El Diario de Mallorca lo ha hecho público por medio de un reportaje que firma Felipe Armendáriz. En los juzgados de Palma han comparecido miembros del antiguo partido político Unión Mallorquina acusados por una antigua militante de intentar comprar votos de los gitanos de Palma para favorecer a Miquel Nadal, antiguo Consejero de Turismo del Gobierno Balear y que fue imputado en casos de corrupción, frente a Mateu Cañellas Martorell que también fue consejero de Deportes y Juventud y como el anterior también implicado en otros casos de corrupción.
El testimonio de una testigo, expresado ante el juez, fue contundente. Dijo que una concejal del ayuntamiento de Palma, llamada Cristina Cerdó, intentó sobornarle ofreciendole 60.000 euros para que intentara captar los votos de los gitanos a favor de Nadal y en contra de Cañellas.
La testigo que ha comparecido ante el juez Don Pedro Barceló dijo que ella era la responsable del trabajo de campo en varias barriadas de Palma entre las que estaban Coll d'En Rebassa; Plaza Serralta y Foners. Barriadas de importante presencia gitana. Pero manifestó ante el juez que ella no buscaba el voto de los gitanos. «Yo no hacía tareas de publicidad o propaganda para Unión Mallorquina, me dedicaba a ayudar a estas personas en lo que necesitaban: ropa, comida, leche para los niños pequeños, actos sociales, etc». No obstante reconoció ante el juez que ella podía orientar el voto de entre 500 y 900 compromisarios o militantes del partido.
Es de una sordidez palpable comprobar como desarrollan su trabajo quienes sin conciencia saben que se pueden aprovechar de la gente más pobre y necesitada. Los dirigentes del partido, y en especial la concejal Cristina Cerdó, le ofreció, presuntamente, a la militante de base, amiga de los gitanos, «una buena recompensa». Pero la antigua peluquera ─que esta es la profesión de la testigo─ dijo que ni hablar. Lo que no impidió que la edil se presentara en su domicilio para insistir en la oferta: «Le repetí que no iba a hacer nada contra mi conciencia y me enseñó un sobre con billetes de 500 euros, luego me dijo que eran 60.000 euros», relata la escena la declarante.
Lo de Unión Mallorquina viene de muy lejos. Los gestores de estas delictivas actividades ofrecían 80 euros a cada gitano o gitana que les votase. Igual que a grupos de sudamericanos, especialmente argentinos, y a colectivos de la tercera edad.
La compra de votos ha sido siempre una lacra en el entorno de las comunidades más pobres y marginadas. Bien lo sabemos los gitanos. Lo que acabamos de contar no es nuevo y ni siquiera está circunscrito exclusivamente a nuestro país. En Bulgaria la oferta estaba entre 50 y 75 euros a cada elector que votaba por un partido en concreto. Un periódico balcánico ha publicado, citando fuentes del Ministerio del Interior, que algunos dirigentes políticos se han desplazado a los barrios de chabolas de los gitanos para recoger facturas de sus habitantes con la promesa de que las pagarán si su titular vota «adecuadamente».
Hay una cita del profeta Amós que en su día leí y que ahora he buscado para sellar este comentario. Los corruptos que compran el voto de los más pobres son como los que «Venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias». Misérrimo botín para ni siquiera conseguir, en muchas ocasiones, una plaza de concejal.