El descenso de la pobreza como consecuencia del cumplimiento parcial de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, cuyo plazo concluyó en diciembre, tuvo una consecuencia positiva, el surgimiento de una nueva clase media que ha frenado en seco la bajada del precio del petróleo y la reducción de las remesas.
Los temas elegidos por el Banco Central Europeo para su foro anual en Sintra, Portugal, a fines de mayo no fueron la deflación, la expansión cuantitativa ni la estabilidad financiera, sino el desempleo, la productividad y las reformas en favor del crecimiento. El presidente del BCE, Mario Draghi, explicó el porqué en su discurso inaugural: la zona del euro carece tanto de impulso para el crecimiento como de capacidad de recuperación frente a los choques negativos.
La crisis financiera ha afectado a las economías mundiales que posiblemente crezcan algo todavía, pero que en ningún caso superarán las tasa anteriores a la crisis. Esto se debe, según el informe de primavera del FMI, al envejecimiento de la población y al aumento paulatino del crecimiento del capital respecto de las tasas actuales a medida que el producto y la inversión se recuperan de la crisis.
Un nuevo libro replantea el decrecimiento como alternativa a los defectos del desarrollo sostenible, recorriendo su historia y comparando definiciones. Cualquiera que haya asistido a la Cuarta Conferencia Internacional sobre Decrecimiento en la ciudad alemana de Leipzig, notó rápidamente que nadie estaba haciendo una oda al desarrollo sostenible.