De hecho, según Christine Lins, secretaria ejecutiva de la Red de Energía Renovable para el Siglo XXI, «el año pasado, por primera vez en 40 años, se disociaron el crecimiento económico y el de las emisiones» contaminantes. «Hace 10 años, las energías renovables aportaban el tres por ciento de la energía mundial, y ahora aportan cerca del 22 por ciento, así que realmente se dispararon», señaló Lins.
Este fenómeno está liderado, de manera obvia, por países como Uruguay, que aspira a generar el 90 por ciento de su electricidad a partir de fuentes renovables desde 2015, y Costa Rica, que ha mantenido el 100 por cien de generación con energías renovables durante los primeros 100 días de este año.
Estos países no están solos y rápidamente se están volviendo la norma en vez de la alternativa. Incluso pequeños estados en desarrollo, como Burundi, Kenia y Jordania, lideran las inversiones mundiales en energías renovables, al medirlas por el porcentaje de su producto interior bruto.
Filipinas y su dependencia del carbón
En 2008, Filipinas aprobó una Ley de Energía Renovable con el objetivo de aumentar su utilización «institucionalizando el desarrollo de capacidades nacionales y locales en el uso del sistema de energía renovable... y reducir la dependencia del país de los combustibles fósiles».
Sin embargo, siete años después de su implementación, Filipinas todavía no ha maximizado totalmente el uso de energías renovables, según Defensores de Ciencia y Tecnología para el Pueblo, una organización no gubernamental que promueve el uso de las prácticas locales en ciencia y tecnología.
En los últimos tiempos, el gobierno filipino dio el visto bueno para la construcción de 21 proyectos alimentados a carbón pese a la promesa que el presidente (Benigno) Aquino (III) asumió en 2011 durante el lanzamiento del Plan Nacional de Energía Renovable para «casi triplicar la capacidad del país basada en fuentes renovables, de alrededor de 5.400 megavatios en 2010 a 15.300 megavatios en 2030».
En los próximos cinco años, las nuevas centrales a carbón que se prevé construir son: la planta de 300 megavatios de Therma South Inc., de Aboitiz, en Davao (2016); la expansión de 400 megavatios de la planta de Pagbilao, de Team Energy, en Quezon (2017); la planta de 600 megavatios de Redondo Peninsula Energy, Inc. en Subic, Zambales (2018); la de 300 megavatios de San Miguel Corp. Global en Davao (2017), y otra de 600 megavatios en Bataan (2016).
Aunque el gobierno da incentivos a las empresas para que usen energías renovables, al sector privado no le entusiasma la idea debido a las ganancias que genera el carbón. Además, tiene la mirada puesta en los réditos a corto plazo: es relativamente más barato aprovechar la llamada «energía sucia».
El sendero hacia el desarrollo bajo en carbono
El informe «Powering up against Poverty: Why Renewable Energy is the Future» (Empoderarse contra la pobreza: Por qué la energía renovable es el futuro), presentado el 28 de julio por Oxfam, sostiene que a los pobres de los países en desarrollo les resulta más barata la energía renovable que el carbón.
Señala que, a consecuencia del cambiante paisaje energético mundial, la reducción del precio de las energías renovables y la a menudo remota ubicación de la mayoría de las personas que no tienen acceso a electricidad, estas fuentes pueden ser más confiables y efectivas.
Además, según el estudio, «cuatro de cada cinco personas sin electricidad viven en áreas rurales que a menudo no están conectadas a la red centralizada de energía, así que las soluciones locales de energía renovable ofrecen una solución mucho más barata, práctica y saludable que el carbón».
«Pero además de no mejorar el acceso a la energía para los más pobres del mundo, quemar carbón contribuye a cientos de miles de muertes prematuras cada año, debido a la contaminación aérea, y es el mayor aporte individual al cambio climático», añade.
Esto confirma declaraciones formuladas este año por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el exsecretario general de la ONU Kofi Annan, que argumentaron que las fuentes renovables, y no los combustibles fósiles, son clave para mejorar el acceso a la energía y reducir la desigualdad, especialmente en los países en desarrollo.
Hasta París y más allá
Si Filipinas quiere mostrarle al mundo que es el punto de encuentro contra el cambio climático, especialmente en la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que se realizará del 30 de noviembre al 11 de diciembre en París, nuestro gobierno tendrá que predicar con el ejemplo en materia de energía renovable.
De hecho, las prácticas de adaptación climática no son suficientes. Necesitamos mostrar a otros países y liderar el camino hacia la mitigación climática liderando el sendero hacia el desarrollo sostenible y el uso de energía renovable.
De modo similar, en París los países que integran la CMNUCC deben llegar a un acuerdo justo y legalmente vinculante. No podemos permitirnos el lujo de que las negociaciones climáticas vuelvan a fracasar como lo hicieron en 2009 en Copenhague.