En un ambiente de seguridad extrema, líderes de más de 150 países se han congregado este lunes 30 en París para inaugurar la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que se espera que se clausure el 11 de diciembre con un nuevo tratado sobre el fenómeno.
Como cada final de año desde 1994, los negociadores buscan consensuar medidas para afrontar el cambio climático. Pero en esta ocasión tienen el mandato de alcanzar un acuerdo universal para reducir emisiones de gases de efecto invernadero y así contener el recalentamiento planetario y sus impactos.
«¿Puede haber una misión más extraordinaria que esta que tendremos en los días que vienen?», se preguntaba Laurent Fabius, ministro de Relaciones Exteriores de Francia, quien ejerce la Presidencia de la COP21. «Los ojos del mundo están sobre nosotros y hay grandes esperanzas», reconoció. Fabius dijo durante la ceremonia inaugural que este acuerdo universal y legalmente vinculante está «a nuestro alcance» y llamó a los gobiernos a incrementar su acción climática.
Los Estados parte de la CMNUCC deben encontrar la manera de llegar a un acuerdo que limite las emisiones globales, que decida cómo manejar los impactos climáticos negativos y que siente las reglas para las finanzas internacionales dedicadas al cambio climático, la tecnología necesaria para hacer esto realidad y el marco legal que albergará estos principios.
La tarea parece simple, pero el camino para llegar al acuerdo global está lleno de asuntos espinosos que entran en las negociaciones. A esto se suma que los científicos urgen una acción inmediata para evitar subidas peligrosas en la temperatura del planeta este siglo y los siguientes.
Tras cuatro sesiones de negociación este año, todavía hay muchos países reticentes a abandonar posiciones económicas o políticas que obstaculizan la negociación para un texto del tratado que debe entrar en vigor en 2020.
Este es el contexto en el que ha comenzó la COP21, con discursos del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el presidente de China, Xi Jinping, y el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Ki-moon, entre otros líderes.
Como otros gobernantes, Obama trazó ciertos paralelismos entre esta cumbre y los ataques terroristas que se produjeron en París el 13 de noviembre, señalando que la COP21 era «un rechazo a quienes intentan hacer añicos nuestro mundo».
También el presidente de la COP anterior, el ministro peruano de Ambiente, Manuel Pulgar Vidal, apuntó que este proceso, y con suerte su resultado favorable, era por sí mismo una respuesta mundial a ese terrorismo, en un sentimiento del que se hicieron eco muchos de los mandatarios en sus discursos. «A través del multilaterialismo podemos mostrarle al mundo que podemos trabajar juntos contra el cambio climático y contra el terrorismo», dijo Pulgar.
Este encuentro de líderes globales rompe la etiqueta de las COP climáticas, donde los ministros y delegados de alto nivel llegan en la fase final de las cumbres para sortear los temas más sensibles y pactar acuerdos. Fue ese mecanismo el que marco en 2009 la COP15, que tuvo lugar en Copenhague, donde se fracasó en alcanzar el acuerdo global, que sustituyese al Protocolo de Kyoto, que vencía en 2012 y cuya vigencia se debió prorrogar hasta 2020.
El fin de semana previo al comienzo de la cumbre, la presión ciudadana a favor de un tratado no solo universal sino también vinculante se hizo sentir con manifestaciones en 175 países, donde se calcula que participaron 700.000 personas.
«La clase de situaciones que ocurren antes de París dan espacio para cierto optimismo, digámoslo de ese modo», nos dijo la responsable de clima del Fondo Mundial de la Naturaleza, Tasneem Essop. «Realmente creemos que la clase de 'momentum' fuera y dentro de este proceso de negociaciones da motivos para estar más positivos» que en ocasiones precedentes, aseguró la activista.
Esso destacó que el acuerdo debe estar «en línea con lo que la ciencia requiere» para mantenerse en una trayectoria de contener el incremento de la temperatura bajo la línea de 1,5 grados centígrados. Esta es una demanda que comparte la mayoría de la sociedad civil y varios grupos de negociación, incluyendo la muy activa Alianza de Pequeños Estados Insulares.
Para llegar a esta meta, el planeta necesita acordar fuertes reducciones en las emisiones de GEI, algo sobre lo cual no hay acuerdo. Durante 2015, más de 180 países prometieron cortar estas emisiones en sus contribuciones previstas y determinadas a nivel nacional (INDC, en inglés), pero con niveles menos ambiciosos de lo que se precisa.
Un análisis de Climate Interactive determina que las contribuciones comprometidas llevarían al planeta a calentarse 3,5 grados centígrados, mientras que otra estimación de la red Climate Action Tracker calcula el aumento en 2,7 grados. Debido a esto, un elemento clave en el futuro acuerdo será algún tipo de mecanismo —que algunos llaman el Mecanismo de Ambición de París— que pueda marcar el camino para mejorar estas contribuciones en el futuro, acercando así el mundo a los buscados dos grados centígrados.
Hay todavía algunos asuntos sin resolver, como la periodicidad con que serán revisadas las INDC y qué debe hacerse con los impactos climáticos a los cuales estos países no pueden adaptarse, también llamado pérdidas y daños en la jerga de las COP.
«El acuerdo tiene que incluir también pérdidas y daños, porque sabemos que la región tiene décadas sintiendo los efectos negativos del cambio climático», dijo Tania Guillén, responsable climática del Centro Humboldt de Nicaragua. «Necesitamos tanto prepararnos como ver cómo podemos preparar a las comunidades y hacerle frente a esos efectos que no podemos evitar», nos asegura. Guillén coincide con Essop y la mayoría de los observadores en que el tratado debe ser legalmente vinculante, de modo que los países tengan la obligación de cumplirlo.
Sin embargo, uno de los temas más críticos que todavía no se han resuelto es las finanzas climáticas: quién aportará el apoyo financiero que permitirá una transición a energías renovables, cada cuánto ocurrirá esto y quién recibirá estos aportes.
«Las finanzas es un tema donde los medios de implementación deben ser muy claros, para que podamos trabajar en cualquier campo, como mitigación, adaptación u otras cosas», dijo Guillén, quien coordina la Red de Acción Climática en América Latina.