Esther Herrera / Bruselas
Los jefes de estado y de gobierno reunidos hoy en Bruselas han dado un paso atrás. El sistema de cuotas obligatorio propuesto por la Comisión Europea para distribuir 60.000 refugiados por el territorio de la UE no saldrá adelante. Sin embargo, los Estados miembros se comprometen acogerlos, pero sin imponer porcentajes, insisten en que el reparto debe ser voluntario.La ruta migratoria del joven venezolano Jesús Padrón tuvo como primer destino España, donde estuvo seis meses en 2009. Pero decidió regresar a su país, terminar la universidad y volver a probar suerte, esta vez en Panamá, donde vive desde 2013.
Un número sin precedentes de personas refugiadas continúa llegando en barcas hinchables y cayucos a la isla griega de Lesbos, «lo que está generando una enorme presión sobre la capacidad, los servicios y los recursos de la isla», informa el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Alrededor de 600 personas, llegan cada día a las islas helenas. La mitad desembarcan en Lesbos.
El Instituto para la Investigación Económica IFO ha publicado recientemente un informe sobre las proyecciones demográficas en Alemania, que confirma que su población está disminuyendo rápidamente. Alemania ha perdido 1,5 millones de habitantes desde el último censo de 2011 y se estima que descenderá de 82,5 millones en 2003 a 66 millones en 2060, cuando Gran Bretaña (si aún existirá como tal), será el país más poblado en la Unión Europea.
Unos kilómetros antes de la frontera entre Marruecos y la ciudad española de Ceuta, un cartel informa a los transeúntes de que este puesto de avanzada de España en suelo africano ocupa un lugar privilegiado para quienes deseen observar la migración anual de las aves por el estrecho de Gibraltar, la ruta más corta de África a Europa.
Un buque con cientos de migrantes de la comunidad musulmana rohingya de Birmania y Bangladesh simboliza el sufrimiento de un pueblo perseguido y las severas políticas migratorias que un puñado de países del sudeste asiático aplican en un «ping pong marítimo» que juega con la desesperación humana.
Los partidos racistas y xenófobos tienen cada vez más presencia en las calles alemanas. No se esconden, aunque su posición sea minoritaria y fuertemente contestada.