El destino hizo nacer a Julio Cortázar en un barrio de Bruselas el 26 de agosto de 1914, hace ahora cien años. De ahí, tras el estallido de la Gran Guerra, su padre, funcionario de la embajada de Argentina en Bélgica, se trasladó con su familia a Barcelona, donde pasaron año y medio, y poco después a Buenos Aires, donde el escritor pasó toda su infancia y adolescencia y gran parte de su juventud. Después París fue su lugar preferido de residencia y a esta ciudad debe la inspiración de muchas de sus novelas.
Cincuenta años criticando la «estupidez humana» y seguirá así a pesar de los homenajes, de haber recibido la máxima condecoración francesa y de haber cumplido 50 años. Mafalda sigue siendo la de siempre... una niña respondona. El Salón del Libro de París que mañana cerrará sus puertas ha tenido este año como país invitado a Argentina y ha homenajeado a dos de sus más emblemáticos autores: Cortazar y Quino.
Este mes de febrero se cumplen 30 años de la muerte de Julio Cortázar
Como muchos escritores, también Julio Cortázar (1914-1984) comenzó haciendo poesía. Su primer libro, Presencia, reunía una colección de sonetos (para Cortázar el soneto era la expresión más acabada de la poesía) que el escritor publicó en 1938 con el seudónimo de Julio Denis y que nunca más se volvieron a editar. Las influencias de la poesía simbolista de Baudelaire y Mallarmée, y sobre todo de John Keats, presentes en esta obra, van a permanecer en sus poemarios posteriores, como se aprecia en Pameos y meopas (1971), Le ragioni della cólera (1982) y Salvo el crepúsculo (1984), su último trabajo, que entregó a su editor la víspera de su muerte: la fidelidad a la poesía permaneció hasta el final.