El físico nuclear búlgaro Georgi Kotev ha llevado hasta las puertas de la Comisión europea en Bruselas su protesta por lo que considera falta de atención de la UE ante una grave denuncia contra la central nuclear de Kozloduy, en la que trabajó durante 17 años. Asegura que hubo malversación de cientos de millones de euros en un asunto que ponía en peligro la seguridad ciudadana y que comportaba demasiados riesgos ecológicos. Ahora, mientras la policía le ha dejado, ha estado en huelga de hambre unos días para llamar la atención sobre una denuncia que, según dice, le ha costado estar amenazado de muerte.
Kotev asegura que la central de Kozloduy usó en secreto durante años uranio reciclado en Rusia como combustible, más barato que el habitual, pero mucho más peligroso. De esta forma, los que él denomina «mafia nuclear» se habrían embolsado 50 millones de euros anuales.
La Comisión alega que ha tomado en serio las denuncias de Kotev, pero no ha encontrado irregularidades. De hecho, el Parlamento europeo tomó en consideración el asunto en 2008. En sus conclusiones, la Eurocámara decía que la Comisión seguiría supervisando la situación y pediría más información a las autoridades de seguridad nuclear de Bulgaria. En los años 90 la central de Kozloduy tuvo que cerrar cuatro de sus seis reactores nucleares por presión de la UE. Sobre las supuestas amenazas al físico, la Comisión europea no está facultada para ocuparse de ese tipo de casos que deberían tramitarse por los órganos judiciales de su país.
Las autoridades búlgaras argumentan que desde 2004 la central usa un combustible convencional que no comporta ningún riesgo, aunque no se pronuncia formalmente sobre la denuncia. Además una auditora independiente sueca investigó la central, sin detectar irregularidades. En Sofia se da a entender que Kotev es un mitómano en busca de protagonismo que actúa por despecho profesional. Él se considera un «disidente nuclear».
Según la agencia búlgara Novinite, en los cinco días que ha durado su huelga de hambre, ni la Comisión europea ni las autoridades búlgaras se han puesto en contacto con él. Kotev asegura que su «objetivo no es morir de hambre, sino llamar la atención sobre el problema y provocar una investigación».
El eco internacional que, hasta ahora, tiene su denuncia, aunque escaso, se debe en parte a que Kotev está avalado por la organización Anna Politkovskaia, defensora de los derechos humanos, que lleva el nombre de la periodista rusa asesinada en 2006 tras denunciar la represión rusa en Chechenia. euroXpress