Después de un interrogatorio de más de 6 horas, ha finalizado la declaración de la infanta Cristina de Borbón, en los juzgados de Palma de Mallorca, imputada por presunto aprovechamiento y disfrute del dinero en el caso Nóos. Es la primera vez que un miembro de la familia real española se sienta en el banquillo de los acusados. Un hecho histórico que ha atraído a los medios de comunicación españoles y europeos.
Europa vende la imagen de una isla de transparencia en el mundo, pero la corrupción es un problema grave en la Unión Europea. El 76% de los ciudadanos cree que es una práctica generalizada en todos los países y la mitad de las empresas considera que supone un problema para desarrollar negocios.
El Consejo de Europa «recomienda» a España adoptar un código de conducta ética de los responsables públicos, y muestra su preocupación por la proliferación de casos de corrupción entre parlamentarios, jueces y fiscales. El órgano anticorrupción del Consejo ha pedido al gobierno que recupere «la confianza de los ciudadanos en las instituciones políticas y judiciales». Pide un informe antes del 30 de junio de 2015.
La corrupción, el mal que alarma a Europa
Tian zhu ding. Así transcriben el título original al alfabeto latino. Lo traducen como A touch of sin, en inglés y como Un toque de violencia, en español, que no es exactamente lo mismo. De modo que no sabemos qué nos estamos perdiendo del original; pero la película del realizador Jia Zhang Ke, que he visto hace poco, es directa. Un filme imperfecto pero interesante, sobre las quiebras sociales de China.
Durante toda la noche y esta mañana la Policía Nacional ha registrado la sede del Partido Popular en Madrid, buscando documentación relativa al posible pago en B de la remodelación de la sede central del partido entre 2005 y 2011 al arquitecto Gonzalo Urquijo, director de la empresa Unifica que hizo la reforma.
Los países en desarrollo pueden perder más de un billón de dólares cada año, procedentes de delitos y corrupción. Este flujo ilegal va en rápido aumento y ya es 10 veces mayor que el monto total de ayuda extranjera que estas naciones reciben. Entre 2002 y 2011, los gobiernos del mundo en desarrollo dejaron de percibir casi seis billones de dólares.