Organizaciones de personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT) en Europa central y oriental, que luchan contra la discriminación y la intolerancia de la sociedad, ven con optimismo el «fracaso» de un referendo en Eslovaquia.
En febrero, el referendo convocado en ese país de la Unión Europea para reforzar la prohibición constitucional al matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción homoparental fue declarado inválido porque solo participó poco más de 20 por ciento del electorado.
Organizaciones internacionales criticaron la iniciativa porque, aseguraron, fomentaba la discriminación homofóbica y pretendía que un asunto de derechos humanos que afecta a un grupo minoritario fuera resuelto por el voto popular mayoritario.
La campaña previa a la votación se caracterizó por su dureza e incluyó declaraciones homofóbicas por parte del clero y un controvertido comercial sobre la adopción homoparental, que los canales de televisión eslovacos se negaron a emitir y, finalmente, solo se vio en Internet. El comercial mostraba a un niño en un orfanato que esperaba que sus nuevos padres vinieran a recogerlo y, cuando dos hombres aparecen en la puerta, pregunta «¿dónde está mamá?».
«El referendo demostró que la gente considera que la familia es importante, pero que no ven a las familias del mismo sexo como una amenaza... La perspectiva a largo plazo en relación con los debates sobre parejas registradas en Eslovaquia es positiva», nos dijo el activista Martin Macko, presidente de Inakost, un grupo LGBT con sede en Bratislava.
El resultado también fue bien recibido en otras partes de Europa central y oriental, donde la población LGBT aún padece intolerancia y discriminación.
«Es de esperar que el referendo conduzca a un debate constructivo sobre la igualdad en Eslovaquia. Al mismo tiempo, sabemos que hay una gran diversidad de opiniones en la región, lo que significa que aún queda mucho trabajo para alcanzar la plena igualdad», señaló Evelyne Paradis, directora de la organización internacional ILGA-Europa.
En comparación con Europa occidental, las actitudes de muchos países de Europa central y oriental ante la diversidad sexual son mucho más conservadoras y hasta hostiles. República Checa es el único país de la región que permite las uniones registradas de parejas del mismo sexo.
En otros países, como Croacia, Eslovaquia, Hungría y Polonia, el matrimonio está definido constitucionalmente como aquél entre un hombre y una mujer. En enero de este año, el parlamento de Macedonia votó la adopción de una cláusula similar en su constitución.
La adopción homoparental está prohibida en toda la región, mientras que otras leyes importantes en relación con la diversidad sexual también están ausentes. En Bulgaria, por ejemplo, los crímenes homofóbicos son investigados y procesados como «vandalismo». Esto, afirman los activistas, genera temor entre las personas LGBT.
En Rusia, la legislación reprime activamente las relaciones homosexuales y una ley federal penaliza la promoción de los «estilos de vida no heterosexuales», mientras que disposiciones legales en Lituania prohíben la promoción de la homosexualidad.
En algunas sociedades predomina una profunda discriminación. Una encuesta realizada en 2013 en Ucrania reveló que dos tercios de los encuestados pensaban que la homosexualidad era una perversión. Un estudio del mismo año en Lituania encontró que el 61 por ciento de las personas LGBT dijeron haber sufrido discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género.
Las agresiones verbales y los ataques físicos, así como la intolerancia pasiva, son comunes entre los grupos más conservadores de la región. Pero en algunos países, y especialmente en Rusia, cualquiera quien se sospeche que no sea heterosexual es objeto de una persecución abierta, organizada y, en ocasiones, letal.
Natalia Tsymbalova, oriunda de San Petersburgo, es una de las 12 activistas LGBT que se vieron obligados a abandonar Rusia en 2014. La joven, que huyó en septiembre tras recibir amenazas de muerte, solicitó asilo en España.
Las campañas rusas de propaganda estatal apuntan ahora a los «fascistas ucranianos» y a Occidente, que desde la anexión de Crimea y el inicio del conflicto en Ucrania son presentados como los mayores enemigos públicos en lugar de las personas LGBT. Pero «la homofobia de Estado no ha desaparecido», denuncia Tsymbalova, desde Madrid.
«Ya no ocupa los principales titulares en las noticias, pero sigue ahí y nunca se ha ido. El número de crímenes de odio no disminuye y la investigación de los mismos es tan mala como antes», afirma.
Las razones que explican la intolerancia social hacia la diversidad sexual en la región abarcan desde las actitudes conservadoras, arraigadas por el aislamiento de los países durante los gobiernos comunistas, hasta los objetivos políticos locales y la influencia de la Iglesia Católica.
En Eslovaquia, un país sumamente católico, los partidarios del referendo recibieron el aval personal del papa Francisco a su causa. Se cree que la conservadora Alianza por la Familia, que propuso el referendo, fue financiada por la Iglesia Católica de Eslovaquia y que esta fue la principal fuerza que impulsó la consulta popular.
En Lituania, otro país fuertemente católico, funcionarios de la Iglesia apoyaron leyes que limitan los derechos LGBT y calificaron públicamente a la homosexualidad de perversión. Otros activistas también aseguran que políticos de países con dificultades económicas o que pretenden consolidar su propio poder suelen utilizar a las minorías, entre ellas las personas LGBT, como objetivos políticos para granjearse el apoyo de los votantes.
«Lamentablemente, muchos dirigentes políticos usan a la comunidad LGBT como chivos expiatorios... para ocultar 'problemas reales' de los países, como el desempleo juvenil, el acceso a la educación y la atención médica. Promueven 'valores familiares tradicionales' como forma de rescatar a la sociedad» y así «construyen un clima de intolerancia y odio», observa Paradis, de ILGA Europa.
Los políticos rusos aprovechan la homofobia para conseguir otros objetivos, según Tsymbalova. «La homofobia desempeña un papel importante en la retórica antioccidental del presidente Vladimir Putin y sus compañeros. Es uno de los principales elementos de los valores conservadores que tratan de promover y el público todavía tiene actitudes negativas hacia las comunidades LGBT», dijo.
El panorama de la diversidad sexual en algunos países sigue siendo sombrío.
«En nuestra comunidad, no hay casi nadie que crea que la situación de las personas LGBT en Rusia vaya a cambiar en serio y para mejor en el corto plazo. Con el régimen actual, que promueve y explota la homofobia, estos cambios no sucederán y no hay casi ninguna esperanza de un cambio de régimen, por lo que las expectativas son sombrías», concluye.