«El objetivo de los extremistas es que nos enfrentemos entre nosotros; nuestra unidad refuta de forma definitiva su fallida estrategia», destacó este mes el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Los «cinco grandes», los Estados militares más poderosos de la tierra – Estados Unidos, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia - han acordado que ya es hora de acabar con la tragedia humana que es la guerra civil en Siria, próxima a cumplir cinco años.
El informe anual del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) denuncia que de los 69 periodistas caídos en el ejercicio de su profesión en 2015, el 40 por ciento murió por obra de grupos radicales islámicos, como Al Qaeda y Estado Islámico (EI). Nueve de esas muertes se produjeron en Francia, que ocupó el segundo lugar, detrás de Siria.
La terrible crisis que sacude a Oriente Medio y atemoriza a más de medio mundo es ciertamente un desafío para Occidente, que sin embargo responde de forma dispersa. Esto se debe, por un lado, a análisis divergentes y por el otro a intereses contrapuestos.
Las nuevas tecnologías aceleran el progreso de la humanidad, pero al mismo tiempo ofrecen herramientas a las organizaciones extremistas para difundir sus ideologías de odio por todo el planeta, advierte la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
En el conflictivo Oriente Medio, las minorías étnicas o religiosas son amenazadas, atacadas y expulsadas de sus países de origen por organizaciones extremistas como Al Qaeda y Estado Islámico. Un nuevo estudio publicado por la organización independiente Minority Rights Group International, con sede en Londres, sostiene que el mayor riesgo procede de sus propios gobiernos.
Los 30 emigrantes cristianos de Etiopía, asesinados por el grupo extremista Estado Islámico (EI) el 19 de abril en Libia, tenían pensado cruzar el mar Mediterráneo para buscar trabajo en Europa. Ellos representan la trágica expresión de los desafíos a los que se enfrenta el creciente sector de la población que busca un mejor futuro fuera de su país.