El actual escándalo en torno a Volkswagen (VW) y los demás fabricantes de coches que presuntamente han manipulado las emisiones de gases contaminantes en sus vehículos no tendría que haber supuesto un choque tan grande para la prensa y el público. Diversas encuestas sobre las empresas alemanas han mostrado ya niveles muy bajos de transparencia de los negocios y VW no es, ni de lejos, la única compañía alemana involucrada en fraude y asuntos de dudoso trasfondo.
Sólo unos años antes, una encuesta del Eurobarómetro reveló que más de la mitad de las empresas recogidas en el estudio opinaban que las ofertas de contratación en Alemania eran o bien ofertas de tipo interno o bien ofertas ya previamente adjudicadas, como regla general. Un porcentaje similar declaró que el favoritismo hacia amigos y familiares era una práctica muy común en la comunidad de negocios alemana. Estos resultados son mucho peores comparados con el resto de países de la UE a menudo alabados como de comportamiento limpio (Dinamarca, Suecia, Gran Bretaña o Francia) y son cercanos a los registrados en Rumanía o Italia.
¿Cómo pueden estos datos conciliarse con la imagen de una Alemania que define su cultura empresarial como la culminación de la competitividad y la integridad?
A pesar de ser percibido como uno de los países más limpios del mundo según las mediciones de corrupción del Banco Mundial y Transparency International, Alemania tiene un problema objetivo con la transparencia, afirma Roberto Martínez B. Kukutschka, investigador del Centro Europeo de Investigación contra la Corrupción y Construcción Estatal (ERCAS) en Berlín, que escribió un informe sobre la situación de la contratación pública en Alemania, comparándola con la de los nuevos Estados miembros y con la de Turquía como parte del proyecto de investigación ANTICORRP, financiado con fondos europeos. Dicho autor encontró que las prácticas obsoletas de recopilación de datos, el marco jurídico complejo y la infrautilización de las plataformas electrónicas provocan que la situación adolezca de falta de transparencia.
La falta de datos constituye un obstáculo para licitadores, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil, en su proceso de supervisar las decisiones de contratación. Dicha realidad supone una carga adicional para los tribunales federales y locales de los auditores, algunos de los cuales han emitido informes que parecen respaldar las percepciones de la comunidad empresarial, criticando la práctica de las autoridades de que no publiquen datos sobre los contratos asignados, o la utilización de procedimientos restringidos aun cuando la ley exige concursos abiertos.
VW no es, naturalmente, la única compañía importante alemana que ha sido relacionada directamente con el fraude y la corrupción. ERCAS acaba de publicar un trabajo científico preliminar escrito por Jennifer Kartner y Carolyn Warner, dos becarias norteamericanas, que sostienen que las estrategias de penetración de Siemens AG en los mercados extranjeros se adaptan a los síndromes de corrupción local y que ello no resulta un caso singular dentro de las multinacionales.
El documento sostiene que las multinacionales que se dedican a las operaciones en los países con reputación de ser corruptos ajustan sus tácticas de entrada en el mercado según el país anfitrión y se adaptan a las reglas locales de juego.
Dado que sólo Siemens ha sido investigado por las autoridades en aproximadamente 25 países diferentes, las autoras optaron por Siemens AG como ejemplo y evaluaron su comportamiento en cuatro países que pertenecen a diferentes grados de control de la corrupción – los EE.UU., Italia, Rusia y China. Con ello no pretenden evaluar si las tácticas de Siemens han cambiado desde que la empresa fue procesada y multada por los EE.UU. y por otros países. Pero las autoras sostienen que si la corrupción general de un país no ha cambiado, esas multinacionales tienden a buscar medios más sibilinos para acceder a «mercados» corruptos. Parar los negocios en esos países, como estrategia alternativa, no parece una opción a considerar. Los inversores recurrentes en países notoriamente corruptos se convierten así en garantes de un círculo vicioso de mala gobernanza.
«Es más fácil que un comportamiento corrupto se extienda a través de las fronteras que lo haga la integridad y la transparencia», manifiesta Alina Mungiu-Pippidi, directora de ERCAS y profesora en Hertie School of Governance, una universidad de Berlín.
«El control de la corrupción es un equilibrio integrado en el ámbito nacional, un sistema construido durante un largo tiempo para restringir la posibilidad de que la gente poderosa haga trampa en la libre competencia o robe los recursos públicos. Esto no ha sido bien adaptado a la era de la Globalización, debido a que tales barreras son principalmente nacionales, y en este sentido se han abierto múltiples vías de escape.»
La corrupción se justifica frecuentemente por la necesidad de «abrir los mercados» a las empresas cuando se trata de países más corruptos que controlan el acceso a sus mercados. Pero esto ha dado lugar a prácticas fraudulentas cada vez más aceptadas en el contexto de mercados cada vez más competitivos.
Mungiu-Pippidi, que edita un informe anual sobre anticorrupción financiado por la Comisión Europea, subraya que los alemanes necesitan replantearse su actitud complaciente frente a este fenómeno. «Este es un país donde las madres jóvenes gritan a los extranjeros si cruzan la calle con el semáforo en rojo, incluso cuando no hay coche a la vista, porque dan un mal ejemplo para sus hijos», indica, «pero no es sólo el buen comportamiento en las calles lo que necesita ser monitorizado permanentemente, puesto que de lo contrario las buenas prácticas desaparecerán. Las prácticas corruptas de grandes empresas alemanas han tenido lugar durante años a causa de la falta de transparencia y de un insuficiente escrutinio público. Los jóvenes alemanes tienen que actuar con rapidez, o podrían descubrir que la integridad y la transparencia de los negocios alemanes es un mito de la época de sus abuelos.»