destaca LeoGrande.