Cuatro días después de la publicación del primer sondeo que daba la victoria a los independentistas, la situación vuelve a cambiar. Según un nuevo sondeo de la empresa demoscópica YouGov, los unionistas se alzarían con un 52% de los votos en el referéndum del próximo jueves. El domingo, esta misma encuesta, daba a los nacionalistas un apoyo del 51%. Aunque se trata de un número de apoyos muy parecido en ambos sectores, por primera vez se rompe la tendencia alcista del voto independentista que se venía observándo en los sondeos.
Los resultados de la encuesta, publicados la pasada noche, podrían encontrar explicación en la visita que el primer ministro David Cameron, el laborista Ed Miliband y el viceprimer ministro Nick Clegg hicieron a Escocia el miércoles, en frente común, a fin de paralizar el avance independentista. Enfocando aún más, según el presidente de YouGov Peter Kellner en rueda de prensa esta mañana en Londres, este repunte del «No» podría explicarse en cómo perciben los escoceses la realidad económica del hipotético Estado en el futuro. «Le preguntamos a la gente de forma habitual cómo creen que la independencia podría afectar a la economía de Escocia y también a su propia economía», ha señalado el presidente en clara alusión al rumbo más definido que ha tomado la campaña del «Better Together» («Mejor Juntos»), quienes animan a los escoceses a pensar en su futuro.
Durante lo que llevamos de semana, grandes autoridades y poderes económicos británicos e internacionales, están lanzando advertencias no muy esperanzadoras sobre el futuro que tendría la región. Los bancos RBS, Lloyds, Clydesdale y TSB han anunciado que cambiarán todas sus sedes a Inglaterra, de forma automática, en caso de triunfar el «Sí». La cosa se pone peor con las declaraciones del ministro británico de Finanzas, George Osborne, advirtiendo que «la libra no es un activo que pueda dividirse entre dos países después de una secesión como una colección de CDs».
De llevarse a cabo la independencia, todos los poderes afincados en Londres acabarían con cualquier esperanza de una unión monetaria que Alex Salmond, ministro principal de Escocia, defiende. Mark Carney, gobernador del Banco de Inglaterra tilda de que es «incompatible la soberanía con la idea de la «unión esterlina» que promueve el nacionalismo escocés». «Una moneda requiere un banco central, una regulación financiera común y una misma política fiscal», señala. El gobernador sigue la estela de destacados economistas como Paul Krugman, asesor económico de Obama, que en su columna en The New York Times del pasado 7 de septiembre, advierte que «la combinación de independencia política con una moneda compartida es una receta para el desastre». Además añade, para quienes comparan la futura relación económica que tendría Escocia con Reino Unido con la actual entre Canadá y Estados Unidos, que «comparar Escocia con Canadá parece, a primera vista, bastante razonable. Como Escocia, es una economía relativamente pequeña que realiza la mayor parte de sus intercambios comerciales con un vecino mucho mayor», «pero Canadá tiene su propia moneda, lo que implica que su gobierno no puede quedarse sin dinero, que puede rescatar sus propios bancos si es necesario, y más cosas». Escocia no tiene Banco Central y por tanto cualquier emisión de moneda dependería de Londres.
Este discurso, el del «caos económico» tras la independencia, promovido por los unionistas parece haber calado en el electorado escocés estos días. En la misma rueda de prensa, Kellner ha señalado que mientras que entre los días 2 y 5 de septiembre, cuando ganaba el «Sí», el 40% de los encuestados (frente al 42%) veía un futuro económicamente próspero en la región; ahora (en el periodo del 9 al 11 de septiembre) el 37% lo vería como tal, frente a un 48% con opiniones pesimistas al respecto. En cuanto a sus economías domésticas, en esta semana el 45% (frente a un 21%) ve peor su futuro, siendo, hace una semana, la diferencia inferior.
