La cumbre, calificada de «muy positiva», llega a su fin tras dos días de continuas reuniones entre los jefes de Estado europeos y asiáticos, congregados, todos ellos, en Milán. Coincidiendo con una semana de vaivenes en los parqués europeos, el encuentro ha servido para tratar la tan temida tercera recesión económica, a la que, según distintos indicadores, parece que nos dirigimos. Por otra parte, el ébola ha protagonizado también las conversaciones entre los asistentes, en alerta por la amenaza que supone la posible extensión de la epidemia. Y gracias al encuentro, Ucrania podría haberse asegurado el suministro de gas ruso de cara al invierno.
Milán dice adiós a los 53 jefes de Estado y de Gobierno que ha recibido por la celebración de la décima Reunión Europa-Asia (ASEM, por sus siglas en inglés).
A diferencia de otras ediciones, en esta cumbre los asuntos políticos no han sido el único y principal tema de conversación. Renzi, haciendo uso del papel protagonista a nivel europeo que le da el ser el presidente de turno de la Unión Europea, aprovechó para convertir a los asuntos económicos en uno de los ejes centrales. Por ello, en la primera reunión plenaria se abordaron temas relativos a la cooperación económica y financiera, para ya en la segunda, tratar asuntos globales, mucho más generales, como el cambio climático, derechos humanos, reducción y gestión de riesgo de desastres y cooperación socio-cultural.
La economía preocupa a Europa y Asia. La aversión al riesgo vivida esta semana, con caídas repentinas cercanas o superiores al 3% en las bolsas europeas y asiáticas, se suma al peligroso estancamiento al que parece ir Europa. Las previsiones de crecimiento para la locomotora alemana se han reducido del 1,8% al 1,2%, Francia e Italia se encuentran en serios problemas para cumplir la senda marcada de déficit y los precios a nivel europeo se mantienen bajo mínimos en un panorama más cercano al estancamiento-deflación, que a la conveniente inflación moderada. El contexto, de seguir así y de no tratarse, por tanto, de un desequilibrio puntual como algunos países apuntan, podría conducir a Europa, y arrastrar al resto del mundo, a una tercera recesión.
En este sentido, la cumbre ha servido para que Europa estreche lazos con Oriente. En el acto de apertura, el presidente francés, Francois Hollande, ya advirtió que «la economía de Estados Unidos se ralentiza y Europa tiene un crecimiento muy débil», por lo que «necesitamos que Asia tire del crecimiento europeo con la condición de que Europa, ella misma, sepa organizar su política económica para que sea más favorable al crecimiento».
El organizador de la anterior cumbre celebrada en 2012, el primer ministro de Laos, Thongsing Thammavong, también mostró sus pronósticos a corto plazo. «Hay incertidumbre a nivel económico en diferentes regiones y en el conjunto del mundo, debemos perseguir el crecimiento económico a la vez que el desarrollo sostenible», señaló.
Por su parte, Van Rompuy, ante los pronósticos, indicó la alternativa necesaria para Europa: «más inversiones son claves para más empleos y crecimiento», apuntó en su discurso de apertura consciente de la importancia para Bruselas del refuerzo del comercio y de las inversiones exteriores.
«Nunca ha sido tan importante unir fuerzas», señalaba también Van Rompuy. Ese ha sido el otro gran asunto de la cumbre: la unidad no solo a nivel económico sino que además, como señaló la canciller alemana, Angela Merkel, ante «grandes catástrofes como es el caso del ébola, un asunto que interesa a África en el que podemos ayudar».
También el virus ha estado en mente del premier británico, David Cameron, al apuntar al resto de mandatarios que «no nos debemos olvidar de la crisis global del ébola, el mayor problema de salud al que se enfrenta hoy el mundo y que puede fácilmente afectar a muchos de los países que están hoy aquí». Precisamente la amenaza que supone la extensión de la epidemia ha sido muy comentada en los corrillos de Milán, aunque como el asunto no venía fijado en la agenda previa a la cumbre, el tema no ha pasado más allá de las declaraciones a la prensa.
Lo que sí ha levantado mayores expectativas ha sido la asistencia del primer ministro ucraniano, Petró Poroshenko, que ha coincidido con un habitual en estas cumbres, el presidente ruso, Vladimir Putin. El encuentro, ha tenido lugar en un desayuno informal previo a la segunda jornada de reuniones, con Barroso, Van Rompuy, Renzi, Cameron, Hollande y Merkel de mediadores; ha sido calificado por todos de «positivo». Barroso ha apuntado a los medios que, entre otras, han acordado «implementar el protocolo de Minsk [Memorándum de paz], un acuerdo esencial».
«En primer lugar, las partes abogaron firmemente por la implementación del Memorándum de Minsk y centrarán sus esfuerzos en la aplicación de esos 12 puntos», ha asegurado, también, Poroshenko. Putin, ha incidido en que es necesario hacer cumplir «lo antes posible» el Memorándum y en especial el apartado referente a la creación de una franja separadora y desmilitarizada de 30 kilómetros, lo que pare él «posibilitará el cese definitivo» de los ataques contra los civiles residentes en zona de frontera.
Acuerdo, limitado, sobre el gas
Más allá de la informalidad del desayuno, la cuestión esencial entre ambos Estados en conflicto, el suministro de gas de cara al invierno, se ha tratado en otras dos reuniones celebradas en la misma jornada maratoniana del viernes. Tras las mismas, ambos líderes habrían llegado a un acuerdo muy limitado pero que según Putin aseguraría el suministro «al menos durante el invierno», aunque desde Moscú han dejado muy claro que no hay acuerdo definitivo alguno, el cual podría surgir de la reunión que el próximo 21 de octubre mantendrán ambos líderes.
Esta matización importante la ha hecho pública el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, quien ha señalado los «muchos desacuerdos» y la «falta de entendimiento» que ha habido en las tres reuniones sobre la cuestión ucraniana. «Algunos participantes en la reunión manifestaron una absoluta renuncia a intentar ser objetivos a la hora de valorar los sucesos en el este de Ucrania», ha afirmado en clara alusión a Occidente.
Pero Putin, más allá del descontento mostrado por su portavoz, ya dejó clara la postura rusa el jueves. «Rusia no puede correr más riesgos en materia de gas», afirmó a la vez que enunciaba un abanico de posibles respuestas a la problemática que su país sufre y que van desde pedir a la Unión Europea y al Fondo Monetario Internacional que conceda unas ayuda de 4.500 millones de dólares (deuda total de Ucrania con Rusia en cuestiones de gas), hasta suspender el suministro si el gas que llega a Europa se reconduce a Kiev.
El grueso de las reuniones con motivo de la décima cumbre ASEM han concluido y de cara a los próximos meses se celebrarán el resto de encuentros de menor calado. La semana próxima se reunirán los ministros de Cultura en Rotterdam, Holanda; en noviembre tendrá lugar el seminario sobre Derechos Humanos en Hanoi, Vietnam y en abril de 2015, se producirá el encuentro entre los ministros de Educación en Riga, Letonia.
En 2016 los jefes de Estado se reunirán de nuevo en la undécima cumbre, cuya organización correrá a cargo de Mongolia.