Cuando España se adhirió al proyecto europeo, el muro seguía en Berlín. Un año después lo crucé a pie con mi hermano Antonio, que entonces vivía en «Alemania Occidental». Era un país que tenía aún su soberanía limitada por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial. Entonces, atravesamos con un visado de tránsito «la Alemania del Este» en un automóvil matriculado en la RFA.
La nefasta política de la austeridad y el consiguiente aumento de las desigualdades sociales golpean el proyecto europeo. Y como decíamos en la primera parte de esta reflexión, producen evoluciones diversas (y contradictorias) en el panorama político de diversos países. En algunos de ellos, ese cambio en el paisaje anterior de las fuerzas políticas en presencia tiene mucho que ver con el mayor debate sobre la corrupción.
El espectro político europeo se altera –o se renueva- con la aparición de una izquierda social inédita, pero también con el refuerzo alarmante de los populismos de extrema derecha y de diversos nacionalismos, no todos equiparables. El incremento de las desigualdades sociales configura el trasfondo de esos cambios.
«Cada cierre se convierte en una tortura porque los otros ya no están aquí. Pasar la noche en medio del insomnio, llamando a los que desaparecieron, preguntándose, ¿qué habrían hecho Charb, Cabu, Honoré, Tignous ? Es agotador». Esas palabras pertenecen a la entrevista que Luz ha concedido al diario Libération, que da asilo en sus locales a los restos de la redacción de Charlie Hebdo desde la matanza de enero.
El Movimiento Europeo (CFEME, según las siglas de su rama española) me había pedido un artículo «sobre la libertad de expresión como valor europeo en relación con los atentados de Charlie Hebdo y tras la unión que se vio al respecto entre los dirigentes de los 28 estados miembros». Basándome en esas dos ideas, envié el texto el 26 de marzo, fecha límite que me habían marcado. Lo titulé «Europa: la libertad de expresión, entre la hipocresía y la rutina».
Reviso de nuevo unas pocas referencias a la prensa y los medios moscovitas. La nueva guerra fría empieza a producir sus brotes literarios propios, con aparente imaginación. Y no puedo evitar aquí recordar la conclusión de mi entrada previa en Periodistas-es: «No será fácil creer lo que se vaya publicando sobre el asesinato de Boris Emtsov. Las intoxicaciones pueden llegar a ser múltiples; hasta opuestas entre sí e increíblemente creativas»...
«La oposición no tiene mucha influencia en la opinión pública de Rusia», confesó Boris Efimovich Nemtsov, en su última entrevista. Estaba ante un micrófono en la emisora Eco de Moscú (Ekho Moskvy), apenas tres horas antes de ser asesinado junto al Kremlin. En ese diálogo radiofónico, sus interlocutores y los oyentes tuvieron la impresión de que tenía prisa por reafirmar su discurso, antes de la manifestación prevista el domingo 1 de marzo. Impaciente por reafirmar sus ideas. Dicen que apenas dejó hablar a sus entrevistadores.