La campaña más agresiva de los unionistas en esta última semana parece ser la causa del repunte en la encuestas de la postura contraria a la secesión. Mujeres y mayores de 55 años tiran del carro del «No» y dan una mínima ventaja a Londres. Hoy, último día antes del referéndum, secesionistas y unionistas hacen trabajo de campo a fin de, más allá de afianzar su número de votantes, lograr seducir a los indecisos: el 8% de los escoceses.
Londres afrontaría con cierto alivio el referéndum al que los escoceses están llamados a participar. Según tres diarios británicos, The Daily Telegraph, The Scotsman y Daily Mail, el «No» ganaría con un mínima ventaja. Los sondeos, elaborados por Opinium, ICM y Survation, respectivamente, dan al «No», descontados los indecisos, un apoyo del 52% frente al 48% de los votantes independentistas.
Según el sondeo de Opinium, el 58% de las escocesas se declara partidaria del «No» (frente al 42% que optaría por el SI), en cambio un 53% de los hombres votarían «Sí» (frente al 47% que es contrario a la independencia). También este sondeo señala que el patrón de las mujeres se repetiría en el perfil del votante conservador y en los mayores de 55 años, más reacios a la independencia.
La victoria es ajustada y los indecisos se consideran la llave que abrirá la puerta del futuro escocés. Incluyendo a los que no tienen clara su intención de voto, el 47% votaría por la Unión, el 43% por el «Sí» y queda un 10% restante que se divide en dos posturas: el 8% están indecisos y el 2% afirma que directamente no acudirá a votar mañana.
Ambas campañas han estado trabajando en ese 8% a lo largo de la semana, jugando este miércoles sus últimas cartas. El ministro principal de Escocia, Alex Salmond, ha difundido hoy en la prensa británica una misiva dirigida a los votantes, en la que apela más que nunca por la idea de que los locales, más que nadie, deben elegir su futuro. «Quedamos ahora nosotros, la gente que vive y trabaja aquí. Los únicos que van a votar. La gente que importa», ha señalado. Afirma que es hora de tomar una decisión y alaba el ejercicio de democracia en el que los escoceses van a ser protagonistas «la gente por unas valiosas horas durante el día de la votación tendrá la soberanía, el poder, la autoridad en sus manos». «El futuro está en nuestras manos».
El argumento por ensalzar lo local, se perfila en una contestación a los líderes nacionales que han estado visitando la región para convencer a los escoceses de la ventaja del «statu quo». En Edimburgo se percibe a Westminster como una institución ajena a los interesas de los escoceses y que pese a ello decide sobre la región. En ese sentido Salmond ha jugado en la campaña, y según muestran las encuestas, el mensaje parece haber calado en el electorado, ya que el 38% de los encuestados da como motivo de su elección por el «Sí» la desconfianza que los políticos londinenses despiertan en la región. Y van a más: el 85% de los partidarios de la secesión no creen en las promesas de mayor descentralización que Londres promete a una Escocia regional, e incluso la mitad de los partidarios del «No» las ven como utópicas.
Contra esa creencia extendida en Escocia la delegación unionista trata de luchar. Desde que el pasado 7 de septiembre el sondeo de YouGov para The Sunday Times diera por primera vez la victoria a los separatistas, Londres ha tomado cartas en el asunto y desde entonces los tres grandes líderes nacionales, David Cameron, Nick Clegg y Ed Miliband han ofrecido todo un abanico de promesas de mayor autonomía a la región. Tal es así que, salvando sus diferencias, los tres han emitido un comunicado dirigido a los escoceses por el que prometen cumplir de forma efectiva las concesiones de mayor autonomía en caso de ganar el «No». En la carta, publicada por Daily Record, declaran «el Parlamento escocés es permanente y verá renovados sus poderes en el proceso y calendario que hemos acordado los tres partidos y que comenzará el 19 de septiembre».
El «No es la mejor opción «porque con la garantía de continuar con el sistema Barnnet [sistema de financiación], y con el mayor número de poderes del Parlamento escocés, podemos afirmar categóricamente que quien dirá finalmente el presupuesto que se destinará a al NHS [Sistema Nacional de Salud] y cómo se gastará, será el Parlamento escocés». Así responden a dos cuestiones que los independentistas alegan como motivo suficiente para la secesión: la financiación de la región y los posibles perjuicios que sufren los escoceses en el actual sistema sanitario.
Los reinos que conforman el Reino Unido utilizan la «fórmula Barnnet» como sistema de financiación. Creado en 1970 por Joel Barnnet (por entonces alto cargo del Tesoro británico), trata de corregir las posibles desigualdades que el Gobierno británico puede generar en sus programas de inversión. Es decir, si Londres aprueba una inversión que beneficie a Inglaterra, un importe igual al tiene que ser transferido a Escocia, Gales e Irlanda del Norte como modo de compensación y de acuerdo a su población relativa. El único requisito es que la inversión debe ser en una materia en la que los tres reinos tengan competencias aunque les permiten gastarlo en lo que estimen oportuno (no tiene afectación con la competencia concreta por la que se indemniza). Se puede indemnizar por cuestiones sanitarias y gastar el importe en educación.
Hasta ahora el sistema ha beneficiado a Escocia, región de las tres con mayor población y mayor renta (reciben el mismo dinero sin progresividad alguna tanto las regiones ricas como pobres), pero la medida no gusta en Edimburgo. Es una norma que se aplica por tradición y por quien sea el inquilino del 10 Downing Street, ya que no está formulada como ley, lo que para los independentistas, pese a su aplicación desde su puesta en marcha genera inseguridad jurídica.
Londres ahora, según apuntan medios británicos, estaría planteándose formular el sistema como ley, aunque podría encontrarse de bruces con las quejas por desigualdad que lleva asociado el modelo para Gales e Irlanda del Norte.
Respecto a la cuestión sanitaria, Wesminster trata de calmar los ánimos. De acuerdo al sistema anteriormente descrito, en el momento en que Londres gaste menos en partidas sanitarias (apruebe recortes como hace en la actual crisis), la «indemnización» que recibe Escocia se hace menor, lo que condiciona la sostenibilidad de su sistema. Anunciar que Escocia decidirá el cómo y el cuánto en esta materia en concreto, es un paso a considerar y que divide a las filas conservadoras londinenses. Salmond, por su parte, responde al asunto tirando para su terreno al afirmar que «la realidad es que la única forma de garantizar que Escocia tiene todo el poder necesario para proteger el NHS es votar «Sí» el jueves, «porque podamos utilizar nuestra enorme riqueza para crear un país más justo».
Por último, en la misma carta, afirman que los problemas de Escocia se verían «solucionados antes votando «No» que de hacerlo por la independencia». De declararse una Escocia independiente, el Partido Nacional Escocés calcula que la declaración de independencia efectiva estaría lista a principios de 2016; por lo que los unionistas jugarían la carta del corto plazo y la de mayor seguridad jurídica a la solución de los problemas de financiación de la región con sus ofertas de blindaje en inversiones.
El orgullo escocés
Si para el 38% el motivo principal de votar «Sí» es la desconfianza en la clase política de Londres, para el 18%, segunda opción mayoritaria, lo que justifica su voto afirmativo es un sentido de orgullo nacional escocés. Orgullo pasado y presente, ya que de las grandes glorias pasadas los independentistas se sirven para hacer un ejercicio al más puro estilo «los tiempos pasados siempre fueron mejores».
«¡Es un sinsentido que la tierra que produjo a Adam Smith [padre de la economía moderna, quien defendió en su obra «La riqueza de las naciones» la necesidad del libre comercio de querer prosperar, idea todavía vigente] sea incapaz de gestionar su propia economía!», ha llegado a declarar Alex Salmond para quienes señalan el caos económico que viviría la región de ser independiente. Edimburgo se vale del regusto que les genera el haber sido el centro del movimiento intelectual del XVII entre cuyos integrantes y acompañando a Smith estaba el destacado filósofo David Hume.
Salmond, además, se ha hecho eco de no pocos nombres célebres, ya muertos, que votarían «Sí» a la independencia como argumento de que «incluso los ilustrados, nos apoyan». Uno de ellos es Robert Burns poeta destacado por su doble faceta de recaudador de impuestos para la Corona y compositor de odas de exaltación a la nación escocesa. Por sus versos, citados constantemente en la política escocesa incluso antes del referéndum, desde Edimburgo se deduce que votaría favorablemente.
En cambio, en unas declaraciones en The Times del historiador Niall Ferguson, escocés y autor de 'El Imperio británico' Hume y Smith hubieran votado «No». En referencia a Smith: «gracias a la Unión con Inglaterra, los rangos medios e inferiores del pueblo de Escocia ganaron su liberación del poder de una aristocracia que siempre antes les había oprimido». Y Hume suscribiría lo mismo: «la libertad pública, con paz interna y orden, ha florecido» en el Reino Unido.
Apenas quedan unas horas para que Escocia sea protagonista de este día histórico, del que depende el futuro de la región y que otras repartidas por Europa miran la jornada del jueves, con anhelo e ilusión. Los colegios estarán abiertos desde las seis hasta la nueve de la noche y los resultados, como acostumbra el recuento británico, no se darán a conocer hasta la madrugada o primera hora del día siguiente. Lo único claro hasta la fecha, es el número de escoceses con posibilidad de participar y las estimaciones de que efectivamente lo hagan. El 97% (4,3 millones) de los llamados a las urnas se ha registrado para votar y de estos, se espera una participación del 80%. Lo que decidan, es cuestión de horas.
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