¿Con un barril de petróleo que ha pasadoen siete meses de 110 dólares a menos de 50, el yacimiento de Vaca Muerta está en terapia intensiva?, es la pregunta que se repiten los especialistas de finanzas y de la industria.
El déficit de la balanza energética argentina se acercó en 2014 a los 7.000 millones de dólares, en parte por la declinación de sus yacimientos petroleros convencionales.
La eliminación de ese déficit depende del desarrollo de Vaca Muerta, una gran formación de gas y petróleo de esquisto de la Cuenca Neuquina, en el sudoeste del país. Las inversiones requeridas para ello son de al menos 10.000 millones de dólares anuales en los próximos años.
«A corto plazo, hoy conviene importar y no explotar los recursos del shale», nos dice el director del Centro de Estudios de Energía, Política y Sociedad, Víctor Bronstein. «Pero con una mirada más estratégica hay que sostener las inversiones y el desarrollo de estos recursos, ya que el precio del crudo va a volver a subir en no mucho tiempo y tenemos que tener la capacidad para producir nuestros propios recursos cuando llegue ese momento».
Así lo entendió, considera el investigador, la presidenta Cristina Fernández, que para apuntalar Vaca Muerta fijó internamente un valor de 72 dólares por barril (de 159 litros), «40 por ciento sobre su valor internacional», entre otros estímulos productivos.
Según la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), Vaca Muerta ha multiplicado 10 veces las reservas argentinas de petróleo y 40 las de gas, lo que le permitiría el autoabastecimiento energético y ser un exportador neto de hidrocarburos.
YPF tiene asignados 12.000 de los 30.000 kilómetros cuadrados del yacimiento situado en la provincia de Neuquén. La empresa admite que para su explotación requiere asociarse con firmas transnacionales que puedan aportar «capital intensivo». Así lo ha hecho ya con la empresa estadounidense Chevron, en el yacimiento de Loma Campana, donde está proyectado un precio de 80 dólares el barril para este año.
«¿Quién va a invertir a los actuales valores en lo no convencional?», señala el vicepresidente del Grupo Moreno, Gustavo Calleja. «Tenemos que guardar Vaca Muerta y seguir estudiando en pocos pozos piloto sus yacimientos, a que profundidad están, que tipo de perforaciones son necesarias para bajar sus costes» y sus impactos ambientales, propone quien fue subsecretario de Combustibles en los años 80.
La extracción del esquisto, atrapado a más de 2.000 metros de profundidad en formaciones sedimentarias de baja permeabilidad y porosidad, se realiza mediante la fractura hidráulica, también conocida por el término inglés de fracking.
La técnica consiste en la inyección a alta presión de agua, arena y aditivos químicos, para extraer los hidrocarburos de la roca donde se alojan. La hidrofractura conlleva riesgos ambientales -temblores, utilización de grandes volúmenes de agua, contaminación de acuíferos, entre otros- y además es muy costosa.
La bonanza del esquisto surgida en Estados Unidos en 2008 la impulsaron, entre otros factores, los altos precios de los hidrocarburos, que lo hicieron rentable.
«A los precios actuales los únicos que pueden desarrollarlo son los que tienen tecnología de alto peso», opina Calleja. El coste de producción del barril de esquisto se establece mediante variables teniendo en cuenta la extracción, la exploración, amortización de inversiones y pago de impuestos y regalías.
En Estados Unidos, se calcula que ese costo oscila entre 40 y 70 dólares.
Ese hecho, explica Bronstein, ha hecho que la actividad perforadora disminuyera más de un 30 por ciento desde el hundimiento de los precios, «lo que generará una bajada en la producción en los próximos meses». En Argentina, el desarrollo del esquisto es incipiente, lo que eleva los costes, por «un tema de escala y problemas de logística e infraestructura», detalla el especialista.
En Estados Unidos «un pozo de shale, incluyendo el fracking, cuesta unos tres millones de dólares», mientras que en Argentina «cuesta más del doble», apunta.
«El coste de extracción de petróleo convencional en Argentina se sitúa entre los 20 y 30 dólares, mientras que el de shale está alrededor de 90, aunque irá bajando con el desarrollo de Vaca Muerta», augura. Argentina todavía no es productor comercial de gas de esquisto y el petróleo representa el 10 por ciento de la producción total de YPF y entre el tres y cuatro por ciento de la extracción total.
Canadá y China también producen comercialmente petróleo no convencional, pero por sus características geológicas y operativas, se considera que Estados Unidos y Argentina tienen el mayor potencial futuro de esquisto.
YPF asegura que con la progresiva reducción de costes de extracción, el aumento de la producción y un precio interno más alto del crudo, Vaca Muerta todavía es rentable. El sector espera que la caída de precios baje los valores de los insumos y servicios internacionales, reduciendo los altos costes internos industriales.
YPF también ha firmado acuerdos para la explotación conjunta de yacimientos de esquisto con las empresas Petronas (Malasia) y Dow Chemical (Estados Unidos), mientras otras grandes transnacionales han anunciado que proyectan invertir en Vaca Muerta.
Bronstein cree que las inversiones continuarán porque han sido planificadas para una producción «significativa en cinco años». «Esto hace que los inversores no tengan tanto en cuenta el precio actual del crudo sino el precio futuro. Y casi todos los analistas coinciden en que en algunos años el precio del petróleo se recuperará», subraya.
«El petróleo convencional ha alcanzado su pico de producción, así que para satisfacer el aumento de la demanda, será necesario el desarrollo de los recursos no convencionales. En este sentido, Argentina es uno de los países mejor posicionados», opina.
Para Cristian Folgar, quien fue subsecretario de Combustibles la década pasada, «cualquier foto» que se le saque hoy al mercado «estará sesgada», pues «todavía no terminaron de acomodarse los costes de distintos servicios petroleros».
«YPF seguirá adelante y no frenará inversiones que dependan de su decisión» actualmente esta empresa «vuelca todo su flujo (inversor) en Argentina», nos dice.
Las empresas internacionales, a su juicio, sí disminuirían sus inversiones a nivel mundial, por lo que «YPF seguramente no conseguirá nuevos acuerdos con otras petroleras para hacer 'joint ventures (asociaciones de riesgo)' hasta que se estabilice la situación», plantea el especialista.
Pero «los que han lanzado ya las inversiones no las van a frenar», matiza.
«Argentina sigue pagando el crudo y el gas a los mismos precios que antes del inicio de este ciclo bajista. Como hay un cambio de gobierno en puertas, es probable que nuevos desarrollos esperen a que el nuevo gobierno envíe las señales sobre qué hará en el sector energético», opina.
Calleja teme que Arabia Saudita, el mayor exportador mundial de petróleo y quien según los expertos mueve los hilos del desplome de los precios para –entre otros objetivos- sacar del mercado al emergente esquisto, todavía «pueda bajar más» las cotizaciones.
Ante lo que califica como una «guerra» mundial de intereses, cree oportuno pensar en fuentes energéticas no fósiles.
El experto apuesta por las fuentes hidroeléctrica y nuclear, que con «menores costes» ambientales y económicos, representan apenas un 14 por ciento de la matriz energética argentina.