Mientras en algunos lugares de Estados Unidos, la población se moviliza de nuevo contra el racismo mortal de algunos comportamientos policiales, en Francia se celebra estos días el 70 aniversario de la Liberación de París. Y eso sucede justo el mismo día, en que se clausura una exposición magnífica titulada «Great Black Music» (GBM), donde los sonidos de origen africano más insertos en nuestra cultura se unen a los relatos de las luchas contra la segregación, el apartheid y la esclavitud. Me parece una coincidencia llena de significado.
Este 23 de agosto se celebra el 25 aniversario de la cadena pacifista de los países bálticos, conocida como la vía báltica. Lituanos, estonios y letones compartieron un sueño, y con sus manos unieron Riga, Vilnius y Tallín para pedir la independencia pacífica de la URSS. Gorbachov, entonces presidente soviético, había apostado por una nueva política, «la perestroika» (la renovación del sistema comunista). La cadena humana báltica, fue un eslabón más en las reivindicaciones de los países del telón de acero. A partir de agosto el mundo viviría las «revoluciones del otoño europeo», que dieron pasó a la caída del muro de Berlín y al inicio del fin de la guerra fría.
Mensaje del Presidente de la República francesa con motivo del 1 de agosto
El sábado 1 de agosto de 1914, hace hoy cien años, Francia decretaba la movilización general. Aquella mañana, en la portada de los periódicos, se publicaba la noticia de la muerte de Jean Jaurès, quien desde hacía meses elevaba su voz por la paz. Ya nada parecía obstaculizar la marcha inexorable del continente hacia el abismo.
En el año que se cumple el centenario del estallido de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Europa está en paz. No hay grandes disputas fronterizas. Los países integran un bloque económico unificado en lugar de alianzas rivales. Pero sus fantasmas rondan muy lejos, en China y Japón.
Se dice que el siglo XX empieza en Sarajevo, con el atentado que desencadenó una guerra en la que murieron 10 millones de personas y que transformó y sacó lo peor de Europa y termina en la misma ciudad, en 1993, esta vez en una Sarajevo en estado de sitio, bajo las bombas del ejército serbiobosnio, ante los ojos de una Europa que mira hacia otro lado. El recuerdo a Gavril Princip y la conspiración para matar al archiduque siguen siendo muestra de las discrepancias de los pueblos bosnios, por eso, cada entidad muestra su versión de la historia.