El «team Westminster»
Cameron, Miliband y Clegg, o el «team Westminster» como así los refiere Alex Salmond, desplegaron el miércoles en Escocia una artillería de «poca cabeza y más corazón». En un intento por afianzar el «No» y por evitar los calificativos de «catastrofistas» o «amenazantes» con los que habitualmente valoran los independentistas sus discursos; la tradición, la familia, las relaciones personales en general y los sentimientos han sido las «armas» clave en el frente.
Por todos es sabido que en las elecciones nacionales Escocia supone uno de los graneros de votos más importantes para los laboristas y en caso de una Escocia separada del Reino Unido, el partido Conservador lo tendría más fácil de cara a próximas convocatorias. Para Cameron, premier conservador, esto no importa. «Me importa más mi país que mi partido. Me preocupa inmensamente este gran país, este Reino Unido que hemos construido juntos. Y me rompería el corazón si esta familia de naciones que hemos reunido se dividiera».
En respuesta a la idea extendida por Escocia de que guste o no guste la independencia, sería buena para libarse de gobiernos conservadores que rigen desde Londres, Cameron habla de responsabilidad. «La gente puede creer que esto es un poco como unas elecciones, que tomas una decisión y cinco años más tarde puedes decidir otra cosa. Que si estás harto de los jodidos tories les puedes dar una patada y luego te lo puedes volver a pensar. Esto es muy diferente. No es una decisión para los próximos cinco años, sino para el próximo siglo», añadió.
Su número dos y socio en la coalición de gobierno, el liberal Nick Clegg, fue quien se encargó de las cuestiones de «cabeza». Prometió a los allí presentes un mayor número de competencias en materia de fiscalidad, gasto público y autonomía de gobierno. De ganar el «No», esta sería la hoja de ruta diseñada por Londres para «reconciliarse» con la zona. En estos términos se llevan refiriendo durante la campaña unionista los líderes por el «No», entre ellos el ex premier laborista y escocés Gordon Brown.
Por último, Ed Miliband, en un discurso más parecido al de Cameron, volvió al sentimentalismo. «Con la cabeza porque creo que si estamos juntos podemos crear, más fácilmente que si estamos separados, una sociedad más igual y socialmente más justa. Con el corazón, por los vínculos que nos mantienen unidos y que se romperán de forma irremediable con la separación. Con el alma, porque es la solidaridad lo que permite crear grandes instituciones como el Servicio Nacional de Salud para combatir las injusticias de nuestro tiempo», afirmó.
La respuesta de los independentistas no se ha hecho esperar. Alex Salmond ha contestado a cada uno de los frentes que se le han abierto en cuestión de días. Respecto a la libra, señaló que «el 19 de septiembre, cuando haya ganado el 'Sí', se impondrá el sentido común y negociaremos el uso compartido de la libra», disipando, o intentando, cualquier duda que pudiera tener su electorado. A la cuestión europea, el ministro principal afirma que «la nación escocesa será bienvenida en la gran familia de las naciones europeas, me parece positiva la posición de la Unión Europea, dispuesta a reconocer el resultado democrático del referéndum».
Más duro ha sido con el frente procedente de Londres. Salmond resume esta estrategia de última hora en dos pasos: «primero atacaron con el 'Proyecto Miedo' y ahora vienen con el 'Proyecto Fantasía'». También señala la limpieza del proceso por si «hubiera dudas»: «el proceso del referéndum ha sido una lección de democracia e inspiración para Europa». «La sociedad escocesa ha despertado, las colas para registrarse han sido espectaculares y esperamos una participación de más del 80%», dijo.
Los días tachados en el calendario pasan y el referéndum se acerca. Según Kellner, de seguir la campaña como hasta la fecha, los sondeos pueden fluctuar en los próximos días entre la victoria independentista y unionista, por lo que el resultado de cara al jueves no está del todo claro. Señala que «lo único que a día de hoy puede decirse es que los dos bandos parecen bastante empatados».