EL CAIRO, (IPS) - El golpe de Estado en el que las Fuerzas Armadas de Egipto derrocaron al presidente Mohammad Morsi llevó a algunos analistas a especular con la posibilidad de que en este país se desatara una guerra civil como la que vivió Argelia hace dos décadas. Pero no todos coinciden con ese pronóstico.
Abundan las comparaciones con Argelia, donde en 1992 el ejército usurpó el poder y canceló las elecciones en que los partidos islamistas tenían grandes posibilidades de ganar. El hecho desató una cruenta guerra civil durante una década entre varios grupos islamistas y el gobierno respaldado por el ejército, que les costó la vida a decenas de miles de personas.
Según el analista Tawfiq Ghanem, ese escenario no es factible en Egipto. «Por un lado, la corriente islamista de Egipto es mucho menos extremista que la de Argelia cuando estalló la guerra civil», dice Ghanem, radicado en El Cairo.
«La corriente islamista de Egipto, que incluye a la Hermandad Musulmana y a su aliado Al-Gamaa al-Islamiya (que renunció a la violencia en 1997), es mucho más moderada de lo que era la argelina», opina Ghanem.
«Es más: las principales facciones islamistas de Egipto son considerablemente más disciplinadas y tienen más control sobre sus miembros de lo que tenía el Frente Islámico de Salvación en Argelia», observa. El especialista también se refirió a la «histórica antipatía por la violencia» en Egipto.
El conflicto argelino se caracterizó por numerosas atrocidades, como el asesinato masivo de civiles en áreas alejadas del país, actos atribuidos a facciones escindidas de los rebeldes islamistas. El gobierno aprovechó los incidentes para justificar su política represiva, aunque luego aparecieron pruebas que sugieren que él mismo estuvo involucrado en aquellas atrocidades.
Ghanem no descarta la posibilidad de que «terceros», incluidos los servicios de inteligencia extranjeros, «puedan explotar la tensión para fraguar atentados terroristas y empujar al país hacia un caos y una violencia mayores».
Desde el derrocamiento de Morsi, el 3 de este mes, en la península del Sinaí hay atentados casi a diario contra instalaciones de las Fuerzas Armadas y de la policía. En ellos murieron por lo menos 13 personas, aunque es difícil confirmar la información procedente de allí.
El 16 de este mes, en el marco de los acuerdos de Camp David, de 1978, Israel permitió que Egipto desplegara dos batallones de infantería adicionales en el norte del Sinaí con el objetivo ostensible de «combatir el terrorismo».
Las masivas movilizaciones a favor de Morsi en El Cairo entran en su tercera semana consecutiva, y se prevén más para este viernes 19. La Hermandad Musulmana reiteró su intención de utilizar medios de protesta estrictamente pacíficos.
«Seguiremos resistiéndonos a este golpe de Estado militar por medios de protesta pacíficos. No responderemos a las provocaciones», reza un comunicado de la organización de comienzos de esta semana. «Redoblaremos la resistencia por medio de una presión pacífica y utilizando todos los medios disponibles», añade.
Para avivar más las tensiones, un difuso movimiento «Bloque Negro» declaró el 16 de este mes que dispersaría por la fuerza a los manifestantes favorables a Morsi, si los efectivos de seguridad no lo hacían antes del último día del mes sagrado musulmán de Ramadán, el 8 de agosto.
El Bloque Negro, un tipo de organización civil aparecido en Europa que se llama así porque sus integrantes visten de ese color para mostrar su unidad y evitar ser reconocidos, se opone a la corriente islamista y está dispuesto a emplear medios violentos.
Según Ghanem, cualquiera de los bandos que recurra a la violencia perderá la batalla por la opinión pública. «Quien sea percibido como el agresor perderá la simpatía de la calle, además de su futuro político a corto y medio plazo», opina.
Ya murieron decenas de personas y cientos más resultaron heridas tras el derrocamiento de Mohammad Morsi, elegido hace un año en las primeras elecciones presidenciales tras el fin del régimen de Hosni Mubarak (1981-2011).
Los enfrentamientos ocurrieron en medio de protestas masivas que, según algunas fuentes, reunieron a cientos de miles de personas que reclamaban la restitución del presidente. Pero el bloqueo mediático, que rige en particular para las movilizaciones favorables a Morsi, hace difícil precisar el número de personas que participan en las marchas.
Tras el derrocamiento del presidente, las nuevas autoridades detuvieron a numerosos líderes islamistas, en especial de la Hermandad Musulmana, a la que él pertenece. El propio Morsi permanece detenido en algún lugar secreto.
Los opositores de Morsi describieron las protestas del 30 de junio, las que llevaron a su remoción, como la «segunda revolución» de Egipto que refleja la «voluntad popular». En cambio, sus partidarios consideran que fue un golpe militar contra el presidente elegido democráticamente, una «contrarrevolución» planeada y ejecutada por elementos todavía leales al régimen de Mubarak.
Es la segunda vez tras la revuelta de enero de 2011 que las Fuerzas Armadas de Egipto intervienen para revertir un triunfo electoral de partidos islamistas. Poco antes de la elección de Morsi, en junio de 2012, el entonces gobernante Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas disolvió la cámara baja del parlamento, tres cuartos de la cual estaban en manos de partidos islamistas, después de que la Corte Suprema Constitucional de Egipto considerara inconstitucional la ley que reguló los comicios parlamentarios.
«Primero disuelven la cámara baja del parlamento elegida democráticamente, luego montan un golpe militar que secuestra al presidente elegido» en las urnas, reza la declaración de la Hermandad Musulmana de esta semana. «Todo sin referencia al pueblo», añade.
El ministro de Defensa, Abdel Fatah al-Sisi, nombró a Adly Mansur (presidente de la Corte Suprema Constitucional,) presidente interino por seis meses. El 16 de este mes, Mansur designó un gobierno de «tecnócratas» salidos casi totalmente de la oposición liberal.
Por su parte, organizaciones y partidos islamistas, como la Hermandad Musulmana, se niegan a participar en el proceso político promovido por las Fuerzas Armadas, e insisten en que Morsi es el jefe de Estado legítimo de Egipto.
A pesar de la muerte de miembros de la Hermandad Musulmana, la organización asegura que mantendrá protestas pacíficas pidiendo la restitución del presidente Mohammad Morsi.