Las 410.000 personas que salieron a las calles para reclamar medidas durante la Cumbre del Clima de la ONU se indignarían ante los retrasos y las posturas políticas de siempre que se observan en una ronda fundamental de las negociaciones para acordar un tratado climático mundial, que se está celebrando en la ciudad alemana de Bonn.
Treinta activistas contra el cambio climático oriundos de 12 pequeños países insulares del océano Pacífico han bloqueado con sus canoas, junto a cientos de australianos en kayaks y tablas de surf, el mayor puerto de exportación de carbón del mundo, en Newcastle, Australia.
Setenta y tres países han respaldado formalmente este lunes la fijación de un precio internacional a las emisiones de dióxido de carbono, entre ellos China, Rusia y la Unión Europea, con las importantes ausencias de Estados Unidos e India. En conjunto, estos países representan más de la mitad de todas las emisiones de gases de efecto invernadero.
Por Joel Jaeger
La idea generalizada de que los países en desarrollo deben elegir entre contener el cambio climático y luchar contra la pobreza está equivocada, aseguran los autores de un informe sobre las posibilidades y perspectivas del crecimiento verde.La tan mentada Cumbre del Clima que se celebrará a finales de este mes es uno de los grandes acontecimientos político-ambientales de la ONU para 2014. El secretario general Ban Ki-moon, insta a los más de 120 gobernantes y empresarios que participarán, a que anuncien iniciativas significativas y sustanciales, con fondos incluidos, «para ayudar a que el mundo avance por un camino que limite el calentamiento global».
«La gente se unió para decirle a los políticos que se terminó la forma en que usábamos la energía y el medioambiente en los siglos XIX y XX», dice Radek Gawlik, uno de los ecologistas más conocidos de Polonia. «Ya pasó la época de la quema de carbón, y cuanto antes lo entendamos, mejor para nosotros».
Las iglesias en pie de guerra contra la minería a cielo abierto en EuropaJohannes Kapelle toca el órgano en la iglesia protestante de Proschim desde que tenía 14 años. Ahora, a los 78 años, participa activamente en la comunidad, genera su propia energía solar y crió a tres hijos con su esposa en la granja familiar, en el pueblo de 360 habitantes de esta región de Alemania.
Pero la iglesia, su granja, el bosque que quiere entrañablemente y el pueblo entero corren peligro de desaparecer para abrir paso a la expansión de las minas de lignito de la empresa de energía sueca Vattenfall